Estalló la primera crisis de gabinete de Trump y renunció su asesor de seguridad
Tras aceptar la dimisión de Flynn, Trump nombró como asesor de seguridad nacional interino al teniente general retirado Joseph Keith Kellogg, un general condecorado del Ejército de Estados Unidos que combatió en Vietnam.
- Internacionales
- Feb 14, 2017
Michael Flynn, el ya ex asesor de seguridad nacional del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ocultó información sobre sus contactos con Rusia a altas figuras de la Casa Blanca, y desencadenó así, a última hora de anoche, la primera gran crisis de gabinete del republicano.
El polémico general había mantenido conversaciones telefónicas con el embajador de Rusia, Serguei Kislyak, en las que se tocó el tema de las sanciones impuestas al Kremlin por supuesta injerencia en las elecciones de Estados Unidos.
Las llamadas entre Flynn y Kislyak habían tenido lugar durante el período de transición entre el gobierno saliente de Barack Obama y el actual, e incluso antes de las elecciones del 8 de noviembre en las que Trump derrotó a la demócrata Hillary Clinton.
Las llamadas fueron interceptadas por la inteligencia estadounidense cuando aún estaba bajo órdenes de Obama, y su contenido, que desmentía afirmaciones del vicepresidente, Mike Pence, y del vocero presidencial, Sean Spicer, gatilló el escándalo cuando empezó a circular por los pasillos del poder.
La salida de su principal asesor en seguridad es un golpe político contra Trump, que aún está asimilando el congelamiento de su decreto para modificar la política migratoria después del rechazo judicial y la oposición de importantes sectores de la sociedad civil.
El escándalo se desató a menos de un mes de la inauguración de Trump y a solo 24 días de que Flynn asumiera su cargo como asesor presidencial, tras haber desempeñado la misma tarea durante la carrera electoral del actual primer mandatario estadounidense.
El magnate lo había designado asesor de seguridad nacional el pasado 18 de noviembre, diez días después de ganar las elecciones presidenciales, asegurando que era «uno de los expertos más importantes del país en asuntos militares y de inteligencia».
La designación de Flynn no requería el visto bueno del Congreso, lo que le convirtió de inmediato en una de las figuras más poderosas de la Casa Blanca: el principal punto de contacto de Trump con el Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA.
Igual que Trump, este ex oficial de inteligencia de 58 años ha sido acusado de coquetear con el presidente ruso, Vladímir Putin, y se ha mostrado abierto a rescatar la tortura por ahogamiento simulado («submarino») a los sospechosos de terrorismo.
Cuando las conversaciones empezaron a circular en las altas esferas revelaron que Kislyak y Flynn habían tocado el tema de las sanciones pese a que éste se lo negó al vicepresidente, Mike Pence.
«No hablaron de nada que tenga que ver con la decisión de Estados Unidos de expulsar a diplomáticos o de imponer medidas contra Rusia», llegó a defender Pence en una entrevista el 15 de enero con CBS News, confiando en la palabra del entonces asesor. Similar postura mantuvo recientemente el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer.
Pero Flynn sí había abordado las sanciones con Kislyak y las pruebas en su contra le obligaron a reconocer en su renuncia que no le dijo la verdad a Pence.
«Desafortunadamente, por el ritmo de los acontecimientos, informé involuntariamente con información incompleta al vicepresidente y a otros sobre mis llamadas con el embajador ruso», escribió el polémico militar en el texto de su dimisión.
Flynn, sin embargo, defendió que este tipo de conversaciones «son una práctica estandarizada en cualquier transición de tal magnitud» y que tenían el fin de «facilitar una transición fluida y empezar a construir una relación necesaria entre el presidente, sus asesores y líderes extranjeros».