VIERNES, 29 DE NOV

Operaciones 3.0: cómo trabaja el ejército de trolls que busca incidir en la opinión pública

Extraen datos de los usuarios reales y crean cuentas apócrifas. Una misma persona llega a administrar hasta 5000 personajes virtuales.

 

Por Javier Borelli/ Tiempo Argentino

No tienen documento, no pagan impuestos, ni votan; pero pueden incidir en una elección. No tienen información genuina, no hablan con nadie, ni se preocupan por dar argumentos; pero pueden instalar temas en agenda. Nacen en “granjas”, no tienen moral y se mueven como ejército; pero nunca los vas a cruzar por la calle. Son trolls, identidades virtuales diseñadas sobre la base de algoritmos y estadísticas demográficas para intervenir en la disputa por el sentido, y no dan tregua. ¿Quiénes están detrás de las operaciones políticas 3.0?

“Veinte cuentas contribuyeron con el 18% de los tweets sobre la noticia falsa de Maldonado. 20 cuentas que hicieron 837 tweets en 2 horas”, escribió Luciano Galup, especialista en redes sociales y comunicación política, en su cuenta de Twitter el 9 de octubre último. Ese día los trolls habían alimentado una nueva operación mediática que buscaba confundir sobre la colaboración de la familia de Santiago Maldonado en la causa que investiga su desaparición forzada. Lo hicieron enviando hasta 102 tuits desde una misma cuenta y promoviendo temas de debate que buscaban revictimizar a la familia.

Siguiendo el rastro que dejaron esas cuentas, la Revista Mu pudo identificar patrones comunes. Por ejemplo todas opinaron en simultáneo y en sintonía sobre los mismos temas: “la conferencia de prensa de Cristina Kirchner, el barril enterrado en el jardín de la casa del sindicalista Pata Medina, la causa AMIA y los sospechosos de atacar a la prensa en la última marcha por Santiago Maldonado, presentados como militantes kirchneristas”, resume el artículo.

Los titiriteros

“Trabajé durante un año en una agencia de comunicación que hacía este tipo de campañas sin distinción de candidato. Lo hice para Daniel Scioli y para Diego Santilli”, cuenta Florencia, de 33 años y licenciada en Ciencias de la Comunicación. A ella le tocó manejar unos cinco mil perfiles distintos de manera simultánea y, para ello, le habían desarrollado un software especial para coordinar las interacciones.

“En la agencia había diseñadores gráficos que hacían memes, community managers que manejaban cuentas más importantes y algunos chicos que creábamos contenidos para el batallón de trolls”, recuerda en diálogo con Tiempo. La estrategia de su agencia consistía en promover algunos usuarios como “influenciadores” cuidando más artesanalmente la construcción de su identidad mientras que los trolls replicaban a los primeros y empujaban con mensajes menos elaborados para crear tendencia por volumen.

“Lookeaba las cuentas y robaba imágenes para los perfiles. A eso le llamamos ‘incubar’”, detalla Pamela que trabajaba de miércoles a domingo por unos 9000 pesos al mes. Todos los días recibía alguna indicación del jefe de campaña con los temas importantes del momento. Si había alguna actividad de campaña o si había que atacar a alguien.

Magdalena, de 28 años, tuvo una experiencia semejante. “Para nosotros era como un trabajo freelance. Trabajábamos desde casa para un coordinador que nos asignaba por día entre 20 y 40 usuarios y nos daba una consigna: hay que salir a matar a tal, hoy presenta un proyecto en el congreso y quiere posicionar un tema, o algo semejante. Después cada uno ponía lo suyo y había que ser cuidadoso para que no se dieran cuenta”, agrega quien se formó como actriz pero cuya experiencia laboral la hizo en el marco de la comunicación política. En 2016 cobró 20 mil pesos por 30 horas semanales por esta tarea.

“A mi me tocó defender o agredir, pero eran temas de corrupción o denuncias políticas. Lo hacía escribiendo cosas que no me representaban, lo que me generaba mucha frustración y angustia. Pero la mayoría de los trabajos producen eso y tenía límites. Nunca hubiera hecho lo que hicieron con la familia de Santiago Maldonado”, reflexiona Magdalena.

Germán tiene 40 y coordina el trabajo de redes sociales en su agencia. “Tenemos un mini ejército de avatares, cada uno con su perfil y sus características”. Son cuentas de Twitter y Facebook. “Con las primeras tratamos de instalar tendencias y con la segunda intervenimos en las notas de los diarios ya que la mayoría de los portales te piden usuario”, añade. En su mayoría, explica, se dedican a “campañas del bien” como promocionar temas en Twitter para ONG o causas sociales. Pero también han hecho trabajos políticos.

“Nos ha pasado que el equipo de prensa de un candidato a concejal que va mal nos pide que levantemos su imagen. Entonces lo pintamos a él de bueno, a un competidor de chorro y al otro de inútil. Se arman memes y se lanza la campaña. Son dos horas intensas. Lo que no lograste en ese rato no lo vas a lograr en 10 horas”, explica.

“A mi me llamaron este año para ofrecer un trabajo de troll en apoyo al actual presidente ecuatoriano, Lenin Moreno”, cuenta Guillermo, periodista de 33 años. “Me pedían que cree y administre unas 20 cuentas y que escriba a razón de cinco tweets por día. Ellos me iban a dar un mensaje que había que transmitir y yo tenia que customizarlo según el perfil del personaje”, explica.

“Como en ese momento Moreno estaba en plena pelea con el ex presidente Rafael Correa, querían que las cuentas que yo usara salieran a contestarle cada vez que él tuiteara”, recuerda. Le pedían que esté activo sábados y domingos y que haga “mantenimiento” durante la semana por unos 12 mil pesos. “La plata venía bien y me permitía trabajar desde casa, pero lo que tenía que hacer no me gustaba y me iba a volver loco creando historias para tantas personas de otro país”, explica.

Trolls de Estado

“Al menos 28 países tienen equipos gubernamentales, militares o políticos comprometidos en la manipulación de la opinión pública en las redes sociales”, asegura el informe “Ciber tropas, trolls y provocadores: un inventario global de la manipulación organizada de las redes sociales” publicado por la Universidad de Oxford en septiembre.

Según el informe, que se basa en denuncias realizadas por medios y ONG de los distintos países (incluida la Argentina), “los regímenes autoritarios no son los únicos ni los mejores en la manipulación de las redes sociales. Los reportes más antiguos del involucramiento de los gobiernos en el empujón de la opinión pública aparecen en las democracias, y las innovaciones tecnológicas de comunicación política surgen durante las elecciones”, detalla.

Según informó Tiempo en agosto de 2016, la Secretaría de Comunicación Pública cuenta con un equipo especial destinado a intervenir en redes sociales y que funciona dentro de la Subsecretaría de Vínculo Ciudadano, dirigida hasta mayo último por Guillermo Riera. En octubre de 2016, por medio de un pedido de acceso a información pública realizado por La Nación, se supo que esa Subsecretaría cuenta con 30 personas destinadas exclusivamente a las redes sociales y que en 2016 contó con un presupuesto de 163 millones. Si bien el monto destinado a esa Subsecretaría no está discriminado, se sabe que el presupuesto 2017 de toda la Secretaría de Comunicación Pública subió un 13,5% y en el proyecto para 2018 el aumento estimado es de un 12% adicional.

Tecnología vs Ciencia

En diciembre de 2016, en plena toma del Ministerio de Ciencia y Tecnología en reclamo por el recorte presupuestario y la baja de un 60% en el ingreso de investigadores al Conicet, una campaña en redes sociales pretendió desvalorizar el planteo.

Analía Luis y Yamila Abbas, dos investigadoras de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, probaron que la «conversación» sobre el Conicet fue pareja en consideración positiva (52%) y negativa (48%). Esta última estuvo dominada por una menor cantidad de cuentas (la mayoría sin identificación real) y caracterizada por un mayor número de retuits. Además observaron que mientras que los comentarios positivos mantuvieron un comportamiento similar durante los 12 días analizados, los negativos bajaron mucho en los fines de semana, como si cumplieran horario de oficina.

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