DOMINGO, 03 DE NOV

A los 92 años, murió la fotógrafa Sara Facio: el lente que capturó la historia de un país

Desde María Elena Walsh, Julio Cortázar y Alejandra Pizarnik hasta los “muchachos peronistas”, todos ellos pasaron por el lente de Sara Facio, una fotógrafa nacida el 18 de abril de 1932 que supo retratar a algunos de los personajes y momentos más trascendentes del país.

Por Florencia Vizzi

La fotógrafa Sara Facio falleció este martes, a los 92 años, en San Isidro, provincia de Buenos Aires. A través de su lente, la artista capturó de forma única momentos y personajes que marcaron una época: es autora de retratos de María Elena Walsh –de quien fue pareja por más de treinta años–, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Astor Piazzolla y Alejandra Pizarnik, entre otros.

Emblemática, autoritaria y provocadora son algunos de los tantos adjetivos que suelen preceder o suceder el nombre Sara Facio. Es probable que algunos sean muy apropiados y otros, en cambio, absolutamente erróneos. Lo cierto, lo que no tiene discusión, es que la historia de la fotografía argentina y latinoamericana nunca podrá ser contada sin pasar por ese nombre.

El lente de Sara fue testigo de algunos de los sucesos políticos más trascendentes de Argentina. Las imágenes del retorno de Perón a la Argentina, y de sus funerales poco tiempo después, constituyen, hasta el día de hoy, algunos de los símbolos más poderosos de esos convulsionados años de la vida política argentina y de la profunda relación del líder con su pueblo. Y todo esto viniendo de alguien a quien no podría tildarse exactamente de peronista.

En abril del 2016, la fotógrafa visitó Rosario, donde inauguró una muestra en el Espacio Cultural Universitario (ECU) y fue nombrada Profesora Honoraria de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). En este marco, la artista habló con Conclusión.

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“Yo me enojaba porque no ponían mi nombre cuando usaban mis fotos, y María Elena (Walsh) siempre me decía ‘a mí me da una enorme alegría cuando tocan una canción mía y no dicen de quién es, porque eso quiere decir que ya la gente se ha apropiado de ella’, y después, cuando lo pensé, me dije ‘tiene razón’”, recordó la fotógrafa.

El viernes 1 de abril de 2016, Sara Facio visitó la ciudad para ser nombrada Profesora Honoraria de la Universidad Nacional de Rosario. Mientras recorría su muestra, reía con mucha facilidad, y exhibía una vitalidad asombrosa. Caminaba entre los paneles rodeada de periodistas y fotógrafos que no  le daban tregua a los disparadores de sus cámaras. Alguien le preguntó: “¿Qué se siente estar del otro lado?”, y ella, con la franqueza que siempre la ha caracterizado, respondió: “Y, es horrible la verdad”. No parecía importarle demasiado lo que pensaran los que estaban allí, pero era amable y solícita, y se prestaba al juego de sus pares para componer imágenes con sus propias fotografías, y relatar pequeños detalles detrás de esos instantes capturados para siempre por su mirada.

Mientras caminaba su propia muestra, se detenía a conversar con los periodistas. Contó que seguía trabajando, si bien ya no se dedicaba a hacer fotos: “Escribo mucho, por suerte me piden colaboraciones todo el tiempo, para diarios y revistas especializadas, aquí y en el extranjero; armo catálogos, curadurías, y me la paso mirando fotos, algo que me gusta mucho”.

“Claro que los fotógrafos tienen una manera particular de mirar –afirmó cuando la interrogaron– eso es lo que hace que se destaquen, cuando tienen esa mirada, es cuando son realmente buenos”.

Las fotos de Sara funden la historia, el fotoperiodismo y el arte. Allí nada falta, en cuanto a composición, técnica o iluminación, pero, sobre todo, se perciben los momentos íntimos capturados en cada retrato, las pasiones y los dolores, las bellezas y horrores sugeridos, con toda sutileza y en todas sus formas.

La artífice de esas imágenes reconoció que, a veces, al volver a algunas de esas fotografías, se conmovía: “Claro que algunas me emocionan, porque con muchos de ellos tenía una amistad, no es que les saqué las fotos y nada más… Y hay otros, que cuando los retraté nadie sabía quiénes eran, y ahora son famosos… Vargas Llosa, por ejemplo, cuando hice su foto, era un chico, y hoy es un premio Nobel y hasta está casado con una vedette”.

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Asimismo, Facio también se mostró lapidaria sobre las nuevas tecnologías y el desprestigio de la profesión. “Es cierto que cualquiera puede hacer fotos, pero no cualquiera puede ser fotógrafo. Ahora bien, para ser fotógrafo hay una entrega diferente, hay que dedicarse, dedicarse en serio y entregarse, y estudiar, y mirar todo el tiempo, y no creer que las fotos que uno saca son las mejores. Hay que mirar lo que hacen los otros y ser muy autocrítico. Yo tuve la suerte de trabajar de entrada con mi socia, Alicia (D’Amico), las dos con la misma formación. Cuando hacíamos un reportaje, entonces poníamos todas las fotos sobre la mesa y hacíamos de jurado, cuál era la mejor, no importaba de quien fuera la foto, lo importante era que el reportaje sea bueno”.

En relación a ello también agregó: “Me parece que hay una búsqueda y una apertura muy, muy grande, y eso hace que sea más difícil mostrar hoy en día quién es un verdadero artista, porque hay mucha distracción, y hay gente que se cree que es artista, porque tiene más originalidad para buscar algún tema o para impactar”.

Esa conversación parecía tener más sentido cuando se estaba rodeado por los icónicos retratos de Cortázar, de Borges, de Vargas Llosa, cuando puede rememorarse la brutal violencia de la masacre de Ezeiza o la más pura poesía reflejada en esos paisajes que la contienen por partes.

¿Qué es lo que legitima a alguien como fotógrafo? Sara sonrió y respondió sin dudar: “Lo que legitima a un fotógrafo es el tiempo, nada más. El jurado más grande y más imparcial es el tiempo. Si las cosas perduran, música, película, fotos, libros, es porque tienen valor… allí están Beethoven, Shakespeare y tantos otros para dar testimonio de ello”.

“Yo nunca tuve vocación de enseñar, de ser docente –confesó– y a lo largo de mi vida me he dado cuenta que he hecho docencia desde el primer día, porque no hay un día en que no me paren en la calle, o en que no reciba un mail en el que me dicen cuánto han aprendido de fotografía a través de mí, o que se interesaron en la fotografía por mí, por un libro mío o por un catálogo. Eso es maravilloso”.

Durante la charla, Sara recordó su primer encuentro con la fotografía: “Vi una exposición de fotos de Otto Steiner, el creador de la fotografía subjetiva, y vi fotos de la realidad, pero vista de otra forma, o sea que había una creación de imágenes, y vi una forma de mirar muy diferente. Y me pareció que eso era muy creativo y comprendí que con la fotografía se podía hacer arte, entonces, como yo era una chica muy joven y vital, me dije: que lindo estar por la calle haciendo fotos y no encerrada en un estudio pintando, sola. Así empecé a hacer fotos, así, mirando, tratando de reflejar eso que a mí me atraía. Que eso después le guste a la gente, es una lotería, realmente”.

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