JUEVES, 21 DE NOV

El otro campo toma la palabra

Aquel terruño que abrazaba los más profundos olores, colores y sabores, sigue luchando en pos de consolidar la diversidad productiva. Un estoico camino que procura recuperar el viejo campo, el que alimenta, el silenciado, ninguneado y marginado por aquellos que se autoproclaman el corazón del país.

Por Alejandro Maidana

La tierra, un derecho esquivo para casi la mitad de los habitantes de un país que solo ha sabido concentrar privilegios. El poder de la casta oligárquica, jamás ha perdido fuerza, si bien se ha visto interpelada políticamente en más de una oportunidad ¿Quiénes son los dueños de un derecho que se ha convertido un verdadero karma? ¿Es posible discutir tierras sin antes discutir los privilegios de clase? ¿Quiénes ostentan el poder real?

La sangrienta campaña al desierto dirigida por Julio Argentino Roca y financiada por la Sociedad Rural, arrojaría un número concreto, las 42 millones de hectáreas que fueron arrancadas a fuerza del Remington Patria, serían repartidas entre 1.845 familias.

Lejos de asegurar tierra a sus protagonistas criollos y gauchos, estableciendo una distribución justa y adecuada de la misma, pasará a manos de agiotistas, acaparadores, viejos y nuevos latifundistas que acrecentarán su poderío político y económico. Las riquezas terrenales quedarían en manos de unas pocas familias oligárquicas de raigambre militar, varios de cuyos integrantes han promovido una política agropecuaria liberal.

En uno de sus últimos informes, el Registro de Tierras Rurales, creado por la Ley Nacional 26.737, dictaminó que aproximadamente 62 millones de hectáreas de la República Argentina (35% del territorio Nacional) figura como propiedad de 1.250 terratenientes (0,1% de los propietarios privados). Pero claro, esto choca de frente con el 37% de la población que no cuenta ni con tierra o vivienda propia.

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La oligarquía terrateniente y sojera, lejos está de brindar trabajo y alimentar a los habitantes de este vapuleado país, pequeños y medianos productores autóctonos no siembran soja, son esencialmente ganaderos en sus diversas variantes y/o productores de legumbres y hortalizas, garantizando la alimentación de más del 60% de la población.

La Argentina tiene 266.711.077 hectáreas de tierras rurales con posibilidad de explotación agropecuaria, ganadera, vitivinícola o minera. Si bien los nombres de las viejas familias siguen vigentes, hoy distintas firmas se encuentran radicadas con nombres de “fantasía” en paraísos fiscales, la colectora ilegal que utilizan los poderosos para evadir impuestos.

Terratenientes locales y foráneos conformados en prestidigitadores de commodities, padres de la desigualdad y la avaricia, no cesan en su camino voraz por conseguirlo todo. En un país donde todavía algunos se regocijan hablando de soberanía cuando se referencia a la campaña sureña de Julio Argentino Roca, pero poco se animan a enumerar para quiénes quedaros esas tierras “recuperadas” que se encontraban en manos de los “incivilizados”.

La Agricultura Ancestral, esa que no deja de rebrotar

Jeremías Chauque es una de las voces altisonantes que se levantan desde Desvío Arijón (Santa Fe), la construcción horizontal a la que denominaron <Desvío a la Raíz>, es una organización de familias rurales y urbanas, que buscan seguir rebrotando desde la Memoria, Cultura, Identidad y Soberanía.

El Mapuzungun es la herencia milenaria de aquellos y aquellas que lograron comprender el idioma del viento. Entablar un diálogo con las fuerzas que habitan nuestro entorno, cada semilla, en el bosque, en la meseta, en un arroyo. Son los Ngen, y ser parte de y no dueño de, permitió generación tras generación descifrar el delicado arte de estallar en fertilidad regenerativa desde lo minúsculo a lo máximo, como el  monte y actuar en consecuencia”, sostuvo en diálogo con Conclusión, quién exterioriza las voces de los antiguos que siguen poblando su memoria.

El legado de los pueblos del sur, de los Mapuches-Tehuelches, sigue rebrotando en su afán por regresar a la tierra, a la madre que todo lo brinda. “Transitando el profundo desafío del hombre y mujer de la tierra, ser guardián de la vida porque somos tierra y río que anda, somos la gente de la tierra, Mapuche. En cada palabra, cien caminos, puentes, círculos, y en el silencio que grita  de una abuela. Mollfvn eterno refugio de la memoria”.

