El testimonio de Roméo Langlois, periodista capturado por las Farc
El periodista francés, en una entrevista exclusiva con Conclusión, relató su experiencia de más de treinta días en la selva colombiana capturado por las Farc. “Para muchos campesinos, el enemigo era el Estado” .
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- Jun 27, 2016
Por Florencia Vizzi (texto y fotos)
Roméo Langlois es recordado por muchos, como el reportero francés que, luego de cubrir un operativo antidrogas en la selva colombiana, resultó herido en el combate entre el ejército y las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (Farc), y fue retenido por guerrilla que lo mantuvo cautivo durante 33 días.
Pero su historia y su trayectoria es tanto más amplia como apasionante. Langlois es licenciado en Ciencia Política, documentalista, periodista y fotógrafo. Trabajó para el diario Le Fígaro, uno de los más importantes de Francia y colaboró con numerosas productoras y revistas de su país. En Colombia cubrió la temática del conflicto armado, el narcotráfico y las luchas de los pueblos indígenas. Desde el 2013, cubrió para el Canal France 24 las guerras en Mali, África central, Ucrania, Irak, Siria, Libia. Su documental “Colombia a balas reales”, grabado en el desarrollo de combates, ganó el premio Albert Londres en el 2013.
De apariencia juvenil, desgarbado y con un tono levemente despreocupado, Langlois muestra gran vocación por los mates amargos, que degustó durante todo el reportaje.
Antes de meterse de lleno en la entrevistas, se aprovisionó de unas cuantas galletitas dulces y saladas, haciendo mención a que aún no había almorzado.
Langlois es bastante sencillo, y no dejar entrever ningún tipo de ínfulas, a pesar de su impresionante trayectoria. Como explicó durante la conferencia, en Francia, su trabajo es el de “gran reportero”. “Nosotros lo llamamos así, pero es un término muy pedante me parece, un gran reportero en Francia es un periodista que cubre eventos muy alejados del lugar dónde vive, pero uno de nuestros lemas es que el gran reporterismo se puede hacer en la esquina de la calle, no se necesita ir al medio de la guerra, o al África profunda para hacer reporterismo de alta calidad”
-¿Cómo llegaste a Colombia?
-Llegué a Colombia en año 2000, para cubrir un reportaje que trataba sobre el trabajo de la lucha antidrogas, y allí estuve haciendo distintos reportajes y trabajos de investigación, hasta el 2012.
– ¿Cómo fue la experiencia de pasar de ser el contador de historias o el observador de este tipo de conflictos a ser parte protagonista de la historia?
– Fue muy insólito, hay un antes, un durante y un después de esta experiencia. El durante fue horrible, personalmente me sentía como el gran imbécil del mundo de dejarme capturar por una personas que ya había entrevistado muchas veces. Yo había hecho muchas entrevistas a guerrilleros de las FARC, había hecho reportajes, había estado en varios terrenos, había entrevistados a varios comandantes de alto nivel, entonces… después de haber hecho el esfuerzo de darles la voz, tanto a la gente del Estado, como a la gente de la guerrilla, de haber sido amenazado por eso además, me parecía una situación muy ingrata. Además todo el mundo hablaba de mí, y yo siempre me había esforzado en ser muy bajo perfil, porque eso facilita mi trabajo, y me permitía meterme en todas partes de Colombia con menos riesgo. Volverme la estrella de los periodistas, y escuchar a todo el mundo hablando de mí, y al gobierno colombiano decir lo que decía, eso fue tremendamente humillante.
-¿Cómo fue que te secuestraron?
– Yo no hablo de secuestro, porque no fue eso. Estuve retenido, yo digo capturado. Estaba cubriendo un operativo antinarcóticos financiado por Estados Unidos, pero realizado por soldados colombianos, en una zona selvática controlada por las FARC. Los hombres que estaba grabando, que llegaron a esta zona para destruir unos laboratorios de cocaína, cayeron en una emboscada de la guerrilla, y ahí se generó un combate muy fuerte que duró unas 6 o 7 horas. Poco a poco, los soldados que estaba acompañando cayeron heridos o muertos, y a mí me hirieron con una bala en el brazo izquierdo, y cuando intentaba apartarme de ese grupo, me vieron los la guerilla y me capturaron. Pasé 33 días en cautiverio en la selva colombiana.
-¿Cómo fue ese ida y vuelta en el “adentro”, con quienes te tenían capturado?. ¿Pudiste hablar y manifestarles tu “enojo”?
-Pues claro, lo hablé con ellos por mucho tiempo y yo veía que ellos se sentían muy mal, realmente… no les parecía normal, pero esa era la orden que tenían. Me decían ‘pues hermano que pena, la verdad, pero te cogimos en mal momento, en medio de un combate, y nosotros no sabíamos quien eras, si eras un militar, un espía gringo, para nosotros eras un preso en medio de una operación militar. Ahora sabemos que eres periodista, tranquilo, te vamos a liberar, mientras tanto te toca quedarte con nosotros, porque si te dejamos en cualquier pueblo, te pudo ocurrir cualquier cosa, y eso será responsabilidad nuestra. Nosotros tenemos la responsabilidad de cuidarte’. Incluso me dijeron, después de un par de semanas, que yo no era un secuestrado, era un “invitado de honor”, y el jefe del frente me mandaba cartas, y me escribía cosas como: ‘Estimado Romeo: le tenemos mucho afecto…’, era algo totalmente loco, porque yo estaba preso, me sentía preso, pero se veía que tenían la orden de cuidarme y de hacer que mi experiencia no fuera tan traumática. Ellos me decían que me iban a liberar, el problema es que para estas personas el tiempo es diferente, no sabía si iba a estar allí un año, un mes, dos años…
-Dijiste un antes, un durante y un después, ¿cómo fue el después?
-Después, cuando salí con vida, ahí todo fue distinto… me dije: ‘eso fue una experiencia, un reportaje forzado’, y ahorita me tocaba, de alguna manera, influir, si podía, de alguna manera distinta, entonces sí, me decidí a hablar y a dar muchísimas entrevistas. No sólo sobre lo que me había pasado a mí, que por más colorido que fuera no era fundamental para nada, sino para hablar del narcotráfico, de la guerrilla, de la realidad colombiana y del conflicto, porque es un país donde he vivido 12 años, es un poco mi país ahora, es un país que quiero muchísimo y me ha aportado muchísimo a mi vida y le tengo un inmenso respeto. Entonces decidí aprovechar esa pantalla que se me dio para hablar para, de alguna manera, hacer que mi opinión y las cosas que creo que son ciertas, le llegara a un máximo de hogares colombianos.
-¿Esa experiencia modificó tu visión de la guerrilla y de la realidad colombiana?
-No, en absoluto. Yo tenía un punto de vista muy claro, y esa experiencia no hizo más que fortalecer ese punto de vista. Cuando salí todo el mundo me cayó encima, y como ya me había pasado esto y hacía 12 años que estaba involucrado en este tema, y como estuve varios días escuchando lo que había dicho de mí Uribe y el gobierno colombiano, decidí decir todo lo que pensaba sin pelos en la lengua. Hice una gran serie de declaraciones, hablé y dije lo que yo creía, que en Colombia no hay malos y no hay buenos, hablé mucho sobre los civiles y el problema de la coca. Conté que en muchas zonas de Colombia los campesinos tenían buena relación con la guerrilla, y que las Farc tenían cierto apoyo social en muchas zonas, y que para muchos muchos campesinos, el enemigo era el estado, que los mandaba a matar desde hacía 30 años. Decirlo abiertamente me ha ganado muchos enemigos, pero también muchos amigos… y eso no significaba estar a favor de la guerrilla, si no decir lo que muchos sabían y pensaban, pero que no se permitían hacerlo abiertamente.
-¿Estás absolutamente convencido de que la guerra contra el narcotráfico ha fracasado?
