MIéRCOLES, 04 DE DIC

Un día como hoy, pero hace 96 años, nacía Eva Perón

Fue conocida como la abanderada de los humildes. Odiada y amada sin límites, despertó pasiones y críticas. Escribió un capítulo importante en la historia política argentina.

Un día para el recuerdo. Un 7 de mayo, pero de 1919, hace ya 96 años, nacía María Eva Duarte de Perón en Los Toldos, provincia de Buenos Aires. Hija ilegítima, esa marginalidad empujó su destino. Viajó a Buenos Aires y se convirtió en actriz con suerte dispar. En 1944 conoció a Juan Domingo Perón, con el que se casó al año siguiente y lo acompañó en su ascenso al poder. Durante la presidencia de su esposo impulsó el voto femenino, pero fue su labor social dirigida a los humildes lo que la transformó en mito. Murió de cáncer, el 26 de julio de 1952.

Su pensamiento

Párrafos tomados de la publicación que llevó por título: «Mi mensaje»

Autor: Eva Perón

Los enemigos del pueblo

Todos llevamos en la sangre la semilla del egoísmo que nos puede hacer enemigos del pueblo y de su causa. Es necesario aplastarla donde quiera que brote si queremos que alguna vez el mundo alcance el mediodía brillante de los pueblos, si no queremos que vuelva a caer la noche sobre su victoria.

A veces los he visto fríos e insensibles. Declaro con toda la fuerza de mi fanatismo que siempre me repugnaron. Les he sentido frío de sapos o de culebras. Lo único que los mueve es la envidia. No hay que tenerles miedo: la envidia de los sapos nunca pudo tapar el canto de los ruiseñores.

Pero hay que apartarlos del camino. No pueden estar cerca del pueblo ni de los hombres que el pueblo elige para conducirlos. Y menos, pueden ser dirigentes del pueblo. Los dirigentes del pueblo tienen que ser fanáticos del pueblo. Si no, se marean en la altura y no regresan. Yo los he visto también con el mareo de las cumbres.

Los imperialismos

¡Los imperialismos! A Perón y a nuestro pueblo les ha tocado la desgracia del imperialismo capitalista. Yo lo he visto de cerca en sus miserias y en sus crímenes. Se dice defensor de la justicia mientras extiende las garras de su rapiña sobre los bienes de todos los pueblos sometidos a su omnipotencia. Se proclama defensor de la libertad mientras va encadenando a todos los pueblos que de buena o de mala fe tienen que aceptar sus inapelables exigencias.

Los que se entregan

Pero más abominable aún que los imperialistas son los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos. Yo los he conocido también de cerca.

Frente a los imperialismos no sentí otra cosa que la indignación del odio, pero frente a los entregadores de sus pueblos, a ella sumé la infinita indignación de mi desprecio. Muchas veces los he oído disculparse ante mi agresividad irónica y mordaz. «No podemos hacer nada», decían. Los he oído muchas veces; en todos los tonos de la mentira. ¡Mentira! ¡Sí! ¡Mil veces mentira…!

Hay una sola cosa invencible en la tierra: la voluntad de los pueblos. No hay ningún pueblo de la tierra que no pueda ser justo, libre y soberano. «No podemos hacer nada» es lo que dicen todos los gobiernos cobardes de las naciones sometidas. No lo dicen por convencimiento sino por conveniencias.

El hambre y los intereses

El arma de los imperialismos es el hambre. Nosotros, los pueblos sabemos lo que es morir de hambre. El talón de Aquiles del imperialismo son sus intereses. Donde esos intereses del imperialismo se llamen «petróleo» basta, para vencerlos, con echar una piedra en cada pozo.

Donde se llame cobre o estaño basta con que se rompan las máquinas que los extraen de la tierra o que se crucen de brazos los trabajadores explotados… ¡No pueden vencemos! Basta con que nos decidamos. Así quiso que fuese Perón entre nosotros y vencimos. Ya no podrán jamás arrebatarnos nuestra justicia, nuestra libertad y nuestra soberanía. Tendrían que matarnos uno por uno a todos los argentinos. Y eso ya no podrán hacerlo jamás.

 

Historias

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En un clima diplomático tenso, con EE.UU., Eva Perón envió, en 1949, ayuda a los niños negros de Washington.

El acto fue tachado de arrogante y generó pedidos de explicaciones.

Por Rogelio García Lupo

En 1952, cuando falleció, hace ahora medio siglo, muchos aún recordaban en los Estados Unidos que tres años antes Eva Perón había asombrado al mundo político al enviar un avión con ayuda de invierno para los niños pobres de Washington.

Fue en 1949, en medio de un clima de tensión diplomática creciente entre nuestro país y los Estados Unidos, y en vísperas de que Harry Truman asumiera la presidencia. El vicepresidente Truman era un granjero de Missouri a quien la muerte del presidente Franklin Roosevelt depositó en el centro del poder mundial.
Truman arrojó sin titubear la bomba atómica sobre Japón y había dado muestras de que estaba dispuesto a poner a los Estados Unidos a la cabeza del mundo cuando se firmara la paz. Su elección por cuatro años, a partir del 21 de enero de 1949, fue una celebración internacional marcada por la guerra fría ya desatada contra la Unión Soviética y un reconocimiento hacia la mayor potencia. Las principales figuras de la política se hicieron presentes en Washington y todos se sorprendieron al recibir una comunicación de la embajada argentina que informaba sobre un evento que tendría lugar al día siguiente de los festejos oficiales.

Se trataba de la entrega de ropa de invierno para 600 niños pobres residentes en los barrios bajos de la capital.

La donación en nombre de Eva Perón y su Fundación de Ayuda Social había sido gestionada cuidadosamente con el reverendo Ralph Faywatters, quien presidía la Children»s Aid Society, una entidad caritativa que protegía a los niños negros de Washington. Consistía en ropa de abrigo y calzado, fabricados en la Argentina y enviados por avión, lo que sugería la situación apremiante de quienes se beneficiarían con la ayuda.

La reacción del gobierno norteamericano no se hizo esperar y la embajada argentina tuvo que dar explicaciones sobre las intenciones del regalo. Entretanto, el reverendo Faywatters había puesto en acción a otras organizaciones y un total de 27 entidades —en su mayoría de ciudadanos negros— reclamaron su porción del cargamento. La idea de que el gobierno norteamericano podía impedir que los niños pobres obtuvieran su ropa de invierno argentina produjo una rápida agitación entre miles de familias de Washington.

El asunto fue tratado por la prensa internacional. La Agence France Presse describió «una situación que por momentos parecía casi enojosa, debido a la confusión producida por la inesperada noticia» de la donación.

«No hubo intención de demostrar que en un país rico cual es Estados Unidos, hay niños »pobres»», agregó la AFP. Los diarios de la cadena Scripps-Howard no ocultaron su perplejidad y publicaron en docenas de ciudades norteamericanas un comentario donde afirmaban que «la Fundación encabezada por la esposa del presidente argentino no hace las cosas con moneda pequeña ni tampoco peca de falsa modestia».

También trataron el episodio los semanarios de mayor circulación, como Newsweek, bajo el título «Señora» pockets (Señora bolsillos) y Time, que lo encabezó «Helping hand» (Dando una mano), donde no ocultaban que la filantropía peronista transpiraba arrogancia pero había golpeado exactamente en un punto muy sensible, el de la pobreza alarmante de la mayoría negra de Washington.

El reverendo Faywatters, silencioso cómplice de Evita, se hizo cargo de los regalos y retribuyó con una nota oficial donde subrayó que «entendemos ante esta evidencia su deseo (de Eva Perón) de que toda América viva y trabaje unida para bien de su pueblo (y) esta contribución para los niños necesitados está por encima de toda diferencia internacional de opinión política».

El caso quedó cerrado definitivamente y la embajada argentina insistió en que si bien la entrega formal de la donación se había superpuesto con la asunción presidencial de Truman, se trataba de una coincidencia sin propósitos secundarios.

Truman le dio en parte la razón a Evita cuando en su discurso de posesión afirmó que «Estados Unidos sufre el efecto de los precios excesivamente elevados, la producción no cubre aún las necesidades y los salarios mínimos son demasiado bajos, al mismo tiempo que las pequeñas empresas pierden terreno en beneficio de los monopolios». La prosa de Truman anticipaba los cambios en los derechos civiles para los negros aunque faltaban años y mucha sangre para que estos se concretaran definitivamente.

Unos apuntes de Eva Perón hasta ahora inéditos, pertenecientes a la Colección Alberto Casares, revelan cómo siguió personalmente la donación a la Children»s Aid Society y en todo momento fue conciente de su alto contenido político. «Sirva de ejemplo este acto y esta ayuda que lo hacemos con todo el respeto y todo el cariño por el gran pueblo de los Estados Unidos y humildemente le hacemos llegar nuestro granito de arena de ayuda», escribió con su tumultuosa caligrafía. En otro lugar afirma que «este avión argentino que pronto llegará a Estados Unidos representa a la bondad de nuestro conductor y lo que somos capaces de hacer por el desposeído, esté donde esté y se encuentre donde se encuentre».

Pero en Washington la procesión iba por dentro y a nadie se le ocultó que detrás de la prosa protocolar rugía la furia de la mujer más poderosa de la Argentina y sin duda la más famosa en el mundo de su tiempo.

En los dos años siguientes la misma Fundación de Ayuda Social enviaría donaciones semejantes a más de ochenta países, entre los que se incluían naciones europeas devastadas por la guerra, pequeños principados africanos y prácticamente todos los países latinoamericanos. Sin embargo, aquella donación para los niños pobres de Washington D.C. resultó incomparable

 

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