Jorge Luis Borges y el Día del Lector
Un día como hoy, pero de 1899, vino al mundo en Buenos Aires el autor de obras como “Ficciones”, “El Aleph” y “El libro de arena”. Por él este viernes celebramos la lectura
- Info general
- Ago 24, 2018
“Sólo aquello que se ha ido es lo que nos pertenece”. La cita es de Jorge Luis Borges, el extraordinario escritor argentino, quien nació un día como hoy, hace 119 años.
Considerado uno de los máximos exponentes de la literatura universal del siglo XX, Jorge Francisco Isidoro Luis Borges nació en la ciudad de Buenos Aires, en una típica casa porteña de fines del siglo XIX con patio y aljibe, el jueves 24 de agosto de 1899, y murió en su residencia de Ginebra (ciudad a la que lo unía un profundo amor), Suiza, el sábado 14 de junio de 1986, a los 86 años, víctima de un cáncer hepático y un enfisema pulmonar.
Quizás a Borges le hubiera provocado una sonrisa saber que se iba a despedir de este mundo el mismo día, 14 de junio, en el que 50 años antes (en 1936) se había ido el británico Gilbert Keith Chesterton, quien junto con el estadounidense Edgar Allan Poe fueron los dos escritores que más influyeron en él cuando comenzaba a escribir sus primeros cuentos.
Pero volviendo al día de su nacimiento, hay que decir que desde 2012 cada 24 de agosto se celebra en la Argentina el Día del Lector, en conmemoración y homenaje al día del natalicio de Borges.
El proyecto, impulsado por el senador porteño Samuel Cabanchik (Proyecto Buenos Aires Federal), fue aprobado por unanimidad en ambas cámaras del Congreso nacional en agosto de 2012, con la sanción de la ley 26.754.
La ley tiene el fin de promover la lectura y la democracia a través de la realización, cada 24 de agosto, de actos de divulgación de las letras y de reconocimiento a la obra y a la trayectoria de la máxima figura de la literatura nacional.
El texto del proyecto menciona una recordada frase que Borges escribió en su poema “Un lector”: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito, a mí me enorgullecen las que he leído”.
El proyecto asimismo destaca: “La democracia presupone y necesita de ciudadanos lectores que sepan entender y manejarse en el cúmulo de textos que se producen en la actualidad. Para ello, no basta sencillamente con saber deslizar los ojos por el texto, sino que es preciso saber decodificar significados, voces e intenciones”.
Por otro lado, esta fecha es reconocida desde 2008 por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires mediante la Ley 2480, pero recién a desde el 24 de agosto de 2012 tiene alcance nacional.
Miles de poemas al viento
Este viernes, la Fundación El Libro y la Sociedad Argentina de Escritores (Sade), festejan el Día del Lector con una suelta de poemas de Alfonsina Storni, Silvina Ocampo, Carlos Mastronardi, Arturo Capdevila, Leopoldo Lugones, Enrique Banchs, Pedro B. Palacios y Ezequiel Martínez Estrada, entre muchísimos otros.
Entre las 9 y las 18, unas 200.000 poesías se soltarán al viento en los siguientes puntos de Buenos Aires: Florida y Corrientes, Corrientes y Callao, Santa Fe y Callao, Rivadavia y Acoyte, Sáenz y Fray Mamerto Esquiú, Cabildo y Juramento, Estación Federico Lacroze, Estación Constitución, Plaza Flores y Estación Retiro.
Cincuenta ciudades del interior replicarán la acción con poemas de escritores locales.
También este viernes, el Senado nacional y la Sade, honrarán a cuatro editores ilustres: Alberto Díaz, Daniel Divinsky, Manuel Pampín e Isaac Rubinzal. Será a las 17, en el salón Arturo Illia del Senado de la Nación, por su comprometida labor en la difusión de la lectura y el libro.
Biblioteca restaurada
El Banco Ciudad de Buenos Aires, su fundación y el diario La Nación anunciaron esta semana la finalización de las tareas de restauración y puesta en valor de la biblioteca personal de Borges.
Los volúmenes restaurados integran la Biblioteca Internacional Jorge Luis Borges, que se encuentra en Buenos Aires junto a la casa donde vivió la familia Borges entre 1938 y 1943.
Las tareas de restauración comenzaron en junio del año pasado por iniciativa del Banco Ciudad, la fundación de la entidad bancaria y el diario La Nación.
“La biblioteca contiene libros que Borges leyó durante toda su vida. Muchos de ellos son títulos de escritores ingleses y norteamericanos, además de textos de filosofía, historia y religión, disciplinas que tanto le interesaban”, comentó María Kodama, viuda de Borges.
En un acto en la sede del Banco Ciudad, Kodama sostuvo el sábado pasado: “Se trata de una colección que constituye un patrimonio internacional de valor incalculable”.
Por su parte, el presidente del Banco Ciudad, Javier Ortiz Batalla, destacó que para la entidad financiera ha sido un “orgullo contribuir a preservar el legado de uno de los mejores escritores universales contemporáneos”.