-Totalmente. La lucha antidrogas ha fracasado, yo llegué a Colombia en el 2000 cubriendo esa historia, el fracaso de una guerra que ya lleva 40 años para intentar acabar con la producción, el tráfico y el consumo de la cocaína.
-¿Cuál es tu visión entonces a futuro de esta problemática?
-Yo creo que se puede controlar las redes un poquito para tener el nivel de violencia bajo control, pero sigue siendo una guerra, y esa guerra no se va ganar. Mientras haya gente a la que le guste la cocaína, va a haber gente para producir y traficar cocaína, y eso, los que conocen bien el problema lo saben. Y si tomas a un policía antinarcóticos, o a un mafioso, o aun académico, o un cura que trabaja en un barrio dónde un grupo de muchachos se matan por controlar una plaza de drogas… pueden estar en desacuerdo en todo, menos en esto, en que la guerra se ha perdido y que hay que legalizar el mercado, eso todos te lo dicen.
– ¿Y cuál es tu punto de vista en cuanto a la legalización?
-Yo creo que es la única manera… hay que dejar de querer acabar con la droga. Estamos vendiendo muchas drogas mortales de manera libre, ¿por qué nos empeñamos en prohibir la cocaína y la marihuana? No digo que no sean malas, pueden llegar ser muy malas, pero hay que ver esto como un problema de salud pública, invertir en la rehabilitación de las personas adictas y no en criminalizarlas. Hay que entender que estamos en sociedades en las cuales muchas personas deciden consumir drogas, en forma recreativa, y que estamos en democracia y que tienen todo el derecho de hacerlo. Entonces, tienen que tener el derecho de drogarse de “manera sana”, con productos controlados por el estado, que no sean demasiado caros para que uno no tenga que salir a robar para usarlas. Y también uno tiene derecho a tener buena información sobre esto y a que sus niños, en la escuela, tengan una buena labor de prevención e información.
Hay muchas personas, de hecho, la mayoría, que consumen drogas y no caen en la adicción, y no se vuelven locos y salen a matar para obtener sus dosis; pero si uno se vuelve adicto, tiene que tener el derecho de acceder una estructura sanitaria y hospitalaria para salir de este problema, como lo tiene que tener un alcohólico, considerando que el alcohol es de venta libre. Hay que dejar de ver esto como un gran tabú, porque todo ese dinero que se invierte en combatir el narcotráfico, que se pierde en redes de mafia y corrupción, sería mucho más útil invertido en escuelas y hospitales.
Tal vez esté equivocado, pero no veo un solo argumento que vaya en contra de esto. Criminalizando las drogas se manda a muchos jóvenes a la cárcel por delitos muy leves, al menos es lo que pasa en Francia, mandamos muchachos de 18 años a prisión por tener drogas y cuando salen de allí, son gente ya muy mala, delincuentes profesionales, sicarios…
-¿Puede influir la legalización en la desactivación, aunque sea parcial, de las intrincadas redes de corrupción que propicia el narcotráfico, sobre todo en el poder judicial y policial?
-Bueno, es que esa es la idea… tampoco sé si la palabra es legalización… estoy hablando de regulación. No tiene que ser legalización a las bravas, en forma salvaje…teniendo en cuenta de que estamos hablando de un producto que puede llegar a ser muy peligroso para la salud, y no puede quedar en manos de cualquiera, sobre todo de los niños y los jóvenes. Es un producto que se debe regular, el estado debe tomar el control de alguna manera de este mercado, que lo revise, que cobre impuestos, que revise la calidad. No se trata de vender drogas a niños de 11 años, tiene que haber lugares específicos, para adultos, que no se pueda acceder a esto en la salida de la escuela…. Tiene que haber leyes bien hechas, bien pensadas para esto. Hay que ser conscientes de lo que el narcotráfico genera, tanto en Francia como en América, tienes chicos de 15 años matándose con Kalashnikov para controlar el territorio en sus barrios y vender drogas.
