Día del Bombero Voluntario: «Vamos al lugar del que todo el mundo se va»
Todos los 2 de junio se conmemora en homenaje al primer cuerpo, creado en 1884 en La Boca. Conclusión dialogó con varios integrantes del cuerpo local, que compartieron anécdotas y experiencias.
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- Jun 2, 2016
Por Florencia Vizzi
La solidaridad no es un sustantivo o cualidad abstracta. La solidaridad es acción que se ejerce, desde dónde y cómo se puede. A veces en pequeñas dosis, en momentos determinados, en situaciones extremas… es un gesto de amor hacia el otro, no importa quien sea el destinatario del mismo.
Pero, en algunos casos, es tanto una opción como una forma de vida. Así es para los Bomberos Voluntarios, una elección por el prójimo, por tender una mano para ayudar, sin esperar nada a cambio.
El primer cuerpo de Bomberos Voluntarios en la Argentina se conformó en el 2 de junio de 1884, cuando Tomás Liberti creó la «Sociedad Italiana de Bomberos Voluntarios de La Boca», bajo el lema «Querer es poder». En homenaje a ellos, desde el 2001, todos los 2 de junio se celebra el Día del Bombero Voluntario Argentino.
Para acompañarlos en este día, Conclusión conversó con quienes, a diario, ejercen o han ejercido esa profesión cuyo arista principal es una profunda vocación de servicio.
El cuartel de Bomberos Voluntarios de Rosario tiene, como no podía ser de otra manera, un perro al que todos adoran y malcrían, y un bullicio permanente de gente que entra, sale, se saluda, trabaja, se hace bromas, intercambia mates y experiencias, y tienen un común denominador: la afición por ayudar a otros. Cinco son las compañías que rotan los turnos de la noche y los fines de semana, y allí, conviven, con dosis similares, el dolor y alegría .
En el encuentro con Conclusión, hay algo en lo que todos coinciden, con mayor o menor detalle, cuando se les pregunta: «¿Por qué se hicieron bomberos?». La respuesta es similar en todos los casos: «Para ayudar».
Algunos, como en el caso de Giuliano, un joven servidor de 21 años, lo anhelan desde chicos. «Cuando tenía 8 años se incendió el departamento en que viví a-relata- y es desde ese momento que quise ser bombero, dónde había bomberos, yo iba atrás. Y apenas pude, lo hice, me vine al cuartel y arranqué».
De igual forma, Martín, de 25, que al igual que Giuliano es de la última camada que entró, relata: «Siempre quise ayudar, y ésta me parecía una buena forma. El ser bombero abarca muchas cosas, no sólo apagar incendios. A veces la gente te llama para abrir la puerta o para bajar el gato del árbol. Tal vez no sea algo tan grande, a veces son grandes tragedias, a veces son cosas pequeñas, pero sea lo que sea, el que lo padece, está pasando un muy mal momento. Entonces el hecho de poder ayudar a la gente, en su peor momento, yo creo que hace la diferencia, y es algo que me hace feliz, me gratifica. Realmente me gusta».
La llegada de Lisandro interrumpe brevemente la conversación. Con sus 29 años, hace ya seis que integra la fuerza, y con desenfado y una gran sonrisa, exclama: «¡Yo creo que soy bombero porque no tengo todos los patitos en línea!… Es que para ser bombero es como dice la gente, hay que estar un poco loco, por las situaciones que uno vive… pero es algo muy lindo. Porque uno quiere ayudar… y por la adrenalina. Nosotros vamos al lugar de dónde todo el mundo se va, cuando todos salen nosotros entramos. Y a veces, no se sabe si volvemos, ¿no?».
Lisandro reconoce que siente una gran pasión por lo que hace, sobre todo cuando le toca ir a un incendio. «La posibilidad de estar allí y poder salvar la vida de alguien, eso es algo increíble»
— ¿Y que pasa cuando las cosas no salen tan bien? ¿Cuando hay vidas que no pueden salvarse? ¿como les afecta eso?.
— (L) Depende de la situación, no siempre es igual. Algunas veces te afecta más, otras veces menos.
— (G) Es importante aprender a manejar las situaciones y mantener la mente fría. Esto es un trabajo, y para poder hacerlo bien, hay que tener la mente fría… si no, uno no puede actuar como se debe, y eso va en detrimento de lo que se hace. Hay que saber tomarlo con calma, si no, no resistís y terminás pidiendo la baja.
— ¿Sienten miedo a veces?
— (G) El miedo está siempre y está bien que exista, porque es lo que te mantiene a raya, y es lo que hace que uno no le pierda el respeto a la situación, porque si eso pasa, uno puede equivocarse y no responder como corresponde. Hay que lograr superarlo prudentemente y conseguir que la mente no te gane. La parte psicológica es muy importante- explica Carolina, más novata, que integra el cuerpo desde hace un año aproximadamente- Es importante saber reconocer el límite de cada uno, cuando se intenta hacer más de lo que ese límite da, complica la vida propia y la ajena. El que no tiene miedo, te puede llevar a la muerte a todo el grupo. Nuestro trabajo tiene de todo, explica Gustavo- catástrofes, siniestros, inundaciones, incendios, colectas, y las cosas más pequeñas también. Muchas veces te llaman para bajar el gatito del árbol, aunque parezca mentira.
— (L) Una vez llamó una mujer que tenía una nutria en el ropero y estaba desesperada de miedo. No te voy mentir. Entiendo que la señora se sintiera atemorizada por el bicho, pero era gracioso. Lo que no quiere decir que no vayamos. Eso que quede claro, nosotros estamos para todo».
— (M) Una vez, me tocó ir a bajar un pavo real que estaba arriba de un árbol. Tiempo después me enteré que en realidad, los pavos reales duermen arriba de los árboles, así que tal vez no debería haberlo bajado.
La tragedia de calle Salta
Tema obligado de referencia es la terrible explosión ocurrida en Salta 2141, en agosto de 2013, en las que los escuadrones de bomberos y rescatistas, tuvieron un lugar protagónico, durante todos los días que duró el rescate.
«Sin dudas para todos nosotros hubo un antes y un después. Creo que, en realidad, para todos los rosarinos ha sido así. Pero como bomberos, sin dudas que hubo un quiebre», reflexiona Gustavo. «Nunca habíamos vivido algo así… por todo. Por el tipo de tragedia, por la cantidad de muertos, por el desastre que vimos. Imaginate que llegamos y faltaba un edificio… había desaparecido».
En cuanto a como sobrellevó la experiencia, el oficial cuenta que «después de eso, te camina la cabeza, porque es algo que podría haberle pasado a cualquiera de nosotros. Yo quedé obsesionado por ese tema. Fue algo muy intenso, y no fue fácil pasar por eso».
«Además no es fácil trabajar en un caos semejante y con tantas fuerzas que intervinieron, a pesar de que por años, uno se prepara para eso y en teoría sabe lo que tiene que hacer. Hacíamos guardias de 10 horas, moviendo cuerpos y escombros. Cuando se detectaba un fallecido, había que trabajar muy minuciosamente a fin de poder dar con al identidad de esas personas, porque algunos estaban irreconocibles. No fue nada fácil pasar por ello.»
Oscar, que lleva 16 años como bombero, cuenta que cuando ocurrió la tragedia, él estaba con parte de enfermo, tenía una pierna fracturada. «Pero te juro que me moría por estar allí, es tan fuerte lo que uno siente en esos momentos. No podía ir, obviamente, pero todo adentro mío me decía que vaya».
Bombero para toda la vida
Jonatan tiene 38 años y es oriundo de Cañada de Gómez, aunque ya hace unos años que vive en Rosario. Durante 12 años, ejerció como bombero en su ciudad natal, hasta que, decidió pedir la baja, y actualmente, se dedica a la fotografía. Su decisión de apartarse de la fuerza tuvo que ver con sentirse profundamente afectado luego de estar en contacto tan cercano con el dolor ajeno. Aunque reconoce que haber sido bombero siempre será parte de su esencia.
— ¿Por que te hiciste bombero?
— Me hice bombero porque quería estudiar medicina. Y eso se frustró, porque mi familia pasaba por un muy mal momento económico y tuve que salir a trabajar y no tenía los medios para estudiar. Entonces pensé que siendo bombero podía ayudar a la gente y poner en práctica los primeros auxilios médicos. También me pasó algo en el plano personal… en el verano del 95/96 perdí a tres amigos en accidentes de tránsito. Eso influyó bastante en mi decisión… pensé que siendo bombero podía colaborar en esas situaciones, tratando de que no muera más gente. Tratar de salvar la mayor cantidad de vidas posibles en accidentes o siniestro.
— ¿Y por qué pediste la baja del cuerpo?
— Yo me estaba mudando a Rosario, y estaba viendo de pedir el pase. Fue en ese momento que ocurrió la explosión de calle Salta. Entonces, como yo tengo siempre mi equipo encima, me presenté a ayudar. A hacer lo que hiciera falta. Y no pude superar eso. Me tocó mover las camillas con los cuerpos…. Después de eso no quise seguir. Esa fue mi despedida.
— ¿Por qué?
— Pasa que, por ejemplo, en Cañada de Gómez, la cantidad de gente siniestrada y muertos que he tenido que rescatar en accidentes, fue tanta, que le perdí la cuenta. Y hay un momento en que uno dice basta.. Quería dejar de lidiar con el dolor. En algún momento eso pasa. A algunos no, a otros sí. Allá teníamos accidentes todos los fines de semana. Luego me vine a vivir a Rosario, y pasó lo de calle Salta y después de eso no quise seguir.
— ¿Cómo se hace para lidiar con el estress que te producen ese tipo de situaciones?
