El Zorro se despide de la televisión argentina
Después de 16 años y por un cambio en su grilla, El Trece dejará de emitir este viernes la novela de Disney protagonizada por Guy Williams que en Rosario se ve por Canal 3. La historia de un personaje legendario detrás del antifaz, la capa y la espada.
- Espectáculos
- Oct 31, 2019
Por Rubén Alejandro Fraga
Justiciero, insolente, aristócrata aburrido y hábil espadachín, El Zorro cabalgará este viernes por última vez a través de la pantalla de Canal 3 para tristeza de chicos y grandes.
Por un cambio en su grilla, El Trece (y su repetidora local, Canal 3 de Televisión Litoral) dejará de emitir desde el próximo lunes la novela de Disney protagonizada por Guy Williams.
Desde su estreno en 1957 hasta la actualidad, El Zorro entretuvo a generaciones de chicos que soñaban con ser el alter ego de Diego de la Vega. En la Argentina, aunque ya había estado antes, la serie de Disney se emite ininterrumpidamente por El Trece desde hace… ¡16 años!, un número récord en la televisión nacional.
Sin embargo, todo tiene un final, dicen, y en los últimos días la emisora anunció que dejará de pasar la ficción. Los motivos serían artísticos.
La noticia generó sorpresa en los usuarios de las redes sociales. Mientras algunos la aplaudieron, ya que se tratará de más programas en vivo, otros fanáticos de la ficción se lamentaron.
“Día triste para el pueblo argentino, El Trece saca El Zorro”, “No por favor, don Diego de la Vega para siempre”, “¿Por qué me lo sacan de la tele?”, “Yo crecí viendo Disney no El Zorro y ya era hora de que lo saquen” y “Me parece bien que ya no esté El Zorro porque si no está mi papá que no haya nada”, fueron algunos de los comentarios.
Pero el personaje que se despide, al menos por un tiempo, de las pantallas de TV, tiene una larga y poco conocida historia. Y desde esta columna te invitamos a repasarla.
Cuando sale la luna
Inspirador de personajes de ficción como el Llanero Solitario o Batman, El Zorro constituye una de las grandes creaciones de la novela popular –y posteriormente del cine– de nuestro tiempo y fue el fundador de esa dinastía de héroes que ocultan su cara detrás de un antifaz o de una máscara.
Burlándose del paso del tiempo tanto como de los torpes lanceros que intentan en vano poder capturarlo, el espadachín vestido de negro sigue haciendo de las suyas a pesar de haber cumplido en agosto pasado 100 jóvenes años.
En efecto, el 9 de agosto de 1919 la revista All Star Weekly –la misma que siete años antes había dado a conocer las aventuras de Tarzán– comenzó a publicar La maldición de Capistrano (The curse of Capistrano), un folletín por entregas del periodista y escritor estadounidense Johnston McCulley.
El 16, el 23 y el 30 de agosto se publicaron los tres capítulos siguientes; el último apareció el 6 de setiembre. En ellos entraron en escena por primera vez El Zorro, el aristócrata don Diego de la Vega, su padre, el sirviente mudo Bernardo, el caballo Tornado, el sargento González –luego García– y Lolita, la novia del héroe de antifaz, sombrero y capa.
En esa novela por entregas, McCulley dio vida a un héroe justiciero que tenía algunos puntos en común con otro héroe real: el minero mexicano Joaquín Murrieta, una suerte de Robin Hood azteca, venerado por sus contemporáneos y más tarde cantado por Pablo Neruda. Sin embargo, a diferencia de Murrieta, don Diego de la Vega, el personaje de McCulley, no pertenecía a la clase obrera sino a la oligarquía mexicana y no actuaba a cara descubierta, sino oculto tras una máscara y bajo un nombre que de inmediato ganaría la simpatía de los lectores: El Zorro.
En un comienzo, McCulley, oriundo de Ottowa, Illinois, le tuvo tan poca fe a su personaje que en la quinta entrega de la novela hizo revelar a El Zorro su identidad y puso fin a sus hazañas. Pero los episodios de esa primera aventura tuvieron tanta repercusión que los editores neoyorquinos Grosset & Dunlap decidieron compilarlos en un solo libro con distinto título: La marca del Zorro (The mark of Zorro). Había nacido un clásico.