Mientras Roméo sigue tomando mates con bizcochitos de grasa, como si fuera argentino, nombra a Norma Bustos. Recuerda que cuando llegó a Argentina por primera vez, había gran conmoción por el asesinato de una de las Madres del Dolor, que había denunciado a los narcotraficantes de su barrio. “En ese momento me di cuenta de que aquí, aún era algo nuevo, poco común lo que en otros países de Sudamérica era moneda corriente”.
Durante la conferencia, ya había hecho referencia a las víctimas, de guerras o diversos conflictos, con un concepto que él considera fundamental para su profesión. “Las verdades de las guerras las cuentan las víctimas, enfatizó. “El periodismo de guerra no sólo es estar en la trinchera grabando bombardeos, conflictos y muertos. El periodismo es salir de la primera línea para registrar la vida diaria de las personas que les toca seguir mandando los niños a la escuela, o registrando la vida de la profesora a la que le va a tocar ir a negociar con un grupo armado para que los niños puedan pasar”.
-Volviendo al concepto de que las verdades de las historias las cuentan las voces de las víctimas, a veces víctimas son accesibles, pero otras veces, las víctimas están detrás de una especie de cerco invisible, un cerco que es muy difícil romper, por su situación, su entorno, su contexto cotidiano., por la misma desconfianza que genera alguien que se considera de afuera, sobre todo si porta una cámara. Desde tu punto de vista, ¿cuál es la forma de atravesar ese cerco?
-Lo que dices es muy cierto, es parte de toda esta economía también, a veces las víctimas son parte de ese cerco. No sólo se criminaliza a los jóvenes que han cometido delitos, o al ‘malito’ que está traficando, se criminaliza a los vecinos, a la mamá, a barrios y comunidades enteras, mientras los empresarios que lavan la plata que proviene del narcotráfico, son respetados y viajan por el mundo. A veces ven a los periodistas, sobre todo si son de la televisión, como enemigos, porque generalmente nunca cuentan la historia completa y también los criminalizan. Entonces como se llega a esas comunidades… ahí no hay reglas, yo creo que con honestidad…explicando a la gente cómo es el trabajo de uno, que uno no está allí para hacer ‘chiva’, ni nada, sino porque sabe que son víctimas y quiere contar sus historias. Con honestidad y trabajo, mucho trabajo, hablando con los curas, las asociaciones, las ONG… y con tiempo. Es difícil porque en este trabajo nunca hay tiempo, siempre hay presión y hay que entregar rápido la historia, pero este tipo de historias merecen tiempo…y sobre todo, honestidad y trabajo.
-Llevás muchos años cubriendo todo tipo de conflictos, en los cuales has visto mucha muerte y mucho horror, ¿cómo hacés para sobrellevarlo? ¿Hay posibilidad de bajar la persiana o se va quedando en vos?
-Creo que se va quedando y se vuelve parte de uno me parece… yo llevo mucho tiempo haciendo esto, y uno va a lugares donde la gente sufre de manera horrible, y además, uno se vuelve un poco psicólogo. Primero la gente no quiere hablar, pero luego, hablan y te cuentan todo, y se sienten mejor… y por el contrario, ¡uno se siente muy mal!… Pero si es uno es claro y hace lo que quiere, y puede hablar con la gente que quiere, hay forma de vivir con esto bien… Por supuesto que hay algunos que han quedado un poco locos, pero son más de la generación anterior. La generación anterior no tenía ningún conocimiento de lo que era el stress postraumático y esas cosas… había otros tipos de entornos laborales, y se han divorciado y se han vuelto alcohólicos, y toman drogas, y se han vueltos adictos a la adrenalina y a las guerras…. Pero hay muchas maneras distintas de ver esto. Hay que salir y volver a entrar, cubrir otro tipo de temas, políticos, económicos… hablar con la gente que uno quiere, o con un psicólogo… y también siendo conscientes de que lo que hacemos pude servir para que se conozcan y se hagan públicos esos dolores y sufrimientos.