Rosario sin secretos: ¡en la cancha se ven los pingos y también los jockey!

La pasión por los caballos movió multitudes en esta ciudad y en 1900, lo más granado de la sociedad rosarina se reunía un 18 de septiembre, en los salones de la Sociedad Rural para crear el Jockey Club. Conocé los detalles de esta historia.

 

La pasión por los caballos movió multitudes en esta ciudad y en 1900, lo más granado de la sociedad rosarina se reunía un 18 de septiembre, en los salones de la Sociedad Rural para crear el Jockey Club. ¿Cabalgamos juntos la historia?

La palabra turf para algunos evocará la banda de Joaquín Leviton que arrancó con Juana La Loca en 1993 y otros memorarán la hípica, el llamado Deporte de los Reyes.

Si decimos jockey, nobleza obliga, tenemos que traer a la memoria a nuestro querido Ángel Baratucci que nada tuvo que envidiar al “Leguisamo solo”, el mismo que eternizó Carlitos Gardel desde la popular. Pero como amamos ir al origen, nos acabamos de enterar y lo compartimos, que jockey es un diminutivo del escocés Jack, para nosotros Juanito o Juancito, y desde 1520 se lo traduce como muchacho o compañero. Recién a partir de 1660 pasó a ser la designación de “persona que monta a caballo”.

Nos salimos de la gatera para contar que hasta el mismísimo intendente de entonces, Luis Lincoln Lamas Freyre, sí, el mismo que inauguró en su gestión el Parque de la Independencia, integró la primera comisión y concedió la concesión para la creación del hipódromo.

Esta majestuosa obra del ingeniero Héctor Thedy y el constructor José Badini, más la participación de cientos de manos anónimas nacidas en las postrimerías del 1800, se inauguró con bombos y platillos un año y dos meses después. ¿Dónde? En uno de los “pulmones verdes” que podemos disfrutar los rosarinos y que algunos sostienen diseñó el arquitecto, naturalista, paisajista, urbanista, escritor y periodista francés Jules Charles Thays, pero los planos están firmados por el ingeniero Thedy.

Si bien arrancó como sociedad anónima, en 1905 la asamblea de socios del Jockey Club determinó quitarle todo atisbo de mercantilismo y devenir en una institución social. Ese mismo año tuvieron la feliz idea de hacer renacer de sus cenizas al Club Fénix y fusionarse con él, incrementando el padrón de asociados.

Pero ¡volvamos a pista! El hipódromo se inauguró antes que la sede social, dando cuenta de la pasión que ponía en carrera a los amantes de la hípica.

Fue 1908 el año en el que compran la casa que había pertenecido al teniente coronel Estanislao Zeballos, el que luchó junto al hermano de otro Estanislao, López; fue capitán del puerto de Rosario y padre de quien le puso el nombre a las calles de Rosario.

Ocho años después, en 1916, bajo la intendencia de Alfredo J. Rouillón, inauguraban el fabuloso edificio construido por el francés Eduardo Le Monnier en la esquina de Aduana (Maipú) y Córdoba.

Vendría luego el campo de deportes en Fisherton, diseñado por el eminente urbanista, ingeniero y agrónomo Benito Carrasco, inaugurado en 1936, bajo la presidencia de don Joaquín Lagos. Imaginamos bellísimas crónicas en el diario La Capital de entonces. Seguramente las bibliotecas que tienen su colección darán cuenta de ello e invitamos a sumergirse a los lectores ávidos de vertiginosas historias,  en su lectura.

Hoy, en sus instalaciones se practica golf, equitación, polo, rugby, tenis, croquet paddle, natación, hockey y hasta fútbol, más numerosas actividades sociales y culturales, siendo parte de 124 años de nuestra polifacética historia rosarina. ¡Enhorabuena!

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