McCulley, quien trabajaba como reportero en la Gazeta Policial y escribía para revistas de historietas como Argosy, amplió entonces la historia ambientada en Los Ángeles, California, a comienzos del siglo XIX. A lo largo de 65 episodios, fue desgranando las aventuras de El Zorro, un personaje de la alta sociedad que fingía ser un pusilánime afeminado de día para convertirse en un enmascarado justiciero por la noche.
Tan buenos fueron los resultados que al año siguiente el astro del cine mudo, Douglas Fairbanks, se convirtió en protagonista de la película titulada La marca del Zorro, una adaptación libre de la obra de McCulley dirigida por Fred Niblo. A la hora de interpretar al paladín californiano, Fairbanks recurrió a varios gestos que se volvieron habituales en las siguientes producciones en torno al personaje, y popularizó que el justiciero trazara con su espada una letra “Z” como signo inconfundible de sus hazañas.
Desde entonces, El Zorro ha sido el protagonista de infinidad de aventuras con formato de comics, películas, series de televisión, dibujos animados, obras de teatro, tiras en los diarios, comedias musicales y novelas –la última, publicada este año, fue escrita por Isabel Allende–, a lo largo y a lo ancho del mundo.
En ese derrotero, La marca del Zorro (1940), de Rouben Mamoulian, fue una de las grandes obras del cine clásico de aventuras. Protagonizada por Tyrone Power, es hoy una película de culto e inauguró una moda de producciones sobre El Zorro, tanto en Estados Unidos como en México y Europa.
Así, el personaje de McCulley fue protagonizado a lo largo de los años por numerosos actores en el cine, el teatro y la televisión. Entre ellos, se destacan John Carrol (1937) y Reed Hadley (1939), protagonistas de las primeras seriales del enmascarado; Robert Livingstone (1936, primera película sonora de El Zorro) Frank Langella (1974), el francés Alain Delon (1975), el mexicano Rodolfo de Anda (1976), George Hamilton (1981), Henry Darrow (1990), el canadiense Duncan Regehr (1990), y hasta el argentino Fernando Lúpiz (2001), quien encarnó al personaje en obras teatrales y en un programa de televisión.
Pero a pesar de todos los libros, películas e historietas en torno a su figura, el verdadero héroe grabado en la memoria colectiva de la humanidad fue el que produjeron los estudios de Walt Disney entre 1957 y 1959 y que protagonizó Guy Williams como el distinguido vengador enmascarado.
Tras un periodo de bajo perfil, el personaje volvió con todo a las taquillas cinematográficas en 1998, cuando se estrenó una producción de Steven Spielberg, La máscara del Zorro, dirigida por Martin Campbell y protagonizada por Antonio Banderas, Anthony Hopkins y Catherine Zeta Jones, cuya zaga, titulada La leyenda del Zorro, se estrena hoy en la ciudad.
Un Zorro irlandés, de carne y hueso
Según Fabio Troncarelli, profesor de la Universidad de Viterbo, Italia, McCulley se inspiró para escribir El Zorro en la biografía de un iluminado del siglo XVII, a quien persiguió la Inquisición por querer liberar a los indígenas mexicanos del yugo de los colonizadores.
En su libro El mito del Zorro y la Inquisición en México (Milenio, 2003), Troncarelli asegura que la clave está en la masonería.
Según él, McCulley era un masón aficionado a la novela histórica, que se encontró con un libro de otro asiduo a las logias secretas, el general mexicano Vicente Riva Palacio.
El militar, al que llamaban El devorador de curas, desempolvó la figura de un extraño irlandés, ferviente católico, que organizó una insurrección para liberar a los indios y esclavos, con quienes pretendía vivir en un régimen de igualdad.
El irlandés se llamaba William Lamport y castellanizó su nombre por el de Guillén Lombardo. Como El Zorro, tenía una doble vida, amaba los disfraces y lo movilizaba su sed de justicia. Riva Palacio se basó en él para escribir Memorias de un impostor. Don Guillén de Lampart, Rey de México.
