Alegría final
La Lepra jugó un partidazo, le arruinó la fiesta a su rival y se regaló una última sonrisa en un año para el olvido. Buena tarea colectiva, conservando siempre el orden, y con un Panchito González decisivo desde su ingreso.
- Deportes
- Dic 15, 2024
Newell’s Old Boys tuvo una alegría final en su último partido en un mal 2024. Si bien había llegado para ser mero partenaire de una fiesta ajena, terminó siendo el gran protagonista, dejando con un sinsabor en la boca a su adversario y regalándose un mimo en una temporada en la que nada salió como esperaba y no pudo cumplir ningún objetivo planteado. Sin embargo, al menos podrá irse de vacaciones con una mueca de optimismo, sabiendo que realizó una actuación de cierra que invita a mirar con otra perspectiva el 2025.
Lo mejor que le pudo pasar a La Lepra en su excursión a Córdoba fue llegar sin presiones, suelto, sabiendo que tenía nada más -ni menos- que el honor en juego. Fue esa liberación de responsabilidades lo que permitió al equipo de Mariano Soso desplegar una faceta que casi nunca se había visto del elenco rojinegro, la de un conjunto aplomado, con orden táctico, las líneas bien juntas y a la espera de encontrar los espacios, que iban a aparecer dadas las urgencias del rival, para poder profundizar y lastimar.
Juego directo y vertical, sin tanta tenencia. Esa fue la consigna que Newell’s cumplió a rajatabla. Jamás se apartó del libreto, tuvo paciencia para primero cortar los circuitos ofensivos de Talleres y, cuando pudiera, ser peligroso arriba. Nada de defenderse ni pararse atrás, con una postura competitiva. De hecho, casi abre el marcador en el amanecer del partido, pero Herrera le ahogó el mano a mano a Schott en el área chica. Fue un primer aviso de lo que podía pasar ante una T tan descuidada, lógicamente, en el fondo.
El primer tiempo de La Lepra fue casi perfecto. No solo porque los cordobeses casi ni lo inquietaron -salvo con un bombazo de Esquivel que desactivó Reinatti con una buena volada- sino porque cada vez que obstruyó las líneas de pase del contrincante avanzó con rapidez para generar peligro. En ese sentido, fue clave Mateo Silvetti, que en esa etapa se las arregló en soledad para complicar a los defensores albiazules. Cuando pudo juntarse con Matko Miljevic, salió lo mejor del fútbol rojinegro, aunque esa asociación fue inconstante. Faltó mayor presencia del ‘Colo’ Ramírez, el cual se notó que estuvo a otro ritmo de los compañeros.
En defensa hubo una muy correcta leprosa, por parte de todos sus integrantes, especialmente de la zaga paraguaya Velázquez-Salcedo, que se cansaron de despejar balones aéreos. Augusto Schott y Leonel Vangioni se desdoblaron cuando pudieron en ataque y también aportaron lo suyo. En el medio, el juvenil Regiardo, en su debut en Primera, se mostró aplicado, criterioso con pelota, sin complicarse, mientras que Fernando Cardozo demostró por qué debería quedar al margen para el próximo año. Así, la paridad rumbo al descanso fue justa.
En el complemento, Talleres, obligado por las circunstancia, salió a buscar más adelante. A pesar de eso, Newell’s seguía firme, y dio el primer golpe de la noche en el Mario Kempes cuando ‘Panchito’ González, cuyo ingreso resultó decisivo, fusiló a Herrera de zurda en un contraataque letal. Los de Soso daban la sorpresa, y era merecido. Impacto para el local, que sin embargo igualó rápido las acciones, a los pocos minutos, con un tanto de Sebastián Palacios, que definió con un derechazo cruzado tras pase de Ruben Botta.
La T mejoró con Botta, Palacios y Riveros en cancha, y por primera vez en el desarrollo logró arrinconar a La Lepra, que continuó despejando todo en defensa, a la espera de nuevos metros para volcar a los hombres por afuera. Ante un flojo Cardozo, ‘Nacho’ Méndez entró para darle una mano a Regiardo en la contención, mientras que González se mostró como una opción para explotar los espacios, aunque ya con un Silvetti más cansado.
Cuando ya las piernas pesaban, ‘Panchito’ volvió a demostrar que se transformaría en figura con un centro preciso, a la cabeza del juvenil Juárez, quien conectó su remate como un auténtico centrodelantero y, con un testazo de pique el suelo, dejó a Herrera mirando como ese remate se incrustaba en el fondo de la red tallarín. Grito y desahogo, el cual incluyó una buena combinación colectiva.
Talleres fue por inercia con intentos desesperados, agotando sus últimos cartuchos, y nuevamente González dejó su sello con otro centro envenenado para ‘Juanchón’ García, que en tercer intento venció la resistencia de Herrera y sentenció la historia. Triunfazo leproso, por el contexto, por la forma en que llegaba y, sobre todo, por la forma en que lo consiguió, yendo para adelante y vulnerando con claridad a uno de los mejores equipos del campeonato, el cual llegó a la la fecha de cierre con posibilidades de coronar. Muestra de carácter, contundencia y una idea, tan reclamada por el hincha en todo este tiempo.
Newell’s le dijo adiós a un año que deberá quedar en el olvido rápido, pero al menos bajó la persiana con una sonrisa. Hoy en la tierra del fernet y el cuarteto dio muestras de que, con trabajo y conceptos claros de que hacer, a donde ir y como transitar el camino, puede recuperar la confianza para tener un 2025 más promisorio, como el pueblo rojinegro merece. Ahora sí será responsabilidad de Soso construir un equipo que le devuelva la identidad histórica al club del Parque Independencia. Por lo pronto, su mano alcanzó a verse en estos pocos partidos que dirigió.