A 50 años del día en que Manal hizo explotar la bomba del blues local
En el verano de 1970, el blues argentino tuvo su big bang detonado por la aparición del primer larga duración del trío, un trabajo fundacional que, con su particular sonido y sus letras de neto corte localista, no sólo sentó las bases de un nuevo estilo musical, sino que hasta el día de hoy se erige como uno de los más grandes discos del rock de este lado del mundo.
- Espectáculos
- Feb 2, 2020
En el verano de 1970, el blues argentino tuvo su big bang detonado por la aparición del primer larga duración del trío Manal, un trabajo fundacional que, con su particular sonido y sus letras de neto corte localista, no sólo sentó las bases de un nuevo estilo musical, sino que hasta el día de hoy se erige como uno de los más grandes discos del rock de este lado del mundo.
Aunque el trío conformado por Javier Martínez, en batería y voz; Claudio Gabis, en guitarra; y Alejandro Medina, en bajo; ya había sorprendido con dos notables simples, como eran “Que pena me da” y “Para ser un hombre más”; y “No pibe” y “Necesito un amor”; esta placa ratificó que se estaba en presencia de una formación que era mucho más que el espejo local de los británicos Cream, que alineaba a Eric Clapton, Jack Bruce y Ginger Baker.
La voz de Martínez que aullaba letras existencialistas en un idioma bien porteño, sumado al complejo entramado de los instrumentos, que abrevaban en el blues, el jazz y distintos ritmos negros, dotaron de una personalidad única al disco que llevaba el nombre de la banda, pero es conocido popularmente como “La bomba”, por su foto de portada.
“Jugo de tomate frío”, “Porque hoy nací”, “Avenida Rivadavia”, “Todo el día me pregunto”, “Avellaneda blues”, “Una casa con diez pinos” e “Informe de un día”, son los siete temas que conforman el disco y alcanzaron con los años estatus de clásicos del rock argentino.
Aunque no existen registros concretos sobre la fecha de lanzamiento de esta placa, al punto que incluso sus propios protagonistas desconocen o dudan sobre la fecha, los archivos periodísticos ubican a febrero como el mes clave.
“Me dio una gran satisfacción hacer ese disco porque hacía un tiempo que venía escribiendo canciones y buscando gente para llevar adelante este proyecto, que era una idea totalmente chiflada en ese momento. Me parecía una cosa surrealista estar grabando”, recordó Javier Martínez, en diálogo con Télam.
Lo cierto, es que las sesiones en los míticos estudios TNT, ubicados en la calle Moreno al 900, con sus dueños Salvador y Tim Croatto como ingenieros, fluyeron de una manera poco frecuente, según recuerdan sus protagonistas.
“Estábamos muy bien ensayados. Nos dieron 100 horas de estudio y grabamos en 75. El resto las usé para producir el disco de Tanguito”, puntualizó Martínez, líder creativo del grupo.
Claudio Gabis también hizo hincapié en lo “muy bien ensayado” que el trío tenía a los temas del disco y recordó que se trató de una época en donde trabajaban “todos los días, ocho horas”.
“Fue la buena época de nuestra relación de amistad, convivencia y compañerismo. Teníamos muy clara la base de lo que estábamos buscando y había una coincidencia en eso. No había ninguna fricción al respecto”, señaló el guitarrista en charla con esta agencia.
Por su parte, Alejandro Medina avaló ese sensación al expresar: “Lo grabamos muy rápido porque eran temas que estaban muy ensayados y ya los veníamos tocando, porque hicimos muchos shows antes de sacar el disco, tanto que la gente ya conocía todas las canciones”.
El gran espaldarazo para que Manal pudiera desarrollarse fue dado por el sello Mandioca, creado por Jorge Álvarez y Pedro Pujó, con un mítico concierto de lanzamiento realizado en noviembre de 1968 en el Teatro Apollo, en donde comenzó a forjarse el público de la banda.
“Había un movimiento mundial con Cream y Jimi Hendrix y ese público nos tomó a nosotros como los representantes de ese sentimