A 15 años del último rocanrol del país: el recuerdo latente
El 4 de agosto de 2001, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota dio en el Chateau Carreras el que sería el último show de su historia. Conclusión recuerda aquel momento y al gigante del rock nacional.
- Espectáculos
- Ago 4, 2016
Por Santiago Fraga
«Por mis penas bailas… y por tu soledad«, se despidió la voz del escenario. Sonaron los últimos acordes y la batería de Walter Sidotti terminó por darle el cierre perfecto a la velada. Aquella noche del 4 de agosto de 2001 acababa de terminar uno de los mejores conciertos que habían dado Los Redondos en los últimos años. Nada a los ojos del ricotero común podía hacer avizorar que aquella sería la última de todas las misas.
A 15 años del recital en el estadio Chateau Carreras de Córdoba, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota se ha emplazado como una de las bandas más importantes de la historia del rock argentino. Su capacidad para movilizar a las masas y a pueblos enteros; el idioma en el que le hablaban a aquellos jóvenes marginados de los 80′ y los 90′ que encontraron allí su sentido y su lugar en el mundo; el virtuosismo con el que ejecutaban canciones de ritmos diversos, aunque siempre con el sello ricotero; el amor del pueblo hacia ellos, el rencor de la prensa y el terror de los políticos: Los Redondos consiguieron todos los ingredientes para marcar, a lo grande, un antes y un después.
El 2001 parecía llegar con buenos augurios para la banda del Indio, Skay, Semilla, Walter y Dawi, pese a la grave crisis económica y social que se aproximaba a estallar en la Argentina. Luego de una despedida del 2000 tan exitosa como polémica, con una fecha doble ante 140.000 ‘bombas pequeñitas’ en la cancha de River Plate, el nuevo año los encontraba presentando su noveno material de estudio: Momo Sampler. El estadio Centenario de Montevideo, Uruguay, fue quien tuvo el honor en primer lugar y por partida doble de recibirlos, cuando corría el mes de abril.
Unos tres meses más tarde llegaría la oportunidad para los argentinos. El Chateau Carreras (hoy Mario Kempes) de Córdoba fue el escenario elegido para el regreso a las canchas. Con cierto resquemor de las autoridades; con la prensa sensacionalista totalmente en contra y con los vecinos escandalizados (cóctel que ya había hecho suspender un recital en Olavarría en 1997, otro en Arroyo Seco en 1996 y prohibido el ingreso a ciudades como Mar del Plata -desde 1999-), se pactó el 4 de agosto como fecha a llevarse a cabo.
Para ubicar en contexto el temor instalado en la sociedad respecto de los seguidores de la banda, para el operativo policial se destinaron 2.500 efectivos: el triple que para un clásico entre Belgrano y Talleres de Córdoba. Como no podía ser de otra manera, los diarios, las radios y las televisoras se encargaron de difundir desde las semanas previas el largo prontuario de heridos y detenidos que cargaba tras de sí la banda. Las magistrales palabras de Solari en aquella histórica conferencia de 1997 sirvieron como respuesta a todo aquel que quería “avasallarles el derecho” a esos chicos que sólo querían ir “a escuchar las cosas que a ellos los conmueven«.
Como en cada show ricotero, esa gran familia unida de todos los puntos del país arribó desde el miércoles previo al show. Mientras algunos eligieron parques y plazas como punto de reunión y estadía, otros se volcaron por pueblos cercanos como Santa Cruz, Carlos Paz o Capilla del Monte. Unas 40.000 personas finalmente se darían cita el sábado en el estadio mundialista.
“Estuve y creo que sigo estando, hasta que vuelvan a juntarse y hagan la despedida que se merecen”, aseguró a Conclusión Jorge Boimvaser, periodista autor del libro ‘A brillar mi amor’y asistente a más de 150 misas de Los Redonditos.
Sin inconvenientes, sin desmanes, sin disturbios: los Redonditos de Ricota se despacharían con una lista de 25 temas en donde no sólo presentaron el nuevo disco, sino que repasaron canciones de Último Bondi y clásicos de siempre como “Unos pocos peligros sensatos”, “El pibe de los astilleros”, “Vamos las bandas”, “Mi perro dinamita”, “Queso Ruso”, “Rock para los dientes”, “Preso en mi ciudad” y “Juguetes perdidos”.
“Noticias de ayer”, justamente, se encargó de preceder al pogo más grande del mundo, “Ji ji ji”, en la lista de temas. Como si ellos ya lo hubieran decidido de antemano y supieran que esa sería la última vez que se presentarían ante esa legión de fieles, insólitamente salieron nuevamente al escenario e interpretaron “Un ángel para tu soledad”.
“Cuando fui a Córdoba no tenía idea de que esa sería la última vez. Yo me preguntaba en aquellos tiempos, después de haber salido de los pubs, de aquellos primeros lugares de los 80′, Cemento, los Obras, haber llegado a River, Uruguay; ¿y ahora qué? Había una sensación de como que uno ya había cumplido, pero estaba la pregunta de ‘ahora cómo sigue‘”, sostuvo Boimvaser, que aquella noche se fue a dormir como si ella fuera una más.
¿Y ahora qué?
