JUEVES, 03 DE OCT

Rosario Sin Secretos: un 5 de agosto que debiera ser 3 de octubre

Quienes se posicionan en celebrar el cumpleaños de Rosario el 5 de agosto por haber sido la fecha de promulgación de la declaratoria de ciudad, debieran reveer la fecha y considerar el 3 de octubre como fecha más acorde para un oportuno festejo.

 

Como un mensaje de la Providencia, un día como hoy, 172 años atrás, y tras el triunfo en Caseros (hoy Ciudad Jardín, Lomas del Palomar, partido bonaerense de 3 de Febrero), Justo José de Urquiza firmó en su sede presidencial de Paraná la libre navegación de los ríos, poniendo fin, definitivamente, a la prohibición existente desde el 22 de enero de 1841 por el “Restaurador de las Leyes”.

Decimos providencial porque la fecha está más cercana a las faustas celebraciones de octubre que Rosario celebra desde 1725, próximas a conmemorar su Tricentenario, con la Virgen como su Patrona y Fundadora desde que los calchaquíes vivían en pacífica convivencia con el inefable Francisco de Godoi (con i latina se escribía el apellido de este descendiente de vascos que luego pasó a ser la denominación de una ex avenida rosarina).

Si bien la ley para declarar a Rosario Ciudad había sido promulgada en agosto, recién en octubre se le puso la firma a la decisión política de cambiar el statu quo al habilitar la posibilidad de que llegaran barcos con pasajeros y cargas, se pudiera constituir una aduana y percibir los derechos de recaudación, privilegio del que sólo gozaba la metrópoli sin ninguna regalía para el interior.

De allí seguramente ha nacido la conocida frase: “Dios está en todas partes, pero tiene su oficina en Buenos Aires” que, por años, ha hecho emigrar a nuestros artistas para que fueran conocidos, situación que no ocurrió con la vecina provincia de Córdoba, cuya soberanía patrimonial es defendida “ahicito, ¡nomás!”.

Hubo un historiador rosarino, Félix Chaparro, que en una conferencia consideró a Rosario como “la Cenicienta”, posiblemente por su castigado origen pero con brillante destino de princesa, y dos corrientes históricas en la ciudad que se disputan el nacimiento de esta ciudad que no tiene fundador, ni fecha de fundación, pero está próxima a celebrar sus trescientos años de maravillosas historias cotidianas.

A fines del 2001, principios del 2002, el entonces intendente Hermes Binner convocó una comisión para celebrar los 150 años de la Declaratoria de Ciudad de Rosario. “Algo había que hacer para descomprimir el descontento social y la situación que tenía en vilo al país entero, por eso se me ocurrió hacer esto”, confesó el propio líder socialista que luego fue gobernador, expresión confirmada luego por algunos de los integrantes de la comisión convocada.

Ese suceso administrativo de Urquiza al declarar a Rosario ciudad (obsérvese que se la declaró Rosario de Santa Fe, para confirmar y reafirmar su dependencia de la ciudad del Cabildo) no se vio definitivamente plasmado en la realidad hasta que el corondino Nicasio Oroño le escribió a Urquiza sobre “el deplorable estado de cosas”. El entrerriano que fue presidente de muchas menos provincias que las actuales, y a quien Aniceto, el Gallo, nos hizo conocer como “El Espantadizo”, instó al gobernador de entonces, Domingo Crespo.

Con fuerza de ley la Legislatura aprobó recién el 30 de julio de 1854 “de acuerdo a los justos deseos del Excelentísimo Gobierno Nacional” la autorización al Poder Ejecutivo para la organización política y administrativa del departamento Rosario.

Claro, hasta entonces, y a pesar de ser declarada ciudad, seguíamos bajo la autoridad de un Juez de Paz y no de quienes conforman una verdadera municipalidad. Esto llegó el 13 de agosto (casualmente el día que la Policía conmemora su día), cuando se crea el cargo de Jefe Político y recae sobre Benjamín Virasoro. El militar correntino que fue gobernador de su provincia, firmante del Tratado de San Nicolás y Comandante de la Guardia Nacional.

Tema para un próximo Rosario Sin Secretos.

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