MARTES, 26 DE NOV

La Lata, un barrio que se organiza para transformar la vida de sus habitantes

Diversas instituciones trabajan en barrio Corrientes para brindar oportunidades a quienes viven allí. Murga, talleres y deportes son algunas de las actividades que se realizan en el lugar.

Por Guido Brunet

 

La esquina de Corrientes y Amenábar se encuentra repleta de vecinos que se acercan a escuchar a la murga del barrio. Y los pibes, que llevan ensayando casi un año, preparan los bombos, tamboriles y redoblantes para comenzar a tocar. La banda se conformó en el taller de murga, que junto al de vestuario, maquillaje artístico y armado de instrumentos invitan a los jóvenes del barrio Corrientes a reemplazar las drogas y el alcohol por bombos y redoblantes. En La Lata es invierno, pero el día está soleado.

Alexis, uno de los integrantes del conjunto, con sus 15 años dice que para él la murga “es un entretenimiento, una forma de pasar el tiempo”. Pero para sus organizadores representa una manera de enseñar valores y mantener a los adolescentes alejados de los vicios y dificultades que se viven a diario en el barrio.

Maltrato infantil, violencia de género, abuso de sustancias, tenencia de armas, problemas de convivencia entre vecinos, son, según los habitantes del lugar, algunas de las situaciones que se viven en el barrio ubicado en la zona sur de la ciudad. La droga también está muy presente. Quienes viven allí, cuentan que, entre los pasillos, hay varios bunkers y quienes los manejan les regalan las sustancias a los chicos para que no roben, porque los vendedores no quieren problemas en el barrio.

 

Los talleres son organizados por La Coope, un movimiento barrial que trabaja en la zona desde 2013 y que se sustenta a partir de actividades propias y gracias al financiamiento de la Municipalidad de Rosario. Pero para iniciar el proyecto el grupo fue seleccionado por el concurso provincial Ingenia, lo que les permitió adquirir los instrumentos para poder darle vida a la murga Rulam. A partir de allí, Manuel Corvalán, el coordinador del grupo, explica que la idea de la banda es enfocarse en diferentes ritmos como el brasileño y uruguayo.

Uno de los referentes de La Coope es Juan Ramón Fleita. “Monchi”, como lo conocen todos en el barrio fue vicepresidente y actualmente se desempeña como secretario, y cuenta que la murga “hace ver a los chicos que hay otra realidad, que no es estar en la esquina tomando o fumando. Gracias a Dios se está dando en la tecla, lo demuestra que los chicos participan mucho». Fleita cuenta que en un principio se hizo la murga con los más chicos y los adolescentes permanecían en la esquina, hasta que lentamente se fueron integrando: «Queremos apuntar a los adolescentes que son los que tienen más problemas con la droga y el alcohol, pero de a poco se está logrando”.

A su vez, el secretario de la institución remarca que los jóvenes “están adquiriendo responsabilidades, lo están tomando como algo propio. Además, no se sienten marginados. Saben que hay otras cosas más allá de los vicios y que hay gente que quiere lo mejor para ellos”. “Lo que están haciendo con los talleres es una barbaridad”, resume «Monchi».

El encargado de organizar los talleres de La Coope es Leandro Giordani, quien menciona que “todos los espacios tienen una fundamentación. Todo gira en torno a la murga porque la murga te permite trabajar un montón de valores”, entre los que Leandro resalta la convivencia y el trabajo en equipo. Y esto “redunda en menores índices de violencia”, destaca Giordani.

 

Soluciones desde el territorio

El taller de murga es una de las actividades centrales en el barrio, pero no la única. Ya que vecinal, clubes y parroquia, entre otras instituciones, se encargan de realizar cursos de apoyo escolar, orientación vocacional, llevar adelante un centro de día  y organizar  diferentes actividades recreativas para contribuir al desarrollo de los habitantes de la zona.

La Coope se formó oficialmente en 2013, aunque surgió de una cooperativa de panificación con muchos años en el barrio. Sin embargo, allí existen varias instituciones que trabajan para mejorar la convivencia y el bienestar de los vecinos. Es por eso que en 2015 se conformó la Mesa Interinstitucional, la cual está integrada por La Coope, la Vecinal, el club Belgrano, Casa Popular Vientos del Sur, El Desafío y la parroquia de la zona.

Las organizaciones se reúnen una vez por mes para combatir el consumo de estupefacientes, mejorar la convivencia, reinsertar a los chicos en la escuela (trabajan con el plan Vuelvo a Estudiar del Gobierno de la Provincia de Santa Fe) y ayudar a los jóvenes en su ingreso al mundo del trabajo.

Varios de sus integrantes destacan que la Mesa interinstitucional tiene la particularidad de ser uno de los pocos casos en el que las distintas instituciones se autoconvocaron, ya que muchas veces las mesas se forman a partir de la iniciativa de los Distritos.