Tiempo más tarde, la banda anunciaría un recital para el 8 de diciembre de 2001 en el Club Atlético Unión de Santa Fe, que nunca se realizó. La banda se tomaría un “año sabático” que terminaría siendo eterno. Una despedida que no fue tan dulce.
“Nunca me imaginé que se iban a largar solistas”, contó el periodista, quien conoce en primera persona el mundo ricotero. “Yo pensaba que iba a ser algo como en su momento hicieron los Rolling de andar cada uno por su cuenta un tiempo. Skay estaba preparando muy en secreto A través del Mar de los Sargazos. Para ese entonces ya habían pasado meses sin tocar y uno se fue acostumbrando a eso, hasta que se dio esa pelea que uno no quería ni ver ni recordar”, agregó.
Esa pelea, a la que él describe como cuando dos padres separados se pelean en frente de su hijo por ver quién tiene la culpa, fue uno de los detonantes para alejar la posibilidad de una reunión entre Los Redondos, aunque él asegurá que la esperanza siempre está: “La esperanza está, la vida está, pero la vida no es eterna, que lo tengan en cuenta Los chicos, la generación que vino detrás, merecen verlos a todos juntos”.
Aquellos jóvenes que en aquel entonces se escapaban de sus casas o tenían sus primeros viajes son los mismos ‘viejos’ que hoy concurren como devotos a la tradicional misa de ver al Indio, como cuando Los Redondos tocaban en los grande estadios, o de ver al Flaco Skay, como cuando se presentaban en los clubes y pubs que se dispusieran. Cada uno arrastró su esencia, incluídos Semilla Bucciarelli y Sergio Dawi, y con ello podemos decir que Los Redondos nunca se dividieron, sino que se multiplicaron.
De la misma manera, nunca se dividieron sus seguidores, ni han desaparecido. Por el contrario, las generaciones siguientes, aún con el pesar de nunca haberlos visto, pregonan el amor por la filosofía redonda tal como lo hacían aquellos chicos que hoy son sus padres, abuelos, tíos o vecinos.
“Lo principal es que tus hijos, tus nietos, tus bisnietos, en algún momento lo que van a querer escuchar es la obra de ellos, y no sólo está intacta, sino que el tiempo la refleja cada día más. Tiene una actualidad y una vigencia permanente, y eso es lo que nos queda de su legado”, dijo Boimvaser, que a sus 64 años sueña todavía con verlos juntarse en el bar Finisterre y que acuerden tocar una vez más.
Los Redondos se han ido, pero le han dejado un legado y un recuerdo enorme a la vida de cientos de miles de personas, además de una marca a fuego a la historia del rock argentino. «Chau nene, gracias. Chau chau…»
Bombas pequeñitas
“En vez de bajarles línea, a los chicos hay que escucharlos; porque en sus nervios hay mucha más información del futuro que la que los tipos de nuestra edad pueden tener como para aconsejarlos«, supo decir Carlos ‘el Indio’ Solari ante los micrófonos. Lo hicieron con Los Redondos e intentaron hacerlo con él como solista, pero no lo han logrado: la prensa supo pegarle al grupo estigmatizando a sus fans, pero como dice Jorge: “el recuerdo que queda es mucho más fuerte que ese sensacionalismo”.
“Yo en aquel entonces, cuando me llamaban de los medios después de los recitales, les decía: No le peguen a los chicos, no busquen bardo. Puede siempre haber el problema de que alguno se quería colar sin entrada, pero lo que queda de la historia de Los Redondos no es la mierda del sensacionalismo amarillo de los Crónica de ese entonces que buscaban sangre a toda costa. El recuerdo que queda es mucho más fuerte”, disparó Boimvaser.
En sus épocas siguiendo a Los Redondos, como devoto y periodista, le ha tocado ver en primera persona diversas operaciones, como por ejemplo relató: “Una cosa que viví era el ejercito de caranchos, de cuervos, abogados, que buscaban padres que pusieran pibes en el medio de los quilombos para después hacer juicios, y ese tipo de cosas. Ese es un trasfondo que ni siquiera se comentó”.
En ese mismo sentido, los recitales de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota fueron utilizados, incluso, para conveniencias políticas: “Los quilombos de Mar del Plata (NdR: en 1999, a partir de los cuales el intendente, Elio Aprile, llegó a prohibirles que regresen pos recital) fueron orquestados por el intendente, quien le dio órdenes a los policías para que busquen un pretexto para justificar que la poca concurrencia de turismo en temporada baja se debía a las jaurías ricoteras que se adueñaban del lugar y que la gente le tenían miedo. A mí me anticiparon antes del recital que iba a haber quilombo”.
En aquella última noche en Córdoba, el santafesino Julio Filipi, de 31 años, perdería la vida luego de sufrir varios paros cardíacos tras caer a uno de los fosos del estadio. Un accidente, nada comparable con situaciones como los episodios violentos en River, o la muerte en manos de la policía del joven Walter Bulacio en 1991, en Obras.
Los Redondos también tuvieron que sortear contra ello, y manejándose de manera independiente lograron posicionarse por su cuenta en el inconsciente colectivo de cientos de miles de argentinos, que todavía permanecen con la esperanza de que, alguna vez, y aunque sea una vez, se vuelvan a juntar.