Para el papa Francisco, «la codicia es la fuente de la corrupción»
Así lo advirtió el Sumo Pontífice al tiempo que dijo que “el dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico”. “La codicia es la raíz de todos los males. Es la causa principal de envidia, pleitos y recelos”, agregó.
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- Feb 7, 2017
El papa Francisco aseguró hoy que «la codicia es la fuente de la corrupción», al tiempo que advirtió que «el dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico».
«El apóstol Pablo dice que la codicia es la raíz de todos los males. Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos«, afirmó Francisco en el mensaje dirigido para la próxima Cuaresma y dado a conocer este martes por el Vaticano.
En ese marco, el pontífice argentino planteó: «El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico. En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz«.
Asimismo, el Papa recordó que la parábola de Lázaro «nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso«.
«Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia», planteó Jorge Bergoglio en el texto que lleva por título «La palabra es un don. El otro es un don».
Allí, añadió que «el peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención».
«El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación», criticó luego el obispo de Roma, para sentenciar que, en cambio, «Lázaro nos enseña que el otro es un don».
En ese punto, agregó que «la primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido».