Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert presentan El Farmer en Rosario
Los dos actores, de reconocida trayectoria, se presentan este viernes y sábado a las 21 en el Teatro La Comedia con la obra basada en la novela de Andrés Rivera sobre la vida de Juan Manuel de Rosas.
- Espectáculos
- Jun 10, 2016
Por Santiago Fraga
Un Juan Manuel de Rosas en su época más patética: viejo, solo, abandonado, como un granjero en el exilio, lejos de todo aquello que había forjado en tierras argentinas y con vanos gritos para intentar, acaso, reclamarlo. Andrés Rivera, en su obra El Farmer, muestra en primera persona los últimos instantes de la vida de esta figura, el 27 de diciembre de 1871, en un monólogo tan extenso como brillante en el que repasa aún más allá del marco histórico y político, sino principalmente la problemática filosófica y los dilemas en torno a temas como el sexo, la muerte, los argentinos, la Internacional de los trabajadores y el destino, entre otros.
Tras mucho tiempo de trabajo, Pompeyo Audivert y Rodrigo de la Serna lograron ponerle voz de una manera perfecta a aquella novela, en un trabajo que fue reconocido a ellos hasta por el propio Rivera. Sobre el escenario, Rosas está dividido en dos: por un lado, aquel viejo en sus últimos días de vida, con una lastimosa nostalgia de lo que alguna vez ha sido y de la imagen que de él quedará; y por el otro el Rosas mitológico, aquel que pasará a los libros de historia por sus épocas de poder en esplendor.
Conclusión pudo dialogar de manera extensa con los actores y directores de la obra que se presentará este viernes y sábado a las 21 en el Teatro La Comedia. En la entrevista, tocaron varios temas como el significado de representar un personaje histórico como Rosas; la responsabilidad que eso conlleva; el encuentro y la devolución del propio Andrés Rivera; el nivel y la calidad actual del teatro y la televisión argentina hoy en día y la problemática que surge con los espacios y producciones independientes, con las severas complicaciones que atraviesan en estos tiempos.
—¿Sienten que hay una responsabilidad extra a la hora de representar una figura histórica y controvertida como Juan Manuel de Rosas?
—Rodrigo de la Serna: Es una responsabilidad que todo personaje histórico exige con la historia en sí misma. No es un personaje anónimo que uno puede interpretar a su piacere o más allá de lo que diga el texto. Hay una responsabilidad con la historia de nuestro país, en este caso, que uno no puede escaparle. En eso hay un plus, un agregado, evidentemente uno tiene que reflexionar acerca de lo histórico cuando es un personaje como Rosas, pero en este caso la puesta va por otro lado.
—Pompeyo Audivert: La puesta intenta reflexionar sobre cuestiones de la identidad, de lo argentino, y de la identidad más allá de lo nacional digamos; la identidad individual a partir de esa reflexión sobre la identidad colectiva. Rosas funciona como una identidad clandestina de lo nacional, en la escuela nos han enseñado a odiarlo, o tenerlo como un personaje sanguinario, entonces es una buena excusa para toda esta operación teatral que estamos haciendo, y Rivera lo plantea también muy bien en su texto, va más allá de la reflexión política.
—¿Toman partido de alguna forma en la discusión sobre la figura?
—De la Serna: Por momentos somos Rosas y estamos tomando un partido declarado, o sea, estamos defendiéndonos a nosotros mismos, porque los dos somos Rosas. Y Pompeyo hace un encare, me parece, en que este organismo Rosas está escindido en dos cuerpos, esa fue la llave que abrió la puesta de este monumento literario que es El Farmer, que es un monólogo teatral de alguna manera también. Vos ponés Rosas, dos puntos, y es un monólogo. Pero es tan grande ese monumento literario que no cabe en un solo cuerpo y Pompeyo tuvo la idea de escindir ese organismo Rosas en dos cuerpos: el viejo, el cuerpo físico, decadente, en el último instante de su vida, en el exilio en Southampton, 25 años de exilio, enajenado de su tierra; y el cuerpo mitológico, espiritual si se quiere, o esa sombra que lo viene a visitar el último día de su vida. El encare que hace Pompeyo me parece muy inteligente porque, claro, encarna un patetismo de ese Rosas que fue poderoso alguna vez y ahora es un viejo de mierda que está ahí en un rancho infecto, gritando “¡Ah! ¡Yo, qué fui! ¡Qué pensará de mí la posteridad!” y es patético ver ese anciano ahí cayéndose a pedazos en el último instante de su vida, todavía reclamando algo que ya se le escindió hace tiempo y que ese es el personaje que encarno yo precisamente, ese fantasma mitológico que es el Rosas que va a quedar para la historia.
—La obra también tiene un enfoque no sólo en la cuestión histórica y política de Rosas, sino también en temas como el sexo, la muerte, los argentinos, “la cobardía de los porteños”…
—De la Serna: La obra tiene muchos niveles, y es una obra que reflexiona más allá de lo político y de lo histórico; reflexiona esos grandes problemas filosóficos que están planteados ahí. El tema del doble. Ese es un tema infinito y vasto para reflexionar. Las distancias insondables que hay entre el que fue y el que es, y todas las convergencias posibles entre esos dos cuerpos; la muerte, el destierro, el destino, son grandes temas que están ahí y que de una extraña manera shakespeariana son tocados por Rivera, y que nosotros hacemos carne y le damos una teatralidad a eso.
—¿Se encontraron en algún momento con Rivera en el armado de la obra?
—Audivert: Nos encontramos con él dos veces. Fue muy grato verlo a él. Es una suerte de Rosas también, o de Rey Lear como el gusta decir. Está ya en un exilio, como enojado con el mundo, no quiere entrar en contacto. No obstante, con nosotros sí entra en contacto y es muy interesante hablar con él, es un hombre que tiene una llama en los ojos, un hombre muy mayor pero con mucha vitalidad, y nos aprobó todo este movimiento, fue muy generoso, y cuando vino a ver la obra gustó mucho de ella, fuimos a comer con él, y ahora pensamos encontrarlo en Córdoba de nuevo. Así que es un gusto poder habérsela mostrado y poder volver ahora a verlo de nuevo.
—(A de la Serna) En el pasado ya te ha tocado interpretar ya varios papeles históricos como José de San Martín, el papa Francisco, Alberto Granado o Simón Radowitzky. ¿Cómo es tener que representar estos personajes, que fuera de lo que es una creación ficcional ya tienen un significado y una historia?
—De la Serna: Uno tiene que pensar desde la perspectiva que le toca en el momento particular en el que lo hace, la coyuntura política. San Martín, por ejemplo, era un momento en el que me parece que era importante revisionarlo. El último San Martín del cine nos lo había legado Torre Nilsson con Alfredo Alcón (NdR: en relación a El Santo de la Espada) en un momento político en donde no podían ni opinar acerca de la figura de San Martín. Estaban los militares presentes en el set. Alcón contaba una anécdota de que en una escena donde él tenía que vomitar, pararon el rodaje y les dijeron: “Los próceres no vomitan”. Entonces estaban muy limitados en ese momento como para proyectar un San Martín posible y tener una visión de lo que había sido ese cruce en ese momento. Nosotros tuvimos absoluta libertad, en un momento de integración latinoamericana con Chávez, Lula, Evo, estaba Néstor, Cristina creo que ya estaba, pero era un momento donde la figura de San Martín debía ser reivindicada y la pudimos contar desde ese lugar. Entonces el compromiso con lo histórico era algo que nos entusiasmaba mucho a la hora de encarnar ese San Martín en ese momento.
—¿Cómo sienten el nivel teatral y de producción hoy en día en la Argentina?
—Audivert: Somos uno de los países que tiene más alto nivel teatral del mundo. Esto no es una novedad, está reconocido. Siento que es un momento muy rico y muy ecléctico de la teatralidad, donde los lenguajes dominantes se han fracturado y han dado paso a muchas visiones, que están en juego. Sobre todo en las teatralidades más laterales, en los márgenes, hay mucha investigación, mucha gente probando por todos lados, y por fuera de estos grandes monumentos de lenguaje que antes dominaban las formas de producción se encuentran cosas muy curiosas, otras que por ahí no lo son tanto, hay cosas más modernosas, pero hay cortes de investigación muy atractivos. El problema de la teatralidad ahora pasa por lo concreto de que no se pueden pagar las cuentas. Que sobre todo los teatros que son fuente de lenguaje, como los teatros marginales, como los nuestros, están en una encrucijada existencial terrible porque no se puede sostener ya más la actividad. Entonces lo que queda son los cuerpos de los actores, como también pasa con la gente, quedan los cuerpos a la intemperie. El teatro también puede resistir y puede funcionar a la intemperie, por suerte, pero es muy penoso y es muy duro tener que estar en esta situación ahora. El teatro es heredero de las fuerzas militantes, de los 70, de los 60. El teatro independiente quiero decir. Tiene que ver con eso, con el pasaje a la clandestinidad de esas fuerzas históricas que en la dictadura también se escriben en otra forma de ser, en formas más poéticas de existencia, y este teatro argentino nuestro que ha florecido tan bien en toda la época de la dictadura y posterior también, y con todos estos teatros independientes que han aparecido ahora están en esta crisis. Eso es curiosísimo. Es penoso que pase eso. Así que bueno, ese es el tema ahora. El tema justamente ya no pasa por una discusión sobre los lenguajes sino sobre la propia existencia.
—(A Audivert) ¿Teniendo en cuenta tu destacada trayectoria en el teatro, ¿sentís algo especial con El Farmer?
—Audivert: Es como los hijos, uno quiere mucho a todos. Siento que El Farmer es sino la obra más importante en la que me ha tocado estar. Por muchos motivos. Básicamente por la dimensión de la actuación que se propone, por estar con Rodrigo en ese nivel de exigencia, somos dos ahí arriba todo el tiempo, por la visión de puesta del concepto que está estallado ahí y por la reacción del público. Siento que esta es una obra que he podido alcanzar después de todas las otras también. A veces las obras también son como una escalada para llegar a ciertas producciones que uno ansiaba. Es uno de esos trabajos que no se van a olvidar nunca.
—(A de la Serna) Siendo vos alguien que tuvo su éxito en el mundo de la televisión y el cine, ¿cómo sentís que están hoy en día las producciones argentinas?
—De la Serna: Yo estoy muy alejado. No estoy viendo mucho ni la tele ni las producciones que hay. Tengo entendido por ejemplo que ahora en Canal 7 se estrenan dos producciones que venían previas, con el Incaa que las producía y recién ahora van a salir a la luz. No sé si ahora va a haber tanta producción como antes. Me parece que no, que hay un recorte presupuestario a nivel cultural y me parece que va a estar más complicada la cosa. Los privados van a seguir produciendo siempre, Polka, Suar, todos estos muchachos que tanto trabajo dan a tantos compañeros que también hay que reconocérselos, más allá de si le pueden gustar o no las producciones que están realizando; hay algunas de más calidad artística que otras; y ahí ya no resiste tanto, digamos. Como sí el teatro resiste la intemperie, la televisión y el cine no. Porque ahí sí necesitás una producción, necesitás un techo y un dinero como para alquilar una cámara para pagar. Ya se ponen en juego otras cuestiones. Esa intemperie no la resisten los medios audiovisuales. Hay que ver que pasa en Internet, no sé, pero vamos a ver, eso estamos viendo ahora qué pasa.
Las funciones serán el viernes 10 y sábado 11 a las 21 en el Teatro La Comedia (Mitre 958), y además los dos actores darán una charla abierta y gratuita en el mismo teatro, el sábado a las 11.