— Uno se va insensibilizando. Vas, trabajas, escuchas los gritos y la gente sufriendo, haces tu trabajo como podes y te vas. Volvés al cuartel, te cambiás, te vas a tu casa y tratás de olvidarte de todo… y uno empieza a insensibilizarse, y mucho, y llega un momento en que no sentís más nada, y eso no está bueno, para nada. A calle Salta fui por mi cuenta. Tenía el equipo en el auto y me lo puse y me presenté. Sentí la necesidad, cualquiera que sea bombero, va a entender de lo que estoy hablando. Cuando algo así pasa, uno quiere estar, y dar una mano, ayudar…
— ¿Cómo te afectó calle Salta?
— Me afectó después. Fue raro… en general los bomberos estamos en la primera línea, en tragedias en las cuales la gente pierde todo. Cuando fueron las inundaciones en Santa Fe, la gente estaba como loca, y entonces se descarga con nosotros, porque somos la cara visible, se enojan, te putean… En calle Salta fue todo lo contrario, el apoyo, el acompañamiento de la gente… Venían, nos traían cosas, nos regalaban chocolates, y eso era algo impensado, ningún bombero se pensaba que iba a pasar eso. Fue muy impactante la despedida y el agradecimiento que todos demostraron el día que se cerró el operativo, cuando se encontró la última víctima. Y después empieza la etapa de estar más tranquilo y uno empieza a dimensionar lo que pasó y dónde estuvo… el peligro, uno ve como estaba ese edificio, que podía colapsar en cualquier momento, y también el dolor y la muerte. Me han quedado secuelas, ataques de pánico… recién un año después logré cerrar un poco esa herida. Fue muy fuerte realmente.
— ¿Extrañas ser bombero en algún momento?
— Si, a veces. Sobre todo cuando escucho la sirena de los bomberos… cuando la escucho, siento algo que me corre por adentro, por todo el cuerpo. Uno es bombero toda la vida. Esa identidad no se pierde.
— ¿Qué situación recordás en la que hayas sentido miedo?
– El miedo siempre está. Es un mecanismo de alarma, si no tenés miedo no vas a ningún lado. El miedo te alerta. Pero sí me ha pasado estar en situaciones de las que pensé que no salía. Una vez fuimos a un incendio, en una fábrica de muebles, que se había generalizado. Pero logramos entrar, había oscuridad total, yo iba segundo en la línea, y de repente vemos que el caudal de agua baja, no entendíamos por qué. Y cuando nos dimos vuelta, vimos que se había caído todo el techo. Se había caído sobre la línea de la manguera y la estaba estrangulando. Imaginate la situación. Realmente ese día creí que no la contaba, que no íbamos a lograr salir. Después, entre la oscuridad y el humo, divisamos un haz de luz y pudimos salir. Fue la primera vez que sentí miedo de perder la vida en un incendio.
— ¿Cuál fue tu mejor experiencia como integrante de la fuerza?
– La mejor experiencia fue después de un accidente que socorrimos…un accidente grandísimo, en el cual el chofer estaba alcoholizado, e iban tres chicos más en el auto. Uno de los acompañantes quedó totalmente atrapado en el auto, y estuvimos una hora y media para sacarlo, porque no encontrábamos la forma. El chico estuvo consciente todo el tiempo y yo le hablaba… hasta que lo conseguimos y se lo llevó la ambulancia. No supe más nada de él. Sin embargo, mucho tiempo después, años después, fuimos con los bomberos a dar una charla sobre preservación de escena del delito a otra localidad, en un cuartel, y para mi sorpresa me estaba esperando este chico. Había quedado con serias secuelas físicas. Y cuando nos encontramos nos abrazamos y lloramos. Fue una emoción muy fuerte encontrarme con una persona a la que había logrado salvarle la vida.
Casi sin pensarlo, y sin esperar la pregunta, Jonatan relata la situación que recuerda con más tristeza:
— Lo más triste fue también en un accidente. Un accidente frontal en el que un chico quedó atrapado de la cintura para abajo. También estuvimos un tiempo largo para sacarlo, y él estuvo lúcido todo el tiempo, así que yo le hablaba constantemente. Le decía que se quede tranquilo, que iba a estar todo bien. Mientras tratábamos de sacarlo, conversábamos. Finalmente, conseguimos sacarlo, pero cuando lo pusimos en posición horizontal, en la camilla, esa misma herida que estaba presionándolo, se desgarró… el chico entró en shock y se me murió en la ambulancia. Eso fue tremendo.
— ¿Te arrepentís de haber dejado atrás esa etapa de tu vida?
— No, para nada- responde con firmeza- lo que sí extraño, realmente, es que éramos una familia. Más allá de lo operativo, de la acción, de la adrenalina, se extraña la camaradería y el tiempo compartido. En ese sentido, lo extraño mucho. Además, uno vive situaciones en la que el compañero es tu sostén y tu hermano. Sin dudas, allí adentro hay una verdadera familia.