Día del Scout: el movimiento de jóvenes más grande de Argentina sigue dando su Siempre Listos en Rosario

El movimiento scout abraza a más de 80 mil personas en todo el país, educando niños, jóvenes y adultos para ser ciudadanos comprometidos con el mundo que los rodea y dejarlo en mejores condiciones que como lo encontraron.

 

Segunda mitad de junio, 1982. Islas Malvinas. El viento sopla gélido en Puerto Argentino, y un garrote que por momentos se reduce a garúa azota al centenar de prisioneros de guerra en el puerto. Los soldados argentinos formaron cinco filas en el embarcadero, preparados para subir a un buque que los llevaría de regreso al continente. Héctor Carrer, de apenas 16 años en aquel entonces, arrastra a los borceguíes, cansado, soportando el peso de los dos meses de barro y guerra en sus ropas. Años más tarde, dirá a Conclusión que el peso de la derrota en la guerra se concentraba en el cuero mojado por semanas de sus zapatos.

En cada fila, un oficial británico que hablaba un castellano argentino preguntaba a cada prisionero el grado y unidad a la que pertenecía el soldado de turno: “Soldado. Compañía Ingeniero de Combate 601”, respondió prolijamente Carrer, cual autómata. El británico le indicó por dónde debía seguir la fila y acto seguido, el compañero que estaba delante suyo formado le dijo que estaban quitándole las pertenencias personales a los prisioneros que embarcaban. Carrer se apretó instintivamente contra el pecho las pocas pertenencias que tenía: un flaco puñado de cartas que había recibido durante la campaña defendiendo la soberanía de su país, un calendario improvisado en una hoja mugrienta de cuaderno y el pañuelo de su grupo scout, con el perfume casi a punto de desvanecerse de Mariana, quien fuese su novia en tierra firme, colgando del cuello.

Varios pasos adelante, le llegó el turno de la requisa y el encargado, que no hablaba español, abrió el abrigo de Héctor, palpó sus bolsillos y clavó los ojos con perplejidad en el mugriento pañuelo que llevaba, y luego en los ojos del soldado argentino: “¿Scout? ¿Boy Scout?”, preguntó dudoso. Héctor afirmó con la cabeza, sin entender muy bien las intenciones del europeo, y contestó con firmeza: “Si, scout”. Su inquisidor sonrió, tal vez sonriendo más a quien fue en otra época que a sí mismo, y tocó una vez más el pañuelo, volvió a palpar los bolsillos donde el adolescente llevaba las cartas y, cerrando el abrigo le dijo en voz muy baja: “It’s okey, scout”, y lo dejó marchar con sus cosas. 40 años después, Héctor Carrer es consultor educativo de la Oficina Scout Mundial y cada 5 de septiembre celebra su día, el Día del Scout.

El movimiento scout es el movimiento educativo de jóvenes más importante del mundo, con decenas de millones de niños, niñas y adolescentes integrando sus filas en la enorme mayoría de los países del globo, dedicados a la formación en valores inspirados en la solidaridad, la responsabilidad y el compromiso social en el marco del contacto con la naturaleza.

 

Sólo en Argentina, el escultismo tiene un millar de afiliados a la organización Scouts de Argentina Asociación Civil (Saac), con grupos scouts regados por todo el país, desde Ushuaia hasta La Quiaca. «El movimiento scout es un movimiento que tiene  más de 100 años a nivel mundial y en Argentina estamos nucleados en Saac, que es la organización más grande del país”, explicó a Conclusión el director de la Zona 19, división territorial de Saac correspondiente a la mitad sur de la provincia de Santa Fe, Diego Ramírez, y señaló que en la actualidad la asociación consta con más de 80.000 miembros, mientras que en Rosario “somos más de 1500 scouts dispersos en distintos barrios de la ciudad».

La función social del movimiento scout, según definió el propio Robert Baden Powellfundador del Movimiento Scout Mundial– en el libro “Escultismo para Muchachos”, “reemplazar el egoísmo por el servicio, hacer que los jóvenes sean eficientes individual, moral y físicamente, con el propósito de usar esa eficiencia en beneficio de la comunidad”.

 

 

Los elementos educativos sobre los que se apoya el movimiento scout son muy concretos, pero con la potencia de constituir un estilo de vida: la Ley Scout -decálogo de reglas o máximas sobre las cuales los jóvenes deben basar su comportamiento-, la Promesa -el juramento de cumplir y hacer cumplir entre sus hermanos scouts la Ley del Movimiento- y el Método Scout, que no es otra cosa que la aplicación práctica de las dos anteriores por medio de un diverso sistema de juegos, prácticas y oportunidades educativas que tienen como objetivo nada más y nada menos que el “aprender haciendo” una serie de habilidades sociales, físicas y prácticas, en el escenario de la naturaleza, destinadas al descubrimiento de la mejor versión de cada individuo para después ponerlas al servicio de los demás.

Emmanuel Fiore, asistente zonal de juventudes de la Zona 19, afirmó a Conclusión que “cuando decimos que el movimiento scout es un estilo de vida, no es sólo una frase o un eslogan que nosotros tenemos, es de verdad. Sábado a sábado (dìa en los que comúnmente los grupos hacen sus actividades), uno va aprendiendo pequeñas cosas” y profundizó: “Valorar lo simple, a ser amigos de todos, a conocernos nosotros mismos con nuestro cuerpo, nuestra mente, aprender a respetar al otro, ser líderes, aprendemos a cuidar la naturaleza, a ser inteligentes e ingeniosos», enumeró el joven.

Fiore es scout desde 2007 en el grupo Juan Pablo II, ubicado en Omar Carrasco 4955, y apuntó que “viví muchas experiencias que, sin darme cuenta, me marcaron en la vida” como por ejemplo acampar con sus amigos, en soledad, aprender a hacer construcciones con troncos, interpretar un mapa o subir escarpadas montañas: «A los 11 años yo formé los grandes amigos que hoy en día tengo. Uno no dimensiona lo importante y qué tantas cosas me dio el movimiento scout, mis grandes hermanos al día de hoy son del Movimiento Scout”.

«Lo que me apasiona del grupo scout es la calidez que siento cuando voy a una actividad. Somos un grupo muy grande, con muchas personas que con algunos sólo nos vemos los sábados pero siempre está esa calidez. Somos una familia muy grande», apuntó a Conclusión la joven Ana Ivarz, integrante del grupo scout “San Antonio de Padua”, más conocido como “El Treinta”. Con casi 84 años de existencia, el grupo scout es el más longevo de la ciudad y tiene lugar en la diagonal Río Negro 6150.

 

 

Cada sábado desde hace doce años, Ana se pone el pañuelo -símbolo por antonomasia de los miembros del movimiento scout, con colores que definen a cada grupo scout de forma única y sensible- para ir a las actividades scouts y definió ser scout como «levantarse todos los días y tener ganas de hacer cosas para mejorar el entorno, el planeta, para mejorar la relación con los demás. Es uno de los pilares de mi vida«.

Según Ramírez, «tener la oportunidad de participar del movimiento scout, en el contexto que venimos viviendo, es fundamental», y continuó: «En los grupos scouts, los niños, niñas y jóvenes encuentran un lugar de contención donde se puede trabajar distintos valores como la solidaridad, la empatía, la valoración del trabajo. Creemos que es fundamental para los tiempos en los que vivimos a nivel regional darle la oportunidad a los chicos de salir de las calles para emprender un camino de juego pero además de actividad, aprendizaje y de servicio a la comunidad».

 

 

Según Fiore, «lo más importante del Movimiento Scout es que es una gran hermandad mundial. Hay muchas cosas que nos hacen únicos a los scouts». Tal vez por eso el soldado inglés le permitió a Carrer continuar su paso y conservar sus cosas hasta llegar a tierra firme: porque en el fondo, por más que hablaran diferentes lenguas y fueran enemigos declarados en una guerra dispar, el pañuelo de un scout es símbolo de que enfrente se tiene a un hermano. A una persona laboriosa y optimista aún en las dificultades. A alguien en quien confiar.

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