A cinco años del día en que Rosario explotó
El 6 de agosto de 2013 tuvo lugar una de las peores tragedias de la historia rosarina, causada por la desidia y los malos manejos. Hoy, las familias de las 22 víctimas de calle Salta 2141 siguen reclamando justicia.
- Ciudad
- Ago 6, 2018
No hubo celular en la ciudad que no sonara aquella mañana de martes. “¿Escuchaste ese ruido?”, “¿Estás bien?”, “¿Sentiste eso?”. Tanto los que habían llegado a sentir el estruendo como aquellos rosarinos que recién se despertaban sabían que algo no andaba bien. Que aquel no iba a ser un día común.
En una Rosario acostumbrada a funcionar con los servicios ‘atados con alambre’, aquel 6 de agosto 22 inocentes vidas fueron víctimas de la desidia y los malos manejos, cuando una pérdida de gas en el edificio de calle Salta 2141 terminó ocasionando una fatídica explosión.
“Ese día Rosario explotó de verdad”, aseguró Eleonora López, hermana de Carlos, uno de los fallecidos en la tragedia, y tiene razón.
A cinco años de aquel triste suceso, ella insiste en que los familiares están comprometidos en la lucha “para que estas 22 muertes no sean en vano”, y esperan mayor agilidad en una causa que no tiene una pericia final ni una fecha de juicio.
Tragedia
En el momento de la explosión, Eleonora se encontraba trabajando en el bar Piluso, a dos cuadras del edificio en donde estaba su hermano. Nora Giraudo, la madre de Maximiliano Vesco, salía de su hogar rumbo a la casa de su madre. Federico Aldaz, productor de Radio 2, recién se levantaba en su casa en Funes. Pedro Flores, portero, acababa de salir de Salta 2141 y lo vería estallar ante sus ojos. Con ellos dialogó Conclusión, y a través de sus declaraciones reconstruimos esta historia.
Eleonora López fue una de las primeras en llegar al lugar, ya que apenas escuchó el ruido corrió hacia allí, sabiendo que el edificio ya tenía problemas con la instalación de gas. Su hermano se mudaba en una semana. Al primero que se encontró en el lugar fue a Pedro Flores, aturdido, quien momentos antes se encontraba a los gritos tratando de despejar la calle, sabiendo la inminencia de lo que estaba por acontecer.
“Sólo sé que fue la desesperación del momento. Porque el último recuerdo mío dentro del edificio fue dentro del palier, y es quedarme parado contra una pared, todo oscuro, todo gas. Yo pensaba que era mi último día, y que lo último que me quería llevar era el recuerdo de mi familia, de mi mujer, de mis dos hijos, de mi yerno”, relata Flores, quien inmediatamente acota: “Todos los días me pregunto cómo aparecí afuera. Es algo que no me lo voy a explicar y todos los días que me acuesto a dormir lo pienso”.
Cuando salió a la calle, mareado, exclamó “Dios, es de día”, y allí fue donde se encontró con el gasista, asustado y con el celular en la mano.
“Le pregunté qué estaba haciendo, qué había pasado, y me dijo que llamaba a emergencias y que emergencias no lo atendía. Lo vi ponerse el teléfono en el bolsillo y no sabía si iba a buscar a emergencias o qué pero me sentí muy solo, muy triste, sabiendo lo que iba a pasar. Y creo que esa fue la desesperación de decir ‘que liberen la calle’ por si tenían que entrar los bomberos o alguien. Para que bomberos pudieran ingresar rápido. Lo que estaba viendo no tenía explicación. Cuando me alejo sacando autos y me doy vuelta veo explotar el edificio delante de mi cara. Y eso es algo que no me lo olvido jamás en la vida. Fue el momento más triste de mi vida. Saber quiénes estaban adentro y saber lo que iban a sufrir. Levantar a personas de la calle toda lastimada, toda sangrando, y decirle que se quedara tranquilo, que no iba a pasar nada, que iba a estar bien. Vi gente que estaba agonizando delante de mis ojos y no me lo puedo borrar tan fácil, pese a que uno busca ayuda profesional pero es algo que duele, te marca, te va a marcar toda la vida. Yo no estuve preparado para ver todo lo que he vivido. No estuve preparado”, continuó Pedro, quien tras años de terapia pudo volver a trabajar como portero de escuela.
Nora, mientras tanto, llamaba a Maximiliano a su teléfono fijo, a su celular y a su oficina, pero no tenía respuesta. La incertidumbre comenzó a pesar en ella y su familia, hasta que recibieron una pista de que su hijo había sido trasladado al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.
En el Cemar se encontraba Aldaz, realizando su primer móvil periodístico siendo que él trabajaba como productor de un programa deportivo. “Fue increíble porque veías columnistas de espectáculos yendo a cubrir el Heca”, comentó, al tiempo que describía la escena en aquel sitio como “un caos”.
