VIERNES, 29 DE NOV

Bunge, picante contra Macri: “No hay políticos innovadores en este Gobierno”

Mario Augusto Bunge (98 años) es un prolífico académico, que lleva en su haber más de 75 libros, 450 artículos y un centenar de publicaciones científicas, y también es un filósofo científico: una rara avis que incorpora el rigor científico a la intuición filosófica.

Un argentino en el exterior, esté donde esté, conoce el fonema universal para su nacionalidad: “Maradona”. En la Argentina, fútbol se dice El Diego, y con razón, porque es el astro cósmico indiscutido dentro de la cancha. Lo que pocos saben es que bien podría decirse “Mario Bunge” como homónimo de filosofía y ciencia. Mario Augusto Bunge (98 años) es un prolífico académico, que lleva en su haber más de 75 libros, 450 artículos y un centenar de publicaciones científicas, y también es un filósofo científico: una rara avis que incorpora el rigor científico a la intuición filosófica. Es Doctor en Ciencias físico-matemáticas por la Universidad Nacional de La Plata y cuenta con 20 doctorados honoris causa en varios países. Hoy, ocupa el puesto 113 en el Salón de la Fama Científica, pero de joven era contestatario y rebelde.

“Fui un mal alumno durante toda la secundaria, al punto de que acabé mis estudios de forma autodidacta, a la vez que escribía mis primeros libros sobre marxismo y psicoanálisis”, dice Bunge. Por estos días, está retirado como profesor emérito de la Universidad McGill en Canadá, donde se encargó de dictar cursos sobre lógica y metafísica, pero no descansa y viene publicando un libro por año desde 2014. La de Bunge es una historia binaria, entre la filosofía y la ciencia, entre la Argentina y su exilio a Canadá durante la dictadura militar, entre su prolífica obra y su desconocimiento local.

Hacer es rebelarse

Cuando Bunge, en 1930, se cruzó con las ideas de los astrofísicos más famosos de la época —Arthur Eddington y James Jeans— sobre cómo el universo era un “texto matemático de Dios”, no pudo evitar reaccionar. “Quería discutirlo, pero no sabía cómo, así que me decidí por estudiar Física”, expresa, pero confirma que la motivación era la refutación filosófica. Ese mismo espíritu guió su carrera filosófica, que alcanzó su cénit con la publicación de su Tratado de Filosofía en ocho tomos, un ambicioso proyecto que refundó la filosofía de su tiempo utilizando las herramientas de la ciencia y las matemáticas, algo impensado para el clima intelectual de la época y las prácticas filosóficas habituales.

Su trabajo continuó con exploraciones novedosas sobre la filosofía de las ciencias sociales, la filosofía política y, por supuesto, las ciencias naturales. “Mi impulso siempre fue la mera curiosidad, fomentada por la vida al aire libre y un montón de libros. Aunque muchos de ellos malos, también me impulsaron a averiguar y conjeturar”, comenta Bunge. “Mi obra tiene valor porque siempre me ocupé de problemas y no de autores. La ciencia trabaja con problemas y no con opiniones de alguien”, refuerza y antagoniza con sus colegas filósofos. Es que Bunge es un “hacedor”, una especie de emprendedor inconformista y no un diletante. Por ejemplo, creó entidades como la Sociedad Internacional de Filosofía Exacta, de la cual se separó pero que aún funciona, y productos como “Minerva”, una de las primeras revistas de filosofía rioplatense, con el leit motiv de “combatir el irracionalismo” , que tuvo una vida exigua.

Su impulso a innovar y proponer, antes que hacer escolástica, no siempre redundó en situaciones positivas. A los 19 años, en 1938, decidió fundar la Universidad Obrera Argentina, alineada al socialismo que desde joven adoptó y promulgó, pensada para que los obreros nacionales se eduquen en materia de derechos laborales (clase que brindó un joven Arturo Frondizi) y tecnología (Bunge dictaba clases de mecánica, entre otras). En 1943, el por entonces secretario de Trabajo y Previsión, Juan Domingo Perón, clausuró la Universidad. Desde Montreal, Canadá, donde reside, habló de estos y otros temas en exclusiva con Infotechnology.

Lleva más de 70 años trabajando en la filosofía de todas las ciencias y las técnicas. ¿Qué resumen hace de su obra? ¿Qué consiguió?

Mi trabajo culminó con la publicación de mi Tratado de Filosofía. En él me encargué de todas las áreas importantes de la filosofía, con la rigurosidad de las matemáticas y la ciencia. A partir de ahí, casi todos mis trabajos fueron correcciones y diálogos con ese proyecto. Mi sistema filosófico pretende ser racional, porque es entendible y por lo tanto criticable. Es materialista, porque no da cabida a nada sobrenatural ni espiritual. Es sistémico, porque nada existe individualmente sino que todos los individuos se relación con otros. Por último, es procientífico, porque aprende y enseña la ciencia, en un círculo virtuoso.

En varios de sus libros usted explica cómo la concepción sistémica del mundo ayuda a entender que todo se relaciona con alguna otra cosa. ¿Qué efectos tienen las nuevas tecnologías, como la Inteligencia Artificial (IA) o la telecomunicación masiva, en las sociedades?

Las nuevas tecnologías ayudan a encontrar textos pero no a enfrentar problemas nuevos, porque las computadoras están construidas para contestar, no para preguntar. Solo pueden abordar problemas directos, de causa a efecto, o de premisa a conclusión, ya que funcionan con algoritmos, y éstos solo sirven para trabajar problemas algorítmicos, todos los cuales son directos. Los problemas más interesantes son indirectos. De síntomas a enfermedades, de funciones deseadas de un artefacto a los mecanismos y las entradas que las efectuarán. Las nuevas tecnologías, como la analítica o la IA, tan importantes para la economía, tienen el inconveniente de que alejan a la gente de los problemas inversos e inhiben formas diferentes de pensar.

Un tema importante tiene que ver con la articulación entre ciencia y empresas. ¿Se puede predecir cuándo la investigación básica puede aplicarse y convertirse en un negocio?

No se sabe de entrada cuál es la importancia de un problema. Por ejemplo, los microorganismos que descubrió y describió Leeuwenhoek adquirieron importancia solo dos siglos después, cuando Pasteur supuso y demostró que algunos de ellos son patógenos. El mercado propicia los descubrimientos que tienen una utilidad inmediata. La búsqueda del origen de nuestra especie, las investigaciones sobre las ondas gravitatorias o el estudio de los agujeros negros no tienen valor comercial y por eso no tienen apoyo de los mercados. Acaso pueda decirse que la adoración del mercado conduce al embrutecimiento colectivo.

Desde Canadá, a lo lejos, es difícil estar al tanto de un país tan complejo como la Argentina. Pero, si pudiese, ¿qué problema argentino o latinoamericano le gustaría atacar?

El problema de mi primera patria es, actualmente, admitir que es parte de la periferia, que sus clases dirigentes obedecen hoy al imperio tan dócilmente como la oligarquía hacendada solía obedecer los dictados de Su Majestad Británica, y que casi nadie estudia seriamente los problemas economicos y políticos del pais, como los estudiaron Juan B. Justo, mi padre Alejandro Augusto Bunge o Raúl Prebisch.

El presidente Macri manifestó querer “profesionalizar el Estado”, creando cuadro técnicos y despolitizando algunos puestos. ¿Cómo lo compara con su tesis de una tecno-holo-democracia?

No sabía que el presidente hubiese dicho eso. Tampoco estoy enterado de que haya hecho algo por alcanzar esas metas. Sin embargo, es cierto que poner las riendas del Estado en manos de contestadores solo garantiza mediocridad y conservadurismo. Creo que ningún miembro de su equipo es un técnico innovador o un empresario audaz pero culto. No conozco a ningún grupo gobernante en el mundo que haga uso de las ciencias sociales para diseñar políticas de gobierno. En el mejor de los casos apoyan la investigación científica, en el peor, la entorpecen. Pero yo abogo por un socialismo democrático, científicamente informado, con más cooperativas que grandes compañías transnacionales. Lo llamo tecnoholodemocracia, y es una democracia técnica que abarca holísticamente los cuatro grandes subsistemas de la sociedad: cultural, político, económico y biológico. Es una democracia plena que jamás se ha practicado en ninguna parte.

¿Qué papel deberían jugar los empresarios?

Los grandes empresarios son aquellos que ubican sus problemas en un contexto más amplio del espacio-tiempo. Les interesa ser útiles a la sociedad antes que evadir impuestos y ordeñar al Estado.

Ha llamado a algunos pares “charlatanes y “macaneadores”; a quienes considera que no se esfuerzan por pensar claramente. En nuestro país, su blanco suelen ser los psicoanalistas. ¿Es un polemista?

Soy polemista en cuanto critico filosofías e ideologías irracionalistas o anticientíficas. Pero juzgo que mi principal contribución filosófica es la construcción de un nuevo sistema filosófico, que llamo “materialismo sistémico”. Pero en mi patria suelen conocerme solamente por mi labor crítica. No se conocen los tomos de mi tratado de filosofía y la filosofía científica está mal vista en todo el mundo, sobre todo en París y Buenos Aires, capitales del posmodernismo. Por caso, aun no sé cuál ha sido el impacto de mi obra, salvo en el caso de los fundamentos de la fisica. Sin embargo, creo que mi ambición de renovar la filosofía a la luz de la ciencia fue exitoso, aunque hasta cierto punto.

El siglo pasado fue de la física moderna, de mano de la teoría cuántica y la física relativista. ¿Qué ciencia estima como la más promisoria en los próximos años?

La neurociencia cognitiva y afectiva, y la psicología basada en ella, que devolvieron el cerebro a la psicología y la volvieron materialista y realista.

¿Cuáles son las memorias que recuerda más intensamente, ya por amor, ya por odio?

Mi estadía en la cárcel, tras haber sido injustamente acusado de promover la famosa huelga ferroviaria de 1951. Si bien pertenecía a la Unión Democrática opositora al peronismo, sólo estaba juntando firmas para un petitorio que pedía reincorporar a un compañero de la facultad. Ni siquiera viajaba en tren. Intelectualmente, mis amistades y debates con figura de la talla del epistemólogo Karl Popper, el psicólogo Jean Piaget, el filósofo Thomas Khun o el físico Niels Bohr. Emocionalmente, el nacimiento de mis hijos.

¿Ha vivido bien?

Espero haber vivido conforme a mi máxima moral, “disfruta de la vida y ayuda a los demás a tener una vida disfrutable”. Pero corresponde a otros averiguar si lo que acabo de decir es verdadero.

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