DOMINGO, 17 DE NOV

Se estrecha la unidad entre Judíos y Católicos

Por primera vez, un documento de la Iglesia católica presenta por escrito que ya no pretende convertir a los judíos, confirmó el padre Norbert Hofmann, secretario de la comisión.

La Iglesia católica dio esta semana un nuevo paso adelante hacia los judíos, reconociendo explícitamente que no corresponde intentar convertirles y asegurando con fuerza que el cristianismo no pretendía sustituir al judaísmo.

Sin reconocer a Jesús como «redentor universal», los judíos «tienen una parte en la salvación» divina, aseguró la Comisión para las Relaciones Religiosas con el judaísmo en un documento teológico, nuevo hito en la reconciliación.

«Los judíos son portadores de la palabra de Dios (…). Esto significa concretamente que la Iglesia católica no lleva a cabo ni fomenta ninguna misión institucional dirigida específicamente hacia los judíos», insistió la comisión.

En 2011, Benedicto XVI ya se pronunció contra todo esfuerzo por convertir a los judíos, en un libro de entrevistas donde expresa sus opiniones personales.

Por primera vez, un documento de la Iglesia católica presenta por escrito que ya no pretende convertir a los judíos, confirmó el padre Norbert Hofmann, secretario de la comisión, a la agencia especializada sobre el Vaticano I.Media.

Cada católico sigue siendo libre de manifestar su fe, incluido ante los judíos.

Otra religión del Libro y del Dios único, el islam no cuenta con un reconocimiento equivalente. El vínculo teológico no es el mismo. Para los cristianos, Jesús afirma en el Evangelio que viene a «cumplir» el mensaje de Dios inscrito en el Antiguo Testamento.

«Hay un vínculo particular entre judíos y cristianos que no existe con el islam. Con los judíos, compartimos el Antiguo Testamento. Cristo, la Virgen María, los apóstoles eran judíos», explicó a la AFP el vaticanista español Antonio Pelayo.

Hasta los últimos bancos

Sin embargo, durante mucho tiempo la Iglesia se mantuvo en una postura de menosprecio, incluso de odio, por el «pueblo deicida», acusado de ser responsable de la muerte de Jesús, una enseñanza que contribuyó en Europa a la expansión del antisemitismo y a sus violentas consecuencias, desde los pogromos a la Shoah.

Hizo falta esperar a la declaración histórica del Concilio Vaticano II, «Nostra Aetate» (1965), para que los siglos de menosprecios dejaran paso al respeto y a la abertura de un diálogo.

Esta abertura es una de las consecuencias de un agiornamento de la teología de la Iglesia católica, que ya no habla, como era el caso antes del Concilio Vaticano II, de la condenación eterna para los que no hayan reconocido la divinidad de Jesús.

El rabino David Rose, director para las cuestiones intererreligiosas del Comité judío americano, se congratuló de los recientes avances del diálogo, y en particular del hecho de que la Iglesia tome claramente distancia con «la teología de la sustitución», según la cual Dios habría abandonado a los judíos para interesarse sólo por los cristianos.

Sólo lamentó que el nuevo documento no reconozca «el carácter central que ocupa la tierra de Israel en la vida religiosa, pasado y presente, de los judíos». Un paso que la Santa Sede no está dispuesta a dar, a causa de la cuestión palestina.

Para el británico Edward Kessler, el director de Woolf Institute de Cambridge, la Iglesia debe ahora asegurarse que este positivo avance «no se limite a las élites, sino que llegue hasta los últimos bancos» del fondo de las iglesias, cuando el antijudaísmo sigue estando muy extendido, en particular entre algunos católicos tradicionalistas.

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