VIERNES, 22 DE NOV

La “grieta” en casa: ser ordenado está de moda, pero los desordenados resisten

Dos formas de vincularse con los objetos, con “militantes” en ambos bandos. Es un tema de discusión clásico en las familias. Leé este informe especial de Clarín:

Una casa ordenada o desordenada, ésa es la cuestión, diría Hamlet. ¿Y vos de qué lado estás? ¿Preferís vivir en un ambiente despojado, minimalista, o todo lo contrario, tan cargado de cosas que corrés el riesgo de tener que usar tu cabeza para apoyar la maceta? La grieta, en este caso, está vinculada con el mobiliario. O mejor dicho: con la distribución de objetos que se hace sobre ese mobiliario. Y no es algo menor, al contrario: muchas veces, en las parejas, esa disputa puede llegar a convertirse en un tema sensible. Un causal de divorcio.

“Cuando reducimos lo que poseemos y desintoxicamos nuestra casa, esto también desintoxica nuestro cuerpo”, afirma Marie Kondo, autora de La magia del orden, un libro que lleva vendidos más de cinco millones de ejemplares en todo el mundo. Un best seller de la pulcritud, podría definirse. Del desapego por lo material.

La consultora japonesa, que se encarga de asesorar a particulares y empresas, suma adeptos día a día. Entre otras cuestiones, y con fervor militante, Kondo sostiene que las personas que se animaron a tirar al tacho de basura, al contenedor o directamente al volquete todo lo que no necesitan ganaron espacio en sus viviendas y, además, lograron “una figura más esbelta y una piel radiante y tersa”.

En ese sentido –agrega Marie, citada por La Vanguardia–, lo único que hay que mantener en casa son los objetos que nos dan felicidad. “La mejor manera de elegir qué guardar y qué tirar es sostener cada objeto con las manos y preguntarte: ‘¿esto me hace feliz’?”, sigue la especialista, sin temor de que la acusen de que ha entrado en algún tipo de trance.

Es así: según ella, hay que hablarles a los objetos como si fueran personas y, si les llegó la fecha de vencimiento, despedirlos con el cariño con que se despide a un ser querido: con abrazos y besos.

Después, claro, hay que ver si alcanza con tirar y tirar con cierta frecuencia. Porque una casa puede vaciarse de objetos y seguir estando desordenada. Y la situación puede darse al revés: como si se tratara de un museo, una casa puede llenarse de objetos y mantenerse limpia, cuidada, definitivamente habitable.

¿Qué se dice desde la vereda abarrotada? Any Krieger, licenciada en psicología, prefiere señalar que, en todo caso, se trata de una cuestión “subjetiva”. “Lo que para algunos puede ser un ambiente ordenado para otros puede ser desordenado. Salvo que a alguien se le ocurriera poner un elefante en el living, todo lo demás es relativo. ¿Si esto influye en la salud de la gente? Depende. Conozco personas que cargan sus bibliotecas con souvenirs que han traído de sus viajes por el mundo, y eso les trae muy lindos recuerdos. Les levanta el ánimo. Sería un error que se deshicieran de ellos”.

También, Krieger explica que, a veces, “el orden extremo puede significar una obsesión cercana a alguna patología”. Además –sigue–, “siempre hay que tener en cuenta las edades de las personas: para un adolescente, por ejemplo, que está en una etapa de transición, cierto desorden es necesario. No se le puede exigir que sea como un adulto. ¡Si está en plena búsqueda, en pleno movimiento!”.

Ser ordenado, queda a la vista, está de moda. Pero los desordenados resisten. Fernando Cynowiek, del estudio de arquitectos Monoblock, cuenta que en su casa es “prolijo” pero le cuesta conseguirlo en su lugar de trabajo. “En el estudio somos cinco”, explica. “Entonces, la acumulación es inevitable: papeles, papelitos, papelotes… Además, como también comemos acá, muchas veces se juntan platos, vasos, cubiertos. Y eso es algo positivo: nos da un clima cálido, descontracturado, hogareño”.

—¿Y qué hacen con las maquetas que van usando para trabajar?

—Las tiramos cada diez años. Nos sirven para inspirarnos en nuevos proyectos.

Desde la postura “ascética”, también se plantea que “los espacios bien estructurados nos transmiten una gran sensación de bienestar, que afecta tanto a nuestra forma de actuar y de relación con los demás como a nuestro propio orden interno, tan necesario en nuestra vida cotidiana”.

En la misma línea se afirma que “un exceso de decoración puede generar respuestas de estrés, producidas por el procesamiento de estímulos de forma continua”. Como si se dijera que el cansancio mental aumenta con la cantidad de portarretratos, ¿Seguro? La discusión, se ve, está abierta. “A guardar, a guardar, cada cosa en su lugar…”, sigue siendo el hit en los jardines de infantes. O no: si funciona para el bienestar personal, que cada uno haga lo que más le plazca.

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