Para Troncarelli, McCulley se basó en ese libro para crear su novela. Otro masón, el actor Douglas Fairbanks, maestro de la logia de Beverly Hills, se fijó en el personaje y presionó a los productores para llevarlo al cine. El investigador añade que la “Z” que con tanta destreza marca el popular espadachín en la frente de sus malvados adversarios no es sino una clave masónica, el signo semítico “Ziza”, símbolo de la energía vital de la luz que rasga las tinieblas.
Troncarelli, profesor de paleografía latina en la Universidad de Viterbo y de codicología en la Escuela Europea de Estudios Medievales de Roma, reconstruyó, a través de minuciosos estudios y consultas en archivos, las bases históricas de la vida de Guillén Lombardo, nacido en Irlanda en 1615.
De origen noble y con una vida repleta de aventuras, se instaló en España, desde donde se embarcó con destino a México. Allí, en 1640, encontró un mundo fascinante y a la vez terrible. Seducido rápidamente por la cultura indígena, se rebeló contra las violencias cotidianas que los conquistadores españoles infligían a los indios y los negros.
Deseoso de justicia y libertad, Guillén Lombardo concibió un proyecto para organizar el levantamiento de las poblaciones sometidas a la esclavitud y colocar en la cúpula de la administración mexicana a un gobernante elegido por el pueblo. Su audaz sueño se desvaneció con la actuación implacable de la Inquisición. Acusado de practicar la magia y la astrología y arrestado en 1642, permaneció en la cárcel, entre torturas y privaciones de toda clase, durante 17 años. De sus ideales y de su lucha valiente quedaron numerosas composiciones poéticas que cantan a la lucha contra la Inquisición.
Y para el profesor Troncarelli, su figura ha dado origen a una leyenda, unida a su máscara y al nombre de El Zorro, que, transformada en novelas y películas, simboliza la lucha contra la opresión y la burla de una autoridad obtusa y arrogante.
Guy Williams, el actor que inmortalizó al héroe y amó a la Argentina
Guy Williams, el actor que popularizó mundialmente al personaje de El Zorro, y cuyo verdadero nombre era Armando Catalano, nació el 14 de enero de 1924 en Nueva York, en un hogar de inmigrantes italianos.
Luego de trabajar como modelo y en pequeños papeles secundarios en películas menores, a los 33 años tuvo su gran oportunidad cuando se enteró de que los estudios de Walt Disney estaban buscando a un actor joven y alto, que pudiera manejar la espada y pasara por un español.
De pronto, Guy se encontró en el papel de Diego de la Vega, mejorando la esgrima que había practicado de chico con Fred Cavens, quien entrenó a Douglas Fairbanks y Tyrone Power para sus películas de El Zorro.
El programa debutó el 10 de octubre de 1957 y duró dos exitosísimas temporadas. En total se grabaron 78 episodios en blanco y negro, que fueron coloreados digitalmente en 1992. El programa se canceló antes de tiempo por el alto presupuesto y terminó el 17 de febrero de 1959. Al año siguiente se estrenaron dos películas que compilaron capítulos de la serie, y alcanzaron una fama mundial impensada.
Si bien nunca se despegó de Diego de la Vega, Guy consiguió un papel en la serie Perdidos en el espacio, pero no pudo reinsertarse en el circuito de Hollywood. Antes de alcanzar la fama se había casado con la modelo Janice Cooper, con quien tuvo dos hijos: Guy Jr. –Steve, nacido en 1952– y Toni –Antoinette, nacida en 1958–, también modelo y actriz.
A comienzos de los 70 llegó a la Argentina, donde el éxito de El Zorro era impresionante. En plena Guerra Fría, por entonces se llegó a decir que su presencia en Buenos Aires
respondía a una cruzada anticomunista que se había extendido por el mundo y que tenía a la compañía Disney como eje. Sin embargo la gente, ajena a las teorías conspirativas, lo recibió al grito de “El Zorro y Perón, un solo corazón”.
Aprovechando su popularidad, recorrió el país realizando presentaciones teatrales y también trabajó en un circo, donde conoció a un joven esgrimista con el que entablaría una gran amistad: Fernando Lúpiz. Enamorado del país y de su gente, Guy adquirió un campo y se radicó definitivamente en Buenos Aires, donde murió a fines de abril de 1989, a los 65 años.