VIERNES, 29 DE NOV

El legado musical de Alberto Ginastera

A cien años de su nacimiento, que se cumplen este 10 de abril, su figura se agiganta y se fortalece como uno de los artistas argentinos más influyentes del siglo pasado.

Alberto Ginastera, uno de los músicos y compositores argentinos más trascendentes del siglo XX, de cuyo nacimiento mañana se cumplen cien años, es una figura con la potencia y la complejidad suficiente para sintetizar el persistente tópico entre el nacionalismo y el universalismo en la música, entre los que fue jalonado su figura.
Encuadrado bajo el temperamento del nacionalismo, en especial en sus primeros años por su apelación a cadencias, ritmos y formas ya reconocidas en la cultura de su país (que llevaban implícita -en muchos casos- una cita a la cultura europea arrastrada por la inmigración), Ginastera fusionó ese universo con prácticas y técnicas modeladas en otras orillas. Aun señalado a veces como conservador, empujó sin embargo -en el plano sonoro pero también en el político y social- gestos de vanguardia y de provocación.
Autor de tres óperas y maestro de Astor Piazzolla, Ginastera forjó una obra compleja que ha sido sometida a un cuestionable clivaje y presentada en tres períodos: 1) nacionalismo objetivo (1934-1947), caracterizada por el empleo de los temas del folclore dentro de la tradición de la música tonal; 2) nacionalismo subjetivo (1947-1957), en la que integra símbolos subjetivos que crean un estilo y; 3) neoexpresionismo (1958-1983), en el que combina elementos de vanguardia como surrealismo mágico y el método dodecafónico.
Nacido en Buenos Aires el 11 de abril de 1916, se graduó en el conservatorio Nacional de Música en 1938, obteniendo las más altas calificaciones. Pero, un año antes, en 1937, dio a conocer la «suite» de ballet «Panambí» presentada integralmente en el teatro Colón en 1940 y que estuvo marcada por la audición de «La consagración de la Primavera», de Igor Stravinsky.
En 1945 viajó a los Estados Unidos en uso de una beca de la Fundación Guggenheim. Allí permaneció 15 meses, recibió importantes distinciones y se hizo conocido al escribir «Sonata» para piano, del Carnegie Institute y Pennsylvania College for Women para el Festival de Música Contemporánea de Pittsburg (1952) y «Pampeana Nro. 3» para Orquesta de Louisville (1954), entre otras.
También compuso «Cuarteto de Cuerdas Nro. 2» para la Fundación Elizabeth Sprague Coolidge en la Biblioteca del Congreso de Washington (1958) y «Cantata para América Mágica» para la Fundación Fromm (1960), «Concierto» para piano y orquesta para la Fundación Musical Serge Kussevitzky de la Biblioteca del Congreso de Washington (1961) y «Concierto» para violín y orquesta, para la New York Philarmonic Orchestra en celebración de la temporada inaugural del Lincoln Center (1963).
Con el estreno del «Cuarteto de cuerdas Nro. 1» en el XXV Festival de la Sociedad Internacional de Música Contemporánea que tuvo lugar en Francfort, en 1951, tuvo su primer éxito en Europa.
Las «Variaciones Concertantes», escuchadas frecuentemente en importantes ciudades europeas y americanas e incorporadas por Igor Markevitch a su curso de dirección orquestral del Mozarteum de Salzburgo, fueron encargadas en 1953 por la Asociación Amigos de la Música de Buenos Aires. Con esa obra, además, conquistó el Premio Cinzano en 1957 y esa misma partitura fue utilizada posteriormente para el ballet en realizaciones coreográficas de John Taras, Patricio Bunster y Paul Grinwis.
El Mozarteum Argentino y la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires le encargaron, asimismo, el «Quinteto» para piano y cuerdas, dado a conocer por el quinteto Chigiano en el XXVI Festival de Música Contemporánea de Venecia y la ópera «Don Rodrigo», estrenada en 1964 en el Colón.
El 19 de mayo de 1967 estrenó la ópera «Bormazo» en el Lisner Auditórium de Washington, obra que luego fue representada en otros centros de los Estados Unidos, Alemania, Suiza e Inglaterra. En la Argentina fue prohibida por el gobierno de Juan Carlos de Onganía. Parecido derrotero ocurrió durante el gobierno de Alejandro Lanusse con su segunda ópera «Beatrix Cenci», que este año inauguró la temporada del Teatro Colón.
Ginastera fue conocido fuera del mundo académico cuando el grupo de rock progresivo-sinfónico Emerson, Lake and Palmer adaptó el cuarto movimiento de su Primer Concierto para Piano y lo grabó en su popular álbum Brain Salad Surgery con el nombre de Toccata. El argentino alentó esa grabación.
Fundó y organizó tres importantes instituciones: el Conservatorio de Música y Arte Escénico de la Provincia de Buenos Aires, la Facultad de Artes y Ciencias Musicales de la Universidad Católica Argentina y también ocupó un lugar clave en la usina creativa que constituyó el Instituto Di Tella, como parte del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (CLAEM), que funcionó entre 1961 y 1971.
El músico argentino por excelencia asociado a la vanguardia era Juan Carlos Paz, pero su rechazo por la institucionalización decantó en la natural designación de Ginastera en ese lugar.
Ginastera encarnaba la academia y Paz a las nuevas estéticas y la difusión de la música nueva. Paz lo fustigaba por «el empleo de ritmos populares y folclóricos en una ilusoria independencia de las influencias extraterritoriales, pero que no hizo más que utilizar técnicas de escuelas nacionales que ya cumplieron su ciclo en Europa hace décadas». Sin embargo, la obra de Ginastera no resistía ese reduccionismo.
Su muerte ocurrió en Ginebra, donde se hallaba radicado, el 25 de junio de 1983, y le arrebató la intención de componer «Barrabás», proyectada como su cuarta ópera.

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