Rosario sin secretos y el ferrocarril: amores y sinsabores de un «camino de hierro»
El 5 de septiembre de 1854, el ingeniero norteamericano Allan Campbell, le propuso al presidente Justo José de Urquiza, realizar el estudio del trazado completo de una línea ferroviaria entre Rosario y Córdoba, Pero, ¿cual fue el derrotero de esas planos hasta que, finalmente, se concretó? ¿Como fue el entramado de esta historia de vías e intenciones, buenas y de las otras? Conocé todos esos detalles de la mano de Graciela Molina.
- Ciudad
- Por Graciela Molina
- Sep 5, 2024
Wheelwright es, por antonomasia, sinónimo de ferrocarril. Sin embargo, curioseando en el pasado, a veces se descubren jugosos entramados que nos develan otras realidades. ¡Bienvenidos al tren!
El ferrocarril, el puerto, el comercio hicieron de Rosario un verdadero imperio que creció exponencial y aceleradamente a un ritmo dinámico y sostenido. Sin dudas que Williams Wheelwright ha cosechado todas las palmas en esta férrea historia, pero justo es reconocer algunos datos más de su origen.
El ingeniero norteamericano Allan Campbell, que nació en el año de nuestra independencia, traía consigo los mejores pergaminos internacionales sobre su sapiencia en obras de ferrocarriles.
Corría el año 1854, trascurridos apenas dos de la declaratoria de ciudad, cuando un día como hoy, 5 de septiembre, le propuso al entonces presidente de la Confederación Argentina, el capitán general Justo José de Urquiza, realizar el estudio del trazado completo de una línea ferroviaria entre Rosario y Córdoba, inspirado en algunas propuestas de 1835 del riojano Timoteo Cristóbal Gordillo, el fundador del servicio de galeras (carretas y diligencias) Mensajerías Argentinas. En este punto, bueno es recordar que este era el nombre original de la calle Juan Manuel de Rosas, que le ganó la pulseada política al pronunciamiento de Urquiza contra el Restaurador de las Leyes del 25 de Diciembre de 1851.
Volvamos al andén y sigamos con Campbell quien estuvo en esta ciudad y paró en una casa ubicada en la vereda norte de Santa Fe al 700, donde bocetó y trazó los primeros planos de esa vía de comunicación entre la Cuna de la Bandera y la Docta. Una placa casi ilegible recuerda que en ese solar también vivió Eudoro Carrasco quien, junto a su hijo Gabriel, inspiraron con su bendita decisión de contar lo urbano, a tantos juglares vernáculos.
Así fue entonces que, un año y dos meses después de este aniversario que recordamos eset jueves, Campbell presentó en Rosario su «Informe sobre un ferrocarril entre Córdoba y el río Paraná», que vendríamos a ser nosotros. Pasó mucha agua bajo el puente, o mejor dicho, sobre los rieles…
La cuestión que, también un 5 de septiembre (esas jugarretas del destino), el Congreso Nacional vota, ocho años después, la ley autorizando el contrato de construcción de las vías para unir Rosario y Córdoba.
¿Qué pasó en el interín? En 1857 William Wheelwright se había apropiado de los documentos de Campbell dejándolo «en la vía». En un país en el que aún la palabra inflación era desconocida, el monto establecido originalmente para la obra se duplicó, y a pesar que la ley garantizaba a la empresa un 7% de interés por la obra, quitó del pliego las tierras aledañas que debía entregar a los costados de la vía. Estos obstáculos ponían en peligro la concreción de la obra, y ahí entraron a tallar los propietarios y comerciantes del Rosario que veían el beneficio que se avecinaba.
Encabezados por el dueño de uno de los primeros muelles, Aaron Castellanos, salieron a peticionar su realización.
La ley pedía al contratista una caución de 1.700.000 pesos fuertes que ni Castellanos, ni los comerciantes y ni siquiera el empresario del apellido complicado podían hacer frente, por lo que se negó la petición.
Sin embargo, el gobierno terminará autorizando la obra a la empresa con sede en Londres (a la que cede alrededor de 2 millones de hectáreas a los costados del trazado, tierras compradas a precio de desierto y vendidas a valor de country…), la exonera del pago de caución y se hace cargo, con fondos públicos, de la obra privada.
Cualquier semejanza con otras épocas de nuestra convulsionada historia, es pura coincidencia, o falta de ejercicio de memoria