MIéRCOLES, 27 DE NOV

«¡Sal fuera, Satanás!», ordena el sacerdote exorcista

La iglesia católica no se toma a la ligera el diablo. El papa se refiere a él con frecuencia y en Francia un centenar de curas se dedican al exorcismo para aliviar a los fieles y a veces hasta a los no creyentes. Con más frecuencia que sus predecesores, el papa Francisco menciona la presencia […]

La iglesia católica no se toma a la ligera el diablo. El papa se refiere a él con frecuencia y en Francia un centenar de curas se dedican al exorcismo para aliviar a los fieles y a veces hasta a los no creyentes.

Con más frecuencia que sus predecesores, el papa Francisco menciona la presencia del diablo y el combate espiritual contra este «ser personal que nos hostiga». Según los Evangelios el mismísimo Jesucristo expulsó demonios.

El exorcismo consiste en luchar contra las fuerzas diabólicas que hacen que una persona esté «poseída».

Esta práctica no es del gusto de todos y desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) había caído en desuso pero en 2014 el Vaticano reconoció una asociación internacional de exorcistas.

La Conferencia de los Obispos de Francia (CEF) se ha dotado de una «oficina nacional de exorcistas» que sirve de enlace con el centenar de sacerdotes que ejercen tan delicada misión.

El cura Emmanuel Faure, de la diócesis de Belley-Ars, en el norte de Francia, programa una cita por semana, pero insiste en que «es un apostolado de misericordia».

¿Quiénes acuden a los curas exorcistas?. Gente «de todas las edades y clases sociales, católicos, personas que vuelven a la Iglesia, adeptos de la medicina alternativa…»Las mujeres son mayoritarias pero «en los últimos tiempos, vi a bastantes hombres», detalla el padre Faure.

Libro rojo

Este sacerdote bendice a la persona con un crucifijo y le propone besar una cruz. En su trabajo respeta el «ritual del exorcismo», un pequeño libro rojo empastado en cuero. Recita una oración destinada a liberarla de las fuerzas maléficas y, si fuera necesario, interpela al «príncipe de las tinieblas» con el famoso «¡Sal fuera, Satanás!». «Es muy bíblico», sostiene.

«El 99% de las personas necesita conocer a un Dios de amor y de paz: no estamos aquí para generar miedo», afirma el sacerdote.

Otros exorcistas, más tradicionalistas, siguen el viejo ritual en latín, que consideran «sagrado». «Con el del Vaticano II llevamos a cabo acciones de liberación de embrujos, maleficios…

Pero frente a las posesiones demoníacas no da fruto», zanja George de Saint Hirst, miembro de la iglesia católica antigua (independiente del Vaticano), que presume de practicar unos mil exorcismos por año en su priorato.

«Personas víctimas de fuerzas ocultas van a ver a un curandero, a un terapeuta… Y a veces a un sacerdote. Una pequeña luz encendida para que tomen conciencia de que tienen un alma y que hay que sanarla», cuenta.

Frente a las derivas, las diócesis advierten contra los exorcistas «sin mandato» que se presentan en internet con el título de «monseñor». «Algunos quieren convertirlo en un negocio, lo que debería servir de alerta: la iglesia nunca cobra», dice Emmanuel Coquet, secretario general adjunto de la Conferencia de los Obispos de Francia (CEF).

«No se trata de ser especialistas en el diablo sino enamorados de Dios que intentan desplegar su acción», concluye el responsable episcopal. Contra el Maligno «eso es en realidad lo más eficaz».

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