Pink Floyd, Beatles y Rolling Stones
“Borges decía que era sordo musical, porque tenía sólo oído para la música de la palabra. Pero escuchaba a Pink Floyd, los Beatles y los Rolling Stones, y odiaba a Gardel y a Beethoven”. Las palabras de la viuda del escritor, María Kodama, en una entrevista concedida en 2008 a la BBC de Londres, dejaron al descubierto las aristas menos conocidas del autor. “A Jorge le gustaban Brahms, Bach, la música antigua, la medieval. También la música folclórica, la milonga y los tangos de la guardia vieja, como los llamaba, porque tenían letras divertidas, en doble sentido”, repasó Kodama. “En cambio, decía que no le gustaba Beethoven y esto no le agradaba para nada a la gente entendida”, comentó la mujer, quien reveló que Borges también sostenía que Gardel había arruinado el tango porque “lo terminó haciendo llorón y sentimental”.
Con todo, siempre según Kodama, lo que más le gustaba a Borges eran bandas como los Beatles y los Rolling Stones ya que argumentaba que ese tipo de música tenía enorme fuerza. “Su grupo favorito fue siempre Pink Floyd”, se sinceró la viuda, y contó que al escritor le gustaba tanto la banda de Roger Waters que la canción para su cumpleaños no era el “Happy Birthday” sino “The Wall”.
“Le gustaba ese tipo de música porque era una cosa de enorme fuerza, terrible pero vital”, recordó Kodama. “La película The Wall la habremos visto miles de veces. Llegado un momento creo que ya se sabía los diálogos de memoria”, rememoró la mujer que se casó por poder con Borges poco antes del fallecimiento del escritor, el 26 de abril de 1986 (según acta de esa fecha labrada en Colonia Rojas Silva, Paraguay).
Kodama también rememoró el día en que Borges se cruzó con Mick Jagger en Madrid: “Jagger cuando vio a mi esposo se arrodilló ante él y admitió ser un fanático de sus obras. Borges quedó asombrado por conocer en persona al líder de los Rolling Stones”.
La mujer también habló en aquella oportunidad de los gustos culinarios del autor de Ficciones. “A Borges le encantaba la comida japonesa, era como una pasión para él, aunque su plato cotidiano preferido era el arroz con manteca y queso”, reveló Kodama, quien también explicó que el escritor dejó de beber vino siendo muy joven, cuando un amigo de su padre le dijo que se volvería un “alcohólico perdido” si seguía tomando. Por eso, Borges sólo solía beber un licor de guinda o un vasito de caña para “entonarse” y poder hablar en las conferencias, ya que era muy tímido.
Odín y Beppo: literatura y ronroneo
Dos de los más grandes escritores argentinos del siglo XX, Jorge Luis Borges y Julio Florencio Cortázar, compartieron su pasión por los gatos. El autor de Rayuela tuvo en París dos mascotas que recibieron mimo sin medida: Teodoro Adorno (como el filósofo y sociólogo alemán), macho, y Flanelle (“franela” en francés), hembra.
En Buenos Aires, Borges también amó a dos gatos: Odín y Beppo. El primero era atigrado y se llamaba como el dios principal de la mitología y del paganismo nórdico. Al segundo, totalmente blanco y a la postre más famoso, se lo había regalado una de las mujeres que trabajaba en la casa del autor de Historia universal de la infamia.
La hija de esta señora lo había bautizado Pepo, pero Borges escuchó el nombre y, como llevaba siempre las cosas al molino de la literatura, exclamó, encantado: “¡Ah, Beppo, el gato de Lord Byron!”. “El gato se llamaba Pepo. Imagínese, un nombre horrible. Entonces yo lo bauticé Beppo, como un personaje de Byron y el gato no se enteró y siguió viviendo”; era la explicación que solía repetir Borges sobre el nombre de su entrañable amigo.
A un gato (Jorge Luis Borges)
No son más silenciosos los espejos
ni más furtiva el alba aventurera;
eres, bajo la luna, esa pantera
que nos es dado divisar de lejos.
Por obra indescifrable de un decreto
divino, te buscamos vanamente;
más remoto que el Ganges y el poniente,
tuya es la soledad, tuyo el secreto.
Tu lomo condesciende a la morosa
caricia de mi mano. Has admitido,
desde esa eternidad que ya es olvido,
el amor de la mano recelosa.
En otro tiempo estás. Eres el dueño
de un ámbito cerrado como un sueño.
Beppo (Jorge Luis Borges)
El gato blanco y célibe se mira
en la lúcida luna del espejo
y no puede saber que esa blancura
y esos ojos de oro que no ha visto
nunca en la casa son su propia imagen.
¿Quién le dirá que el otro que lo observa
es apenas un sueño del espejo?
Me digo que esos gatos armoniosos,
el de cristal y el de caliente sangre,
son simulacros que concede al tiempo
un arquetipo eterno. Así lo afirma,
sombra también, Plotino en las Ennéadas.
¿De qué Adán anterior al paraíso,
de qué divinidad indescifrable
somos los hombres un espejo roto?