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El agronegocio lo comprende, sabe el peligro que implica un abuelo diciendo, compartiendo   la cosecha, esa que tienen sabor a Dignidad y color a Memoria. Saben del legado subversivo de una semilla nativa brotando y volviendo al vientre de la tierra, de una abuela cantando un tail milenario derramando respuestas antiguas para tiempos nuevos, saben del legado cultural y político de la palabra Campo, Agricultura y las toman de  rehén, secuestran la palabra y avanzan desmontando, fumigando, saqueando cualquier rastro que permita conectar el cordón umbilical nuevamente a la Madretierra”, enfatizó Chauque.

Un grito que nace desde la necesidad de volver a ser, identidad que el poder concentrado buscó adormecer por siempre. “Porque somos la tierra, el agua, el fuego, guardianes de su legado fértil somos el campo. Porque trabajamos, defendemos y multiplicamos la tierra labrando nuestro propio destino somos el campo. Porque germinamos cultura, memoria, identidad en cada surco somos las » buenas prácticas”. Que no te confundan, somos el campo, su peor  maleza,  los y las que estamos de pie enraizados siempre, con la soberanía semillada”, concluyó el productor.

El estoico camino de la UTT (Unión de los Trabajadores de la Tierra) nos muestra quienes son aquellos que producen alimentos y no commodities

Con la intención de conocer en profundidad el maravilloso e imprescindible trabajo que vienen realizando, Conclusión se contactó con Federico Di Pasquale, quién como integrante de la UTT brindó una serie de conceptos indispensables a la hora de interpretar la realidad que atraviesa la producción agrícola de nuestro país.

Nosotros conformamos el otro campo, el empobrecido, el que produce los alimentos que consume el pueblo argentino. Por siempre la agricultura familiar, campesina, se ha visto perjudicada por las políticas públicas, nos han invisibilizado, marginado y silenciado. Las políticas agrarias nunca estuvieron pensadas desde y para, los sectores que albergan a trabajadoras y trabajadores de la tierra”, sostuvo.

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La necesidad de contestarle al sector que abraza un relato con gran anclaje mediático, los moviliza de sobremanera. “El sector que se autoproclama el campo, el del poder concentrado, en realidad no produce alimentos para el pueblo, sino commodities, bienes transables. Producen una mercancía para renta personal, de una casta minoritaria que siempre estuvo representada por organizaciones y asociaciones de grandes productores que no tienen nada que ver con el sector que trabaja como nosotros”.

La UTT pone las manos en la tierra en 16 provincias, siendo que la de la provincia de Santa Fe tiene raigambre en el corazón frutihortícola. “Este cinturón verde, histórico por su producción de tomates y de artículos que provienen de la quinta, hoy es un sector en lucha por el incesante movimiento inmobiliario que persigue la construcción de countries, sumado al desmonte y al avance del monocultivo de soja”, enfatizó el referente santafesino de la UTT.

Un sector consolidado allá por los 70 con el arribo de muchos hermanos llegados de Tarija y de la Paz (Bolivia) que vinieron a trabajar la tierra, hoy vive una realidad escabrosa. De no ser por los <verdurazos o feriazos>, ninguna política pública ha podido cubrir las necesidades de quienes hoy se encuentran sumamente empobrecidos.

Las movilizaciones, junto a los coloridos <feriazos> en la puerta de distintos ministerios, persiguieron siempre la idea de poder acercarse a un subsidio que pueda protegerlos de desastres naturales como grandes lluvias o granizo, que hacen perder la producción en su totalidad. El pequeño productor se levanta solo por las mañanas, alza la cabeza y avanza, pese a que no forma precios ni decide qué producir, siempre endeudado y empobrecido sigue avanzando. Es por ello que buscamos romper ciertas lógicas, aquellas impuestas por el agronegocio, con complicidad de los gobiernos”.

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Federico Di Pasquale resalta una y otra vez el enorme sacrificio que representa trabajar la tierra para poder alimentar al pueblo. “Son los pequeños productores quiénes después de la caída de la lluvia esperan que la tierra seque para volver a ir al lugar de quién le provee las semillas y los insumos, en muchas oportunidades recurriendo al fiado endeudándose en dólares. No decide qué va a plantar en una zona histórica en la producción de tomates, pero que no tiene tomates porque lo que más rinde es la hoja verde”.

Arrendar la tierra, pagar para poder producir, en ninguno de los casos la tierra es propiedad de quien la trabaja. “En Santa Fe son 150 familias las que trabajan el suelo, y ninguna cuenta con la propiedad de la tierra por la cual se sacrifica cotidianamente. Firman alquilares que son completamente arbitrarios, que no son regulados por nadie, producen lo que quiere el mercado, mismo mercado que impone los precios y llega a tu campo con un camión ejerciendo la patria potestad sobre lo que producís, eligiendo qué se lleva y qué no, descartando lo que en muchas oportunidades tenés que dejar que se pudra”.

Un sector extremadamente desprotegido que sigue produciendo los alimentos de un pueblo argentino que desconoce el sacrificio que conlleva el mismo. Una fracción que siempre fue vanguardia a la hora de resistir y subsistir, que no tiene tierra propia, que no puede levantarse una vivienda digna dentro del campo porque el patrón no lo deja, no forma precios, no decide la forma de producir, sin embargo sigue adelante.

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“Es por ello que la UTT nace como una organización en principio no agroecológica, pero con la imperiosa necesidad de reivindicar a un sector sumamente empobrecido que cuenta con propuestas para poder torcer esta nefasta realidad. Con el tiempo se suma claramente la pata de la agroecología, que hoy es un eje central, la cual trabajamos a nivel nacional con el CoTePo (Consultorio Técnico Popular), en donde un grupo de campesinas y campesinos forman a otros a través de talleres. Allí se indica cómo trabajar con insumos naturales, dejando de lado los agrotóxicos, es por ello que en Santa Fe tenemos el orgullo de haber inaugurado el 20 de noviembre pasado, la primera fábrica de bioinsumos. En ese lugar confluyen tres técnicos y vecinos, estos se han preparado con Jairo Restrepo Rivera, Ingeniero Agrónomo de la Universidad Federal de Pelotas, Rio Grande del Sur, Brasil, quién tiene tres cursos de postgrados: Ecología  y  Recursos Naturales; Ingeniería de Seguridad Ocupacional  Agrícola y Agroecología”, indicó.

La agroecología se va abriendo un paso fundamental para torcer un paradigma para nada amigable, junto a ella el feminismo va de la mano, ya que son las mujeres las que ponen las manos en la tierra y en muchas oportunidades lo hacen junto a sus pibas y pibes. “Otro de  los puntos en los que hemos podido avanzar, es en la comercialización directa, un paso imprescindible para sortear a los intermediarios. De esa manera nos congregamos todos los sábados en ferias impulsadas por la UTT, en estos momentos tenemos 10 simultáneas en Santa Fe.  En esas ferias se articula con otras organizaciones urbanas, por ejemplo con el Movimiento Popular La Dignidad, La Poderosa, Barrio 88 y con distintas vecinales. La meta es muy clara, poder acercarle al consumidor verduras baratas, sanas y a precios populares. Nos fuimos organizando autónomamente para sortear todos los obstáculos que el agronegocio nos imponía”.

La UTT es una organización hermosa que aporta cambios para desestructurar la vida, soñando con un cambio social que pueda aportarle no solo bienestar al pequeño productor, sino a la sociedad en su conjunto.

Hersilia, una colectora hacia la agroecología que demuestra que otra manera de producir es posible

Fernando Albrecht es docente y trabajador de la tierra por amor y compromiso para con la misma. Conclusión le solicitó su visión sobre el agronegocio acaparador, para referirse al mismo, el vecino de Hersilia prefirió dividir su argumento en tres puntos.

En cuanto a la primera, indicó que “Santa Fe como provincia agrícola que es, tiene alrededor de 360 pueblos rurales, y en el caso de nuestro pueblo, el mismo cuenta con 65.000 hectáreas. En ese marco, y no superando los 3.500 habitantes, tener el 30% de la población con problemas para acceder a los alimentos y en situaciones laborales paupérrimas, es un despropósito. Tenemos la certeza de que aquellos que se dicen <el campo>, tienen que mirar mucho mas a sus pobladores, integrándose en una política mancomunada que tenga que ver con la producción de alimentos. Lo que sale de nuestra tierra viajando kilómetros para volver industrializado y ocupar las góndolas de los mercaditos, tranquilamente podría ser producido en los pueblos agrícolas de la provincia. Desde el humilde lugar que ocupamos, insistimos con esto para poder llegar a ser comunidades bien alimentadas desde nuestro territorio”, dijo.