Con el correr de las horas la información se fue sumando y las familias se enteraban de qué había ocurrido con sus afectos. Algunos habían sido hospitalizados, otros encontrados sin vida y algunos permanecieron, durante varios días, desaparecidos. Sus cuerpos estarían finalmente entre los escombros.
“Para hablar por teléfono tenías que alejarte. Me pasó que me quedaron algunos nombres muy grabados, como el de María Emilia, la chica de 28 años con síndrome de down, que la familia se enteró al lado mío que había muerto. Yo estaba hablando con ellos, que no sabían nada, que la estaban buscando y a su perro; y al lado mío la llaman a la hermana para avisarle. Ahí supe que no estaba en algo fácil y ahí uno toma la responsabilidad de hasta dónde tiene que informar en ese momento. No es sencillo”, comentó Aldaz.
Aquellos momentos, también, serían el comienzo de una pregunta que a Pedro Flores le repetirían reiteradas veces en los años posteriores: “¿Por qué vos estás vivo y mi hija/o no?”.
“No sé. No sé cuál es la respuesta. Dios nos elige. Sabe el momento y la hora. Sabe por los que estamos vivos y por los que se llevó. Yo sufro al igual que ellos porque yo convivía con esos chicos, yo sabía de cada uno su historia, sus vivencias, sus salidas, sus fines de semana. Sabía cuándo estaban bien, cuándo estaban mal, cuándo rendían bien, cuándo rendían mal. El padre quizás me juzgue. Lo entiendo porque quizás es padre. Lo entiendo. El portero quedó vivo y mi hija falleció. Lo voy a entender mil veces, y así lo aprendí a canalizar, a darme cuenta de que podían gritarme muchas cosas y que realmente debía agachar la cabeza y de muchos lugares me fui llorando. Agaché la cabeza y me fui llorando. Te puedo asegurar que es triste. Sentí impotencia al no decirle ‘sufro igual que vos, quizás de otra manera, pero sufro igual porque soy padre y es triste’”, respondió Flores, quien sostuvo que para estas fechas se siente “un muerto vivo” y que una de las cosas que más lo lastimaron fue que le llamaran “asesino”.
Justicia
Mientras tanto, en la causa actualmente hay once procesados: los gasistas que actuaron en ese momento, los administradores del edificio y cinco empleados de la empresa Litoral Gas. Sin embargo, tanto Giraudo como López y muchos de los familiares piensan que falta mucha gente entre los responsables.
“Nosotros creemos que fueron parte los actores que manipularon ese día y días anteriores las instalaciones, pero creo que hay una responsabilidad que es mayor que es la del director de la empresa Litoral Gas, que es quien llevaba adelante la política de la empresa. Hasta ese momento recordemos que en la ciudad nadie cortaba el gas como lo cortan ahora apenas hay un imprevisto. No está la responsabilidad de quien manejaba el Enargas en ese momento que es Antonio Pranzatto”, manifestó Nora, quien luego agregó que “la justicia es muy lenta”, y que pasaron “cinco años y ni siquiera tenemos terminada la pericia”.
“¿Ustedes vieron en la ciudad de Rosario obras tendientes al mantenimiento de gas como hay de la EPE, de Aguas Provinciales? No, no hay. ¿Sabés por qué? Porque las únicas obras que ellos tienen en mente para estos cinco años son todas de expansión de redes. Sólo para aumentar su rentabilidad. Entonces, quiero que despertemos los rosarinos. No podemos seguir muriendo así”, dijo Eleonora López, quien contó que pese al cambio de dirección del Enargas, no cambiaron las respuestas ni las formas.
A su vez, ambas manifiestan que desde la empresa se han dedicado “permanentemente a entorpecer la causa” y que “se mueven con mucha impunidad”, poniendo como ejemplo que hace ya tres años la fiscal Argüelles ordenó una pericia, que tuvo lugar en septiembre de 2017 y de la que aún hoy no ha resultado, siendo esto el mayor impedimento para alcanzar una fecha de juicio.
“No hay nadie que los pare. Ni el poder político. Ellos siguen ostentando poder económico y brindan un servicio público de gas. Yo apelo a todos los rosarinos a que asumamos este compromiso y que las cosas se reviertan en la ciudad. Esto va más allá de un reclamo de justicia. Esto va más allá de que este servicio se esté llevando el dinero de los ciudadanos y no invierta en seguridad pública. Yo pido que acompañen y que no nos dejen solos. Son muy poderosos y nadie se mete con ellos”, es el pedido de ellas, que a su vez es el de los familiares y es el mensaje que se exclama con cada grito de justicia por cada una de las 22 vidas que se apagaron.