Rosario Sin Secretos: ¡feliz cumpleaños, Beatriz!

Por Graciela Molina

“He llegado hasta tu casa, yo no sé cómo he podido, si me han dicho que no estás, que ya nunca volverás, si me han dicho que te has ido”. La canción compuesta por José Dames y Horario Sanguinetti, popularizada por Julio Sosa, “el Varón del Tango”, es muy oportuna para pintar la sensación de haber llegado hasta Colón al 1300, en Rosario, donde nació y se crió Beatriz Guido, una de las novelistas más leídas en las décadas del 50, 60 y 70, que inauguró una manera especial de escribir libros destinados a convertirse en películas.

Claro, quiso el destino que, estando aún casada con el abogado Julio Gottheil, uno de los fundadores del Centro Empresarial de Mediación y Arbitraje, de quien se separó tres años después, conociera, en casa de Ernesto Sábato, a Leopoldo Torre Nilsson y desde esa conjunción simbiótica, la rosarina no paró de ascender y trascender en los set de filmación durante años.

Fue una mujer con el arte en la sangre, no sólo por su prolífero padre sino también por Bertha Eirín, su madre, una actriz uruguaya que abandonó su carrera porque su esposo le había prometido hacer “el Monumento más bello de América”. ¡Y vaya que lo logró!

¿Conversamos un rato con ella? Preguntémosle sobre la motivación y el entusiasmo que la sostuvo y heredó de su padre.

“Estoy segura que la pasión de algunos hombres por su Patria, la tierra en que nacieron, la ciudad en que viven y mueren, puede cambiar el rumbo del acontecer histórico. La historia de las ciudades, quizás la historia de la Patria misma también se escribe con la pasión de unos pocos y no sólo con batallas de conquista”.

Si la Patria es la infancia, ¿qué es Rosario para vos?

“Para mí es sólo un tablero de arquitecto, compases, carbones y un brazo de luz poderoso sobre su cabeza inclinada. Junto a él otras frentes, otras manos, estudiantes, obreros, constructores, dibujantes, todos en improvisado estudio en el garaje de casa”.

Tu padre, junto al arquitecto Alejandro Bustillo y a los escultores Alfredo Bigatti y José Fioravanti fueron los ganadores con “Invicta” del concurso nacional, que simboliza “la nave de la Patria surcando las aguas del Mar de la Eternidad en procura de un destino glorioso, representando, en sus distintos conjuntos escultóricos, valores económicos, espirituales, históricos, geográficos y telúricos de nuestra nación. ¿Qué sentiste cuando recibieron la noticia de haber obtenido el primer premio?

“Una tarde de verano, tibia, con perfume de azahares, la voz del ingeniero Laporte y desde Buenos Aires Fioravanti, anuncian el triunfo. Los primeros en llegar fueron Trangoni y Dolores Dabat. Nunca la casa se llenó tanto de flores anónimas, de desconocidos, de telegramas, de voces de apoyo. Amó cada piedra, acarició el polvo. Cuenta Ernesto Sábato que un día, al llegar a Rosario, toma un taxi y pide ser dejado en la calle Colón. Ah, ¿va a lo del arquitecto Guido, el loco del Monumento? Mire, allí están apenas sus cimientos, así lo quieren dejar, pero él se saldrá con la suya… ¡porque es rosarino!”

Parece ser que la resiliencia, la constancia y la paciencia son algo muy nuestro…

“Fueron veinte años: colectas, comisiones; había días, años, en que se paralizaban las obras por falta de fondos… Su preocupación, pocas horas antes de morir, era si la llama votiva en el propileo seguía encendida.”

¡Ay, Beatriz, si supieras!

Inaugurado en 1957, ¡recién en 1990 fue declarado “Histórico” y “Nacional” por una nota que salió en el diario La Capital y llegó hasta presidencia!
¡Ni la llama votiva está encendida, ni las aguas de la fuente que permitían imaginar la nave Invicta rompiendo las olas en el Mar de la Eternidad emergen en su proa!
Esta magnífica obra, única en el mundo en honor a una Bandera, visitada por miles y miles de turistas durante todo el año, no brilla en todo su esplendor…
En este día del aniversario de tu nacimiento vamos a unirnos en oración y formular todos los votos para que así sea.
De tus libros y películas, hablaremos otro día.