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Con respecto al segundo punto Albrecht disparó: “Las familias que componen los sectores más pobres de nuestra sociedad, son ex trabajadores rurales o han estado vinculado de alguna u otra manera al campo. Hersilia es un caso similar al de muchos otros, hoy, esas y esos trabajadores que saben de campo, están siendo explotados en distintas comunas y municipios recibiendo pagas irrisorias. Esos saberes no pueden ser autonomizados debido a que no cuentan con una porción de tierra a la cual poder poner a producir, esto ayudaría a que se puedan alimentar y abastecer a la comunidad. El acceso a la tierra es un punto prioritario para nosotros, en ese sentido estamos haciendo experiencia en 2,5 hectáreas, cedidas por la comuna local, para darle vida a un Centro Agroecológico que tendrá parcelas disponibles para aquellas familias del pueblo que deseen trabajar la tierra. Es preciso destacar que tanto las políticas nacionales como internaciones, van en contramano. Un claro ejemplo es lo que sucedió en Santa Fe, dónde en los últimos 20 años se perdieron 9 mil explotaciones agropecuarias, mientras que la concentración de la tierra va en aumento”.

Por último, Albrecht resaltó la importancia de transicionar rápidamente hacia la agroecología. “Es menester producir alimentos sin venenos, considerando a la tierra como un ser vivo, generando modelos productivos que puedan recuperar la fertilidad de nuestro suelo. Tenemos que trabajar rápidamente en morigerar los devastadores efectos generados por el cambio climático, debemos recuperar el histórico algarrobal santafesino, quizás no sea con el algarrobo, pero si con otras especies nativas que puedan devolvernos todo lo que hemos perdido con el desmonte y la tala”

En cuanto a la agroecología, la certeza de que después de más de 20 años del modelo transgénico sojero en Argentina, no se renuevan las políticas ni los políticos. Se siguen discutiendo si se aplican más o menos retenciones, cuando en realidad el problema real no pasa por ahí, sino por el modelo agrícola imperante. Exigimos políticas que puedan inyectar dinero y capacitación para poder extender la agroecología con el acceso a la tierra, para muchas y muchos productores de nuestro país que están deseosos de poner en marcha a la Argentina desde abajo”.

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Luchar por un modelo productivo sin venenos, tomando como referencia la lucha por el agua. “Hoy los agrotóxicos que se esparcen en millones de litros en nuestra provincia, deberían estar tan prohibidos como el cianuro en la actividad minera de Mendoza. Quizás nos falte seguir avanzando en la conciencia de las poblaciones para poder llegar a un grado que nos permita entender la problemática en la que nos han sumido. Exigimos que el senado de Santa Fe finalmente consolide la modificación de la ley 11273 que alejaría a mil metros las aspersiones con químicos, ese sería un paso muy importante”.

Miles de bolivianos trabajan la tierra en la Argentina, son los responsables del 80% de la producción frutihortícola (alimentos), mientras que aquellos que ondean la bandera celeste y blanca llenándose el pecho de patriotismo, solo producen commodities. El director del INTA AMBA, Gustavo Tito, destacó que la tarea de la comunidad es “fundamental para consolidar una Argentina próspera en la diversidad”.

Es menester interpelar de manera constante los mitos que rodean a la palabra hegemónica, aquella que supo consolidar Estanislao Zeballos junto a distintos escribas en la deleznable <masacre del desierto>, hasta la que se impulsa en la actualidad gracias al opulento lobby sojero. Titiriteros de un discurso tan xenófobo como racista, los que dicen ser “el corazón del país”, solo han cultivando privilegios a lo largo de la historia, una historia escrita con una pluma tan falaz como deshumanizada.

El <otro campo>, el verdadero, ha tomado la palabra, insiste en la organización y visibilización de su pedregoso camino. Tiene las manos sucias de tanto trabajar la tierra, a la que tienen que curar después de haber sido herida de muerte por un modelo agroindustrial tan impúdico como descarado. Avanzan sin mirar atrás, están preparados para dar el debate medular sobre cómo producir, discuten tierras, las necesitan. Sin la agricultura familiar y campesina, el futuro de este país seguirá en manos de unos pocos especuladores capacitados solo para alimentar su avaricia. Es hora de comenzar a reescribir la historia.

 

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