Bolsonaro acaparó la campaña electoral en Brasil tras el atentado en su contra
El principal competidor del candidato del PT que lidera el encarcelado ex presidente Lula Da Silva, agradeció desde el hospital “desde el fondo” de su corazón. Su actual campaña la lidera el economista Paulo Guedes, un "Chicago Boy".
- Internacionales
- Sep 7, 2018
El candidato de ultraderecha Jair Bolsonaro agradeció el viernes desde su lecho de hospital el apoyo de sus seguidores, un día después de recibir una puñalada que pudo ser letal pero que ahora puede sumarle importantes votos en las presidenciales de octubre en Brasil.
«¡Estoy bien y me estoy recuperando!», tuiteó el ex capitán del Ejército desde la Unidad de Terapia Intensiva del hospital Albert Einstein de Sao Paulo.
«Agradezco del fondo de mi corazón a Dios, mi esposa e hijos, que están a mi lado, a los médicos que cuidan de mí (…) y a todos, por el apoyo y las oraciones», agregó el diputado, favorito para la primera vuelta del 7 de octubre.
Bolsonaro, de 63 años, fue trasladado a Sao Paulo por la mañana desde Juiz de Fora (Minas Gerais), donde la víspera, en un mitin, recibió una puñalada que le provocó tres perforaciones en el intestino delgado, una lesión grave en el intestino grueso y otra en una vena del abdomen.
El candidato del Partido Social Liberal (PSL) «está consciente y en buenas condiciones clínicas», informó el Albert Einstein por la tarde.
La Policía Federal investiga si el autor del ataque, identificado como Adélio Bispo de Oliveira, contó con cómplices.
Tras ser detenido, este exmilitante del partido de izquierda PSOL explicó haber actuado en cumplimiento de «una misión divina, una misión de Dios».
Campaña sacudida
El atentado sacudió la campaña más polarizada e incierta de las últimas décadas.
El exmilitar, en un impresionante video filmado y difundido el jueves por un senador aliado después de la operación, lamentó no asistir al desfile militar de este viernes en Rio de Janeiro por el Día de la Independencia.
«Pero estaremos (allí) con el corazón y la mente, teniendo siempre a Brasil por encima de todos y a Dios por encima de todo», afirmó desde la camilla y aún con sondas respiratorias.
El atentado, según analistas, podría ayudar a Bolsonaro a reducir el rechazo que este nostálgico de la dictadura militar (1964-85), con exabruptos racistas, misóginos y homofóbicos genera en amplios sectores sociales.
Y reforzar el apoyo de sus incondicionales, que ven en este partidario de la liberalización del porte de armas una figura providencial para gobernar un país con más de 60.000 asesinatos por año.
Sus denuncias contra la corrupción también encontraron eco en millones de brasileños apabullados por la magnitud de la corrupción revelada por la Operación Lava Jato, que afectó a prácticamente todos los partidos.
En su estrategia de campaña, Bolsonaro, tradicionalmente identificado con posiciones nacionalistas, se recicló en el ultraliberalismo, bajo la asesoría del economista Paulo Guedes, un «Chicago Boy».
Y los medios empresariales empiezan a verlo como una alternativa ante la escasa popularidad de los candidatos tradicionalmente más alineados con los mercados.
Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva polarizaban la campaña hasta que el líder de la izquierda, encarcelado desde abril por corrupción, fue excluido la semana pasada de la contienda por la justicia electoral.
Hasta ese momento, Bolsonaro estaba segundo en los sondeos.
Ahora quedó primero, con 22%, 10 puntos por encima de sus más inmediatos seguidores, el centro-izquierdista Ciro Gomes y la ecologista Marina Silva, que lo derrotarían sin embargo en una segunda vuelta, según una encuesta Ibope divulgada el miércoles.
Este atentado puede redistribuir las cartas.
Bolsonaro consiguió ya una presencia mediática que compensa los pocos segundos de propaganda televisiva gratuita que le confiere el sistema de atribución.
«El ataque podría ayudar a Bolsonaro a superar su alto índice de rechazo», de más de 40%, afirmó Jimena Blanco, analista de Verisk Maplecroft.
Un Brasil convulso
Las elecciones de octubre deben cerrar un mandato convulso, marcado por la destitución en 2016 de la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, el encarcelamiento de Lula, una recesión económica de dos años y los escándalos de corrupción.
Todo eso, en un país que hasta hace pocos años era considerado como una imparable potencia emergente y que fue reconocido con la atribución de los Juegos Olímpicos de Rio-2016.
En la última semana, la desazón nacional se acrecentó, con el incendio del Museo Nacional de Rio, que contenía el mayor acervo de historia natural de América del Sur, acumulado a lo largo de dos siglos.
«En cinco días, tuvimos la peor tragedia de la historia de la ciencia brasileña (…) y el acto más violento en una elección presidencial, y todo en la semana de la Independencia.
Está claro que este 7 de septiembre estará marcado por mucha tristeza, por sentimientos de luto y preocupación», dijo a la AFP Mauricio Santoro, politólogo de la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ).