Rosario sin secretos: el día en que el «amor» casi mató a Sarmiento, según sus propias palabras

En el Día del Maestro, Graciela Molina revela una historia casi desconocida que el propio Sarmiento cuenta en sus obras completas.

 

En recuerdo de la fecha en la que murió Domingo Faustino Sarmiento (¿necrofílicos los argentinos?), este miércoles 11 de septiembre se celebra el Día del Maestro. Sin dudas que Maestro es aquel que deja huellas, y si quedan por escrito, ¡mucho más!

En sus Obras Completas, el mismo Sarmiento confiesa que el día en que lo recibieron, fue el más grato de su vida. Tal vez a eso se debió la decisión de velar sus restos en la plaza 25 de Mayo, cuando fueron repatriados hacia Buenos Aires en 1888, colocando sus féretro al pie del Monumento a la Independencia o Columna de la Libertad, obra de Alejandro Biggi.

Libertad o Independencia que sustituyeron a la Pirámide de la Constitución, de Demetrio Isola. (Digresión: ¿se puede honrar la Libertad y la Independencia sobre la demolición de la Constitución? Qué suerte que al menos, a este agrimensor y arquitecto se le dedicó un pasaje con su nombre a la altura de Abanderado Grandoli al 4600!)

Volviendo a Sarmiento, en sus obras completas confesó que aquel día “fue el más grato de su vida”, y lo dejó por escrito. “El juez de paz, D. Marcelino Bayo, y los comerciantes vecinos acudieron al acto y la hospitalidad más exquisita y la voluntad popular se puso a disposición. Un señor Maldonado, vecino, me decía: Esa gente que pasa mirando, es por verlo, porque todos saben que ha llegado. Los escritos de usted lo saben de memoria todos. Argirópolis lo tienen hasta los soldados y los que nada han leído saben por La Gaceta, que es Ud. el enemigo más temible que ha tenido Rosas. La noche llegaba; oyóse resonar la música a lo lejos y, aproximándose cada vez más y más, entraron en las piezas de habitación de la casa de Santa Coloma, el juez, el cura, el comandante, seguidos de todos los oficiales, de dos sacerdotes más, de todas las personas visibles de la población, ocupando la calle, zaguanes, etc., el batallón de milicias, las mujeres, los niños del lugar. Era una manifestación, una serenata. El lector creerá que la fatuidad de ser objeto de ella se apoderó de mí. Yo no vi más que el peligro de ese paso, y traté de precaverme, desde luego. Algún entusiasta salió a la puerta y gritó: ¡Viva el general Urquiza, el libertador de la Confederación Argentina! ¡Viva el coronel Sarmiento, el defensor de los derechos de los pueblos, el amigo del Rosario!… ¡Bárbaros! Me decía yo a estos gritos a que respondía la multitud con descargas cerradas de vivas, ¡Me están asesinando! ¡Me van a sofocar con sus abrazos! Y los gritos seguían, y lo que era peor es que el orador popular, un militar, decía cosas muy buenas y sentidas. Yo me acerqué al juez, y sucesivamente al cura y al jefe militar, y casi al oído le di las gracias por aquella manifestación… uno de los circunstantes se me acercó y me dijo que todos querían oírme hablar… dije a cada uno que estaba conmovido, que no podría pronunciar dos palabras, porque insistían… Al fin, tome el partido de dirigirme hacia la puerta, arrastrarlos hacia la calle, acompañarlos hasta la plaza, despedirlos y disolver la reunión. Esa noche y al día siguiente Maldonado y varios otros, vinieron a decirme que habían quedado todos pesarosos y algunos un poco descontentos de que no hubiese querido dirigirles la palabra. Para complacerlos… para probar que la prensa estaba lista en tierra, aprovechando el día que era la víspera de año nuevo, y la novedad de un impreso datado en Rosario, di a componer una carta dirigida a los vecinos…”

Y así lo hizo, “para que su nombre se asocie al recuerdo del día más feliz para un pueblo civilizado i es aquel en que se erigió la PRIMERA IMPRENTA, i sus millares de lenguas llevaron a todas partes la fama del acto de heroísmo con que los habitantes se alzaron contra sus tiranos”.

Hoy todos recordamos el Día del Maestro en memoria de quien sostuviera que hizo profesión de la educación popular y afirmó también -en ese mismo primer impreso- que en ella “hallarán los que quieran promover la cultura de su país, consejos i ejemplos”.

Sigamos tras las huellas de la educación replicando estas historias vernáculas, que de nada sirve el conocimiento si no se lo comparte.

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