MARTES, 26 DE NOV

César González: «Por y para la humanidad los pibes de la villa merecen ingresar al arte»

El poeta y cineasta fue invitado a la inauguración de la biblioteca del Irar que, a pedido de los chicos allí internados, fue bautizada con su nombre. 

Por Florencia Vizzi

 

«Cuando salga de esta tumba que la libertad me ha quitado te daré las gracias, te abrazaré y te diré te amo”.  Elías, un pibe poeta

«…y me proponen la muerte, y me aferro a mi locura y así me salvo al menos un rato…»  Camilo Blajaquis/ César González

“Empecé a escribir para sentirme vivo, no libre. Algunos dicen que al escribir, se sienten libres, pero en mi caso fue para sentirme vivo”. César González es delgado, moreno, tiene una expresión en el rostro que podría parecer extremadamente seria para su edad y la mirada de un sobreviviente. Sus palabras se descuelgan por los gruesos, grises paredones del Irar (Instituto de Recuperación de Adolescentes de Rosario) y se vuelven eco entre el grupo de pibes que lo miran con un mal disimulado gesto de admiración. Porque resulta que lo admiran y por eso han elegido bautizar a la recién nacida biblioteca del instituto con su nombre.

César González hoy es un conocido director de cine y poeta. Pero antes de serlo pasó hambre, tuvo frío, disparó balas y recibió seis tiros, estuvo preso, fue hasta al fondo del abismo y pegó la vuelta. Y no se cansa de repetir que fueron los libros los que le salvaron la vida. Y, paradójicamente, hoy son los libros los que lo traen de vuelta a una institución carcelaria, aunque, en este caso, para recoger un poco de lo sembrado y tal vez, para que esos libros de esa biblioteca que hoy lleva su nombre sean el pasaje a la salvación de otros pibes y por carácter transitivo, de toda una sociedad que no suele reconocer a los hijos que su propia violencia engendra.

“Hace diez años yo estaba encerrado igual que estos pibes, estaba en la cárcel, en el mismo lugar que están ellos, así que esto significa, ante todo, una gran responsabilidad”, dice César sin vueltas, sin vergüenza y sin falsas modestias. “La verdad es que todavía no puedo terminar de ponerle un nombre concreto a la forma en que me siento, primero fue sorpresa y después un tono medio melancólico también porque hace ocho años yo salía de la cárcel. Y que menos de diez años después una biblioteca en una cárcel lleve mi nombre… lo tomo como una responsabilidad. Que los pibes se vean inspirados en mi, no porque me interese ser ejemplo de nada, pero si sirve de inspiración para que ellos puedan elegir el camino del arte y puedan dejar de morirse y puedan dejar de tener una vida repleta de violencia y puedan reciclar esa violencia en poesía, no negarla sino reciclarla…si yo puedo ser un puente para eso también es una gran alegría”.

Un bautismo colectivo

La dureza de algunos de los paredones del Irar se ve levemente mitigada por los colores que le imprimen los murales de Dimas, que también le enseña a los chicos adolescentes el oficio. Como él hay otros, muchos otros que transitan los oscuros pasillos día a día dictando clases y todo tipo de talleres, y todos sumaron su grano de arena para la inauguración. Luchi, a cargo del taller de Serigrafía, se encargó de los señaladores y carteles, Mariano, el profe de Huerta preparó infusiones con hierbas de cosecha propia, y Julio, de Carpintería, hizo los estantes en los que se guardan los libros. Pablo y Amalia, que dirigen el taller Audiovisual, estuvieron a cargo de filmar las entrevistas que hicieron algunos de los chicos a César González y profesoras, maestras y acompañantes también estuvieron allí colaborando. Durante la presentación, el coordinador de los talleres, Mauro Testa, también recordó que en poco más de dos semanas verá la luz el libro de poemas elaborado colectivamente por el taller de escritura coordinado por Tomás.

En medio de todos ellos, César González apenas si se distingue, recorre con atención el lugar, y también con una cierta aprehensión. Y habla desde ese lugar del que, por suerte, nunca se ha corrido. Él es uno más, se reconoce en esos pibes que lo rodean, se identifican mutuamente y se comprenden. Eso, en cierta forma, es tan reconfortante como doloroso. Él estuvo allí, en ese mismo lugar, con esos mismos miedos y con esa misma furia.

“Para mi no es motivo de ninguna alegría volver a estar en un instituto», reconoce. «Yo pienso que estos lugares, como todos sabemos, están hechos solo para cierto sector de la sociedad”. “Pero me llena de orgullo que una biblioteca en un instituto lleve mi nombre, y sobre todo que hayan sido los pibes los que hayan participado en la elección del nombre…esta es una de las recompensas que me ha traído la vida. Cuando yo estaba dentro de una celda y empezaba a escribir y a leer, y en ese momento no había ningún motivo por el cual escribía a futuro. No escribía pensando que el día de mañana me iba a pasar todo lo que me viene pasando, sino que simplemente era la forma de encontrar un poco de vida en la tumba”. «Por algo a la cárcel le dicen la tumba, es decir, el lugar donde abunda la muerte y a veces peor que la muerte, a veces es mejor estar muerto físicamente que vivir una vida como la que viven los pibes”.

La vida de César Gónzalez cambió cuando, como él mismo describió “estaba allí tocando fondo”. Pero, en ese pozo, donde tantos le pusieron palos y le dieron de palos, también hubo quien lo acercó al arte, a la lectura, a la literatura, a la poesía… Los libros llegaron primero como gotas en el desierto, y después como un caudal que no cesó de fluir.

“Lo que me salvó a mi fue darme cuenta que ese personaje de malo, ese personaje de bruto, que no sabe hablar, es el personaje que necesita la sociedad”, relata. “Ese fue el “click”, haber caído en la cárcel, baleado, porque yo tengo 6 tiros encima, y fue un momento de mi vida donde tenía que decidir, porque estaba tan cerca del abismo total, estaba en un precipicio y había dos opciones, o me terminaba de caer en ese abismo o empezaba a remontar ese abismo como podía, con las uñas, después con los dedos después con las manos hasta que salí y logré pisar tierra. Y darme cuenta de que la sociedad quería que yo sea de una manera por haber nacido donde nací creo que fue el principal motor que tuve para ser lo que soy” -cuenta, casi despojado – oponerme y decir: si la sociedad espera que yo sea ignorante, yo no lo voy a ser y voy a estudiar filosofía, si la sociedad cree que yo no se leer, voy a ser escritor y ya voy por mi cuarto libro. Si la sociedad espera que un pibe siempre hable de cierta manera, yo voy a hablar como un intelectual y voy a ir a la academia y voy ir a la universidad y voy a hacer ruido ahí”.

El tono de voz de César Gonzáles es calmo, sin estridencias, casi monocorde, y es en ese tono en el que se refleja el pibe que nació en villa Carlos Gardel, preso de del hambre y de la indiferencia, antes que de las instituciones, que lo castigaron por haber nacido donde nació y por haber aprendido lo único que se le enseñó. Pero también el otro, el que se reveló contra todo ello y encontró la forma de dar batalla desde otros lugares.

“Ésta es una sociedad muy hipócrita”, repite César Gónzalez en varias ocasiones. No intenta caer simpático y no “hace una épica” de lo vivido, pero no hace concesiones. “Hay una doble vara para medir a la gente. Es bastante hipócrita que mientras vemos como altos funcionarios aparecen con millones y millones en cuentas sucias, y que condenan a millones al hambre, es bastante hipócrita que a los chicos de los barrios le digan pibes chorros y a esas personas les pongan nombres como “corruptos” o “empresarios a los que se le fue la mano”. «Mientras no se mida a todos con la misma vara yo no voy a juzgar a esos pibes, yo fui ese pibe…Los únicos que tienen que rendir cuentas constantemente son los chicos pobres. La sociedad le exige a los pibes que están acá adentro lo que no le exige a los de otras clases sociales”.

Mano dura, pibes en la calle y otras violencias

Entre la inauguración de la biblioteca, las charlas y los talleres, César firma libros y se presta al intercambio. Habla de la mano dura y de la “doctrina Chocobar”.

“Para mi no es nada nuevo” dice al hablar de Facundo, el niño de 12 años baleado por la espalda por un policía en Tucumán.“No es nada nuevo este discurso mano dura, es algo que siempre existió. Lo que es grave es que ese discurso baje desde el poder más alto de la pirámide social, que desde el gobierno se avalen y respalden esas atrocidades. Porque si desde la cúspide bajan esas ideas, van a brotar con más fuerza aún en la base”, reflexiona.


“Yo creo que sirve para alejar la reflexión de las verdaderas causas de los problemas. Creer que todo se soluciona eliminando a ciertos sectores… pero a la vez esos sectores son muy indispensables para esta sociedad, porque la sociedad cree que eliminando a las villas se soluciona todo pero si eliminas a las villa no solo vas a eliminar a los pibes chorros, vas a eliminar a los albañiles, a los barrenderos, a los plomeros, a los empleados de seguridad, a los policías… es un mensaje hipócrita y de odio, que pone a unos en lugar de buenos y a otros en lugar de malos”.

La otra cara del mismo tema, el contrapunto, son los chicos en los semáforos, en las calles, en las plazas: limpian vidrios, venden curitas, piden monedas, como si eso fuera parte de un paisaje normal, socialmente aceptado. ”Un paso importante es poder visibilizar esas realidades como violentas. No todos lo ven así, la mayoría lo toma como algo natural… pero no lo es, es violento. El pibe no tiene que estar ahí, tiene que tener una vida digna. Es un tema difícil, dice pensativamente, se necesitan recursos, y los que tienen la posibilidad de distribuir esos recursos, el dinero y los materiales necesarios para cambiar esas realidades, tienen que animarse… porque a veces, aún cuando algunos gobiernos se animan, la sociedad se opone. No quieren que les den cosas a los villeros, no quieren que se los ayude… es un tema complejo, uno a veces le pide todo al Estado, pero el Estado somos todos y depende de cada uno de nosotros”.

Entrevista… ¡toma uno, acción!

El taller Audivisual es uno de los talleres sostenidos por el programa Nueva Oportunidad. Pablo y Amalia dirigen a los chicos que participan de diferentes formas, actúan, sugieren, se disfrazan, se maquillan y entrevistan, entre otras cosas.

En una escena cuidadosamente montada, con mesa ratona, alfombra y hasta florerito con flores rojas, entrevistado y entrevistadores se dan ciertos lujos.

César González no muestra ningún prejuicio, y con la misma naturalidad con la que habla de la villa en que nació se permite hablar de Michel Foucault, de Antonio Gramsci y de Miguel Cervantes Saavedra. También de la generación de los 70 y de querer cambiar el mundo, y de Ernesto Guevara y el libro “De Ernesto a Che”, de Calica Ferrer, que lo marcó profundamente y lo inició, junto a algunos otros, en el rumbo que hoy tiene su vida.

“Le debo lo que soy a muchas personas, profesoras, maestros, talleristas que me acercaban los libros y me alentaban.Fueron los que me ayudaron a conseguir hojas y lapiceras y a anotarme en la facultad. Cuando algunos psicólogos y trabajadores sociales y defensores del estado me subestimaban para que no pueda escribir, ellos me seguían apoyando. Cuando no me dejaban escribir en las celdas, yo memorizaba los poemas y se los dictaba y ellos los transformaban en algo material”.

Entre toma y toma los pibes charlan y se ríen, le piden a César que se saque fotos con ellos. Uno tiene el brazo enyesado y todos corren a buscar un fibrón para que le estampe la firma. Las palabras de César González se quedan dando vueltas, camufladas entre los fríos paredones del Irar, los murales de Dimas y la nueva biblioteca, esa que tal vez sirva para cambiar la vida de alguno de esos chicos.

“Sinceramente creo que, por y para la humanidad, los pibes de la villa merecen ingresar al arte. No con un arte edulcorado, no con un arte pasteurizado, no con un arte careta, no con discursos que le caen bien a todos para que puedan felicitarlos los periodistas que después le van a pedir mano dura y baja de imputabilidad. Sino hablando de lo que uno vivió, sin vergüenza. Todo lo contrario…. No se trata de negar la historia de uno…la belleza también es un derecho, contar la propia historia también es un derecho, sin pedir permiso y sin pedir por favor”.

 

*El acto de inauguración de la biblioteca se realizó el pasado miércoles 21 de marzo en la sede del Instituto de Recuperación de Adolescentes de Rosario

 

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