VIERNES, 22 DE NOV

Marcelo Gullo: “Argentina está atrapada entre neoliberalismo y progresismo”

El destacado politólogo, autor de libros tendientes a la elaboración de una Teoría de Relaciones Internacionales con mirada regional, analizó en diálogo con Conclusión las recientes elecciones en Estados Unidos y Brasil, su influencia en Argentina y la polarización de procesos políticos.

En las últimas semanas se sucedieron hechos políticos trascendentales en la región, que despertaron aquí miradas y análisis no sólo de esos procesos, como las elecciones en Brasil, dos domingos atrás, y en Estados Unidos, el martes último, sino también de la influencia puedan tener sobre Argentina y América Latina toda.

El gobierno de Mauricio Macri ha instaurado desde su asunción una política “de apertura”, que algunos han calificado como “ideológica” y otros como “necesaria”, sobre todo enfocada, en un principio, a aceitar vínculos con potencias occidentales tradicionales, Estados Unidos a la cabeza.

Con el correr de su mandato, esa vocación se transformó definitivamente en una dependencia, en primer término de los “mercados” y, luego de traumáticas corridas cambiarias, del Fondo Monetario Internacional (FMI), que accedió recientemente a prestarle al país alrededor de 57 mil millones de dólares para despejar el fantasma del default, no sin exigir medidas durísimas para la sociedad.

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Ante este escenario es ineludible la importancia que pueden tener los vaivenes políticos en países como Estados Unidos o Brasil, principal socio económico del país, y que además traslucen algunos debates que se dan alrededor del mundo, como la polarización política y social.

Para analizar estos fenómenos y su impacto, Conclusión dialogó con el politólogo y consultor Marcelo Gullo, autor de distintos libros de análisis político y económico global, cuyas últimas publicaciones se enfocan en la elaboración de una Teoría de las Relaciones Internacionales con mirada regional, plasmada en su último libro Relaciones Internacionales, una teoría crítica desde la periferia sudamericana (Biblos, 2018), que funciona como una especie de manual que brinda solventes categorías de análisis para poder comprender esa trama siempre compleja que es la política exterior.

«En Argentina tenemos un presidente formal y una real, que representa poderes extranjeros que han impuesto su agenda».

– ¿Las elecciones en EE.UU tienen influencia en Argentina?

– Cualquier acontecimiento en EE.UU tiene influencia en Argentina, pero hoy Argentina tiene un presidente decorativo. La presidenta que tiene la banda presidencial real, está en Washington. No hay relaciones, en sustancia, entre Argentina y EEUU. El presidente Macri hace rato que renunció a serlo, cuando adoptó una política cultural que vino a traerle Obama, como fue la ley del aborto, que no estaba en el programa ni del Pro, ni de Cambiemos. Una sugerencia que luego sería casi una orden. Cumple ese mandato cuando además el FMI lo pone como una de las condiciones para aprobar el acuerdo. En ese momento renuncia a su agenda cultural , toma la de otro, de afuera, y con el acuerdo también renuncia a la agenda económica. Tenemos un presidente formal y una presidenta real, que representa poderes extranjeros que han impuesto su agenda. Macri es hoy algo así como un sub-gerente.

– ¿Es decir que organismos como el FMI no sólo atienden intereses económicos o financieros sino también se ocupan de la agenda cultural o social?

– Hace rato que organismos internacionales como el FMI u otros de Naciones Unidas como el Banco Mundial responden a la ideología de género. Mucho antes, el Banco Mundial, en la década de 1960 y 1970, era el principal financista de campañas de control de la natalidad. Tanto la oligarquía financiera mundial como los grandes países centrales observan que hay mucha población, y asumen que precisan un mundo con menos gente, para ellos, para que sea ‘vivible’, tiene que tener menos población de la que hay ahora, y en vez de aumentar la comida en la mesa quieren echar a los comensales.

«En EE.UU hoy se enfrentan dos polos: nacionalismo cultural y político contra un proyecto globalista internacionalista.»

– ¿Candidatos como Trump o Bolsonaro (más allá de lo repudiables que sus dichos puedan resultar) mantienen altos índices de popularidad por ir decididamente en contra de esa “agenda cultural”?

– Con Bolsonaro hay que ver qué hace, su gobierno aún no comenzó. En cuanto a Trump, su política actual está en contra de esta agenda. Una de las razones por las que EE.UU está partido políticamente es por este tema cultural. Un sector acepta estas ideas y le parecen positivas y hay otro que las rechaza. Esa es la pelea de fondo que hay en EE.UU, después podes estar a favor de A o B, eso es una opinión, pero el análisis dice que hay dos proyectos distintos, antagónicos, que pelean entre sí. En las elecciones está en juego esa disputa. También son dos proyectos económicos antagónicos, Trump encarna de alguna manera un intento de reconstrucción industrial en su país, y del otro lado hay no sólo un proyecto del Pardido Demócrata sino también de Partido Republicano, al que pertence Trump, pero que es allí una especie de sección, en fin la clase política tradicional en EE.UU impulsa un proyecto de globalización. Sintetizando: hoy se enfrentan dos polos, un intento de reconstrucción del poder nacional e industrial norteamericano, si se quiere un nacionalismo cultural y político, contra un proyecto globalista internacionalista.

– ¿Esa polarización se replica en otras partes del mundo, tanto en países de Europa como de América Latina?

– Son proyectos políticos contrapuestos. El globalista liberal, de ideología de género, apertura indiscriminada de la economía, en general responde a élites políticas, no a los pueblos, los más humildes rechazan eso porque por un lado los deja sin trabajo, y por el otro porque son ideas que no les gustan, no las ven como propias de su cultura. Un enfrentamiento entre élites y clases medias altas y sectores populares. A éstos, los medios hegemónicos, en EE.UU y Europa, los llaman despectivamente populistas, y así con todo lo que no les gusta. Lo mismo hacen acá.

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– ¿Bolsonaro ganó por entender esa división y haber apuntado todo su arsenal retórico a ese electorado segmentado?

– En ciencias sociales nunca un fenómeno puede explicarse de forma monocausal. Una de las causas de la victoria de Bolsonaro es el rechazo a la política de género impulsada por el PT. Podés decir que está bien o mal, pero la realidad es que un sector importante de la población rechaza eso. Otra puede ser el tema de la corrupción, y otro tema central es que las políticas del PT fueron semi exitosas en el norte de Brasil, donde lograron un fuerte traslado de industrias a estados como Pernambuco o Bahía, totalmente desindustrializados, con lo que hubo allí un cambio estructural. Pero en el sur, la distribución del ingreso fue coyuntural, la gente salió de la pobreza no estructuralmente. Tuvo más dinero en el bolsillo, pero siguió viviendo en las favelas, teniendo empleo precario. Cuando el precio de la soja y el hierro, que son los dos grandes commodities que de la zona, se vino abajo y no hubo mas plata para distribuir, volvió la pobreza tanto como antes y hubo una gran desilusión con el gobierno. En cambio en el norte, donde quedaron industrias, donde antes tenían un empleo en la agricultura, o informal, ahora mantuvieron empleo industrial, obra social y demás.

«En los últimos 20 años la política de seguridad aplicada (abolicionismo disfrazado de garantismo) ha sido un fracaso.» 

– Fenómenos ineludibles que castigan Brasil, de los que se valió Bolsonaro, y que también azota Argentina, y Rosario en particular, son la violencia y la inseguridad. ¿Por qué los distintos gobiernos de la región no logran dar con soluciones efectivas para esa problemática?

– Es muy claro que los últimos (ni siquiera 10 sino) 20 años la política de seguridad aplicada en la región ha sido un fracaso. Son datos objetivos, no hace falta poner índice de muertos o robos, hace falta con saber que en 1974, antes de la dictadura, en Rosario y así como en ciudades de Brasil, la gente dormía con las puertas abiertas, sin llave, salía a tomar mate en la puerta en los barrios. Y ahora no hay nadie. Todo lo otro es ideología, el dato objetivo es ese. Esas políticas se basaron en el abolicionismo, disfrazado de garantismo, que tuvo sus consecuencias.

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– Enumera dependencia económica, subordinación cultural, problemas sociales profundamente mal abordados, ¿cómo salimos del laberinto?

– En mi opinión, y ya no es un análisis sino una opinión, Argentina está atrapada entre el neoliberalismo y el progresismo. Ambas posturas son los dos brazos de la oligarquía mundial para dominar a los pueblos. El brazo derecho es el neoliberalismo y el izquierdo el progresismo. Ninguna responde a la necesidad de los pueblos, tampoco del argentino, naturalmente. Necesitamos una propuesta política que no sea ni neoliberal ni progresista. Es una antinomia nefasta. Primero hay progresismo, después como alternativa aparece el neoliberalismo, cuando la gente ve que es un asco, le dan como alternativa otra vez el progresismo, de una mano a otra y nunca los libramos de esa dependencia cultural. Nos subordinan culturalmente. Tenemos que salir de esta trampa, con un pensamiento propio que responda a necesidades de Argentina, y así cada país acorde a sus necesidades.

«La oligarquía mundial tiene un brazo derecho, el neoliberalismo, y uno izquierdo, el progresismo. Nos subordinan culturalmente, tenemos que salir de esa trampa.»

– ¿Cómo analiza propuestas como la remoción de símbolos religiosos de escuelas y hospitales, así como el debate por la “separación de la Iglesia y el Estado”?

– Responde a un laicismo tardío, muy tardío, se creen que están en la Revolución Francesa. Esto distrae de los problemas principales, en vez de solucionar problemas de seguridad, transporte, alimentación, se dedican a crear otros problemas. Lo mismo hace el gobierno nacional. Hace rato está saldado este debate en Argentina, a la Iglesia no le interesa hace mucho tiempo la unión con el Estado, es un debate artificial introducido por aquellos que traen polémicas tardías para no cumplir con deberes que tienen que cumplir.

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