Alfabetizadores: “¿Cómo se puede llegar a la secundaria sin saber leer ni escribir? Eso está pasando en nuestros barrios”
La asociación civil Alfabetización Santa Fe comenzó este año a dar talleres en secundarias. “Muchos pibes de 14 o 15 años, que están yendo regularmente a la escuela, no saben leer ni escribir”, dijeron.
- Ciudad
- Por Luciano Couso
- Dic 3, 2024
“Este año empezamos con la alfabetización en escuelas secundarias, para nosotros fue toda una sorpresa enterarnos de que muchos jóvenes de 14 o 15 años no saben leer ni escribir y están asistiendo regularmente a la escuela”, dijo Guillermo Cabruja a Conclusión.
Junto a Fanny Tissembaum y un grupo de voluntarios y voluntarias la organización desarrolla, desde hace años, tareas de alfabetización en cárceles y barrios populares. Este año se sorprendieron cuando los llamaron de colegios de nivel secundario.
“Eso es lo positivo, la escuela logró contenerlos, a pesar de que no están entendiendo lo que está pasando en esa aula”, explicó Cabruja.
El alfabetizador agregó que “empezamos en cuatro escuelas: ahí hay 64 alumnos con los cuales estamos interviniendo, con mayor o menor intensidad. Lo que hemos detectado es la carencia de la lectoescritura en espacios que nosotros descontábamos” que esa carencia estaba superada.
“¿Cómo podía llegar un pibe de 15 años a la secundaria sin saber leer y escribir?”, se preguntó Cabruja, para responderse: “Eso está pasando en nuestros barrios”.
Tissembaum, por su parte, sostuvo que el fenómeno “en las escuelas secundarias es algo nuevo”. “Se nos han acercado docentes y tutores con algunos problemas puntuales, (de chicos y chicas) que siguen yendo a la escuela por la contención, por los compañeros, porque siguen pasando de año, pero sin aprender a leer y escribir”, abundó la alfabetizadora.
“Encontramos chicos a los que les hace falta anteojos, que necesitan derivación fonoaudiológica, y que están en tercer o cuarto años y la escuela ha desertado totalmente en esa función”, dijo la integrante de Alfabetización Santa Fe.
Agregó que “nosotros volvemos a llamar la atención de la escuela en ese sentido, porque eso no lo podemos completar. Vamos, hacemos el apoyo, pero hay cosas en las que el Estado tiene que estar presente”.
Educar o castigar
Alfabetización Santa Fe también realiza su labor en “contextos de encierro”. Es decir, en unidades penitenciarias. De hecho, en esos sitios comenzó su tarea hace una década.
“Para nosotros es muy importante sostener la palabra y promover la palabra en los contextos de encierro, que los muchachos puedan expresarte, manifestarse”, dijo Tissembaum, para quien “la alfabetización no es solo la práctica de la lectoescritura, sino un concepto más amplio en el marco de la educación popular, es una mirada amplia donde lo más importante es el encuentro con el otro, la mirada, el vínculo que se establece para poder salir adelante”.
Cabruja señaló que “el 90 por ciento de las personas en situación de encierro no saben leer y escribir, o como máximo terminaron la primaria”. Por eso, enfatizó, “hay una vinculación entre la falta de educación y el delito y la violencia, que está plasmada en esos datos”.
El alfabetizador recordó que hace cuatros años se realizó un relevamiento en la Unidad 6 del Servicio Penitenciario. De los 501 internos que había en ese entonces “el 50% no había terminado tercer grado. Significa que la relación entre el delito y la falta de educación es directa”.
“La dirigencia política piensa la solución desde el lado de la seguridad y no desde la educación”, sostuvo Cabruja, para completar: “Nosotros creemos que para atacar la inseguridad hay que atacar la educación”.
En ese sentido, dio un ejemplo del Estado desligado de derechos básicos de las personas: “Acabamos de alfabetizar a un muchacho que se llama Marcos, en el barrio Ludueña, que estuvo 12 años preso. Pasó su infancia yendo o no a la escuela, después estuvo 12 años preso, y en la actualidad seguía siendo analfabeto”.
“El Estado lo tuvo 12 años encerrado -continuó Cabruja- y no le dio las herramientas para que cuando salga tenga más posibilidades de no cometer los errores que venía cometiendo”.
Además, señaló que “lo que da la lectoescritura es la posibilidad de leer el mundo, también te da herramientas para sobrevivir, o tener una mejor vida. Relacionarte mejor con las otras personas. Nuestra disputa principal es por el sentido, tiene que ponerse a la educación como prioridad, en todos los aspectos, no solo en las escuelas”.
Tissembaum, por su parte, señaló que de la experiencia en las cárceles “nos dimos cuenta que lo mismo que le pasaba al muchacho que estaba preso, le pasaba a la familia”.
Así, “uno nos dijo que la mamá tenía una olla popular en San Francisquito, y que iban un montón de señoras a revolver la olla que no sabían leer ni escribir. Así empezamos a ir a los barrios, a demanda, porque nos mandaban a llamar, y encontramos realmente que era necesario tener allí un punto de alfabetización”, contó.
La pata universitaria
La asociación civil Alfabetización Santa Fe se nutre de donaciones y otros aportes para desarrollar sus funciones. Trabajo con voluntarios que, entre otros lugares, reclutan en la Universidad Nacional de Rosario (UNR) que, además, aporta capacitación.
El secretario de Derechos Humanos de la Facultad de Humanidades y Artes, Santiago Montes, dijo a Conclusión que “complementariamente al trabajo que viene haciendo la asociación civil, desde hace cuatro años radicamos en la Facultad de Derecho, en conjunto con Humanidades y Artes, Psicología y Ciencia Política y Relaciones Internacionales, un programa llamado Alfabetización y Acceso a la Justicia”.
Mediante el mismo “venimos llevando adelante ciclos de formación para voluntarios que se quieran sumar a alfabetizar, que no solo se basan en técnicas de enseñanza de lectoescritura, sino que también son formaciones que se dan a partir de intercambios de experiencias”.
Este año, por ejemplo, se realizó una con funcionarios de la ciudad colombiana de Medellín, que estuvo “muy atravesada por la violencia narcocriminal en la década de los 90”.
“Encontraron salida en proyectos culturales, bibliotecas populares. Hay muchas experiencias de esas prácticas comunitarias que pueden nutrir a los voluntarios”, explicó Montes.