Como parte de las acciones llevadas a cabo por las entidades del lugar, se organizan actividades vinculadas al entretenimiento y la recreación de los niños, muchas de ellas en el espacio público. El barrio ya organizó el primer Encuentro Barrial, donde los vecinos pudieron disfrutar en las calles de espectáculos y juegos para los más chicos y, por supuesto, no faltó la murga. Además, durante las vacaciones de invierno La Coope realizó una actividad para los niños en el que hubo show de títeres, juegos y se sirvió una merienda. Todo esto sin mencionar las tres fiestas que ya son un clásico: fin de año, carnaval y día del niño.

Un escalón más atrás

Los vecinos también dan cuenta del problema que representa la formación de basurales sólidos. Ya que es común que se desechen escombros en la calle debido al alto costo de los volquetes luego de que se realiza alguna construcción. En relación a este tema Giordani sostiene que “algunos barrios céntricos están discutiendo separación de residuos, mientras que nosotros estamos un escalón más abajo, estamos discutiendo la formación de basurales. Tanto Leandro como Juan Ramón comentan que se están buscando soluciones entre Vecinal, Distrito y Municipalidad.

A pesar de la problemáticas de la zona, Fleita compara la situación de años atrás con la actual: “Ahora no hay tanta hambre como antes”, relata Fleita. «Monchi» habla de las carencias, pero también de los avances y de la solidaridad en el barrio, como cuando juntan alimentos para darle a los vecinos que no tienen trabajo. Es que Juan Ramón en sus 40 años de residencia en La Lata ha formado parte de los movimientos que se desarrollaron allí. Aunque también destaca los grandes progresos que tuvo el lugar, fundamentalmente luego del Plan Hábitat, un programa municipal de desarrollo de infraestructura y promoción social en zonas carenciadas.

“Después del Hábitat la gente empezó a sentir que su casa era algo propio y así empieza a mejorar el barrio”, destaca Juan Ramón sobre el lugar que fue urbanizado por el municipio y ya no luce aquellas casas de chapa como años atrás. En este sentido, Leandro resalta que barrio Corrientes hoy ya no tiene los problemas de otras zonas porque “acá tenés agua, luz, gas. El Plan Habitat hizo una transformación del barrio importante”. Aunque el coordinador de los talleres de La Coope considera que “aún existen problemáticas que los vecinos pueden abordar. Entonces proponemos intentar transformar la realidad desde la cultura y desde la participación social».

Deporte, música y contención

Otra de las instituciones que trabaja en la zona es la parroquia ubicada en Paraguay y Amenábar. Allí funciona todos los días un centro de vida, con el fin de brindar contención y acompañamiento a las personas de quieran acercarse. También se realiza un taller de costura y actividades recreativas como fútbol o ping pong. Y hasta hace poco se llevaba a cabo un taller de carpintería.

El padre Gonzalo Carbone, cura de la capilla, consiguió una canchita de fútbol en un colegio a unas cuadras -la iglesia tenía un campo, pero hace unos años unas familias se instalaron allí- y los acompaña a los picados.

En el trayecto a la cancha, al pasar por una verdulería, los chicos detienen un tanto el paso y observan con tentación las naranjas que se exhiben en la calle, el verdulero sale, los aleja con la mirada y los muchachos siguen su camino. La escena es parte de la rutina de cada miércoles. Incluso entre los pibes hay varios que ya hicieron su estreno en las comisarías de la zona, y algunos hasta ostentan cuatro o cinco causas por hurto.

“Acá todos somos de Newell´s”, dice uno de los chicos. A lo que el padre aclara, de Paraguay para adentro es de Newell’s y de España en adelante es de Central. Pero no hay problemas”.

El fútbol es, por supuesto, otra de las prácticas más convocantes de la zona. Leandro cuenta que una vez una actividad de La Coope coincidió con un partido, entonces, para que los chicos puedan estar en ambos lugares, se le pidió a la parroquia que modifique el horario del encuentro, y así lo hicieron. “Al haber varias instituciones trabajando en un mismo territorio, el trabajo mancomunado es muy importante”, destaca Leandro la predisposición de todas las organizaciones de trabajar en conjunto.

Por su parte, el cura comenta sobre la labor de su institución: “Nosotros apuntamos a lo humano”, y seguidamente cuenta que «el principal problema es la educación», ya que hay muchos adolescentes que no van a la secundaria. Y el paisaje de chicos en la esquina fumando marihuana o tomando cerveza, que es común en el lugar, lo confirma. “El cóctel droga y falta de educación es terrible”, sentencia el religioso, quien hace unos meses se encontró con varios agujeros de bala en la campana de la iglesia.

Es debido a las diversas problemáticas que atraviesan al barrio que sus habitantes se vuelcan a las diferentes actividades que se llevan adelante allí. “Acá viene muchísima gente, vos abrís la puerta y se llena. Porque no hay lugares para ellos, entonces cuando se abre uno, vienen”, explica el cura coincidentemente con lo que dice Giordani: “Tenemos un núcleo de vecinos que no importa lo que hagas los convocas”, y el fútbol y la murga hacen que los jóvenes se acerquen y descubran nuevas realidades. Como sucedió con uno de los integrantes de la murga que, en lugar de ensayar, tomaba cerveza en la esquina y cuando la banda pasó por allí camino al Encuentro Barrial, donde iba a tocar, el chico posó con cierta dificultad la botella sobre la vereda, tomó un bombo y se unió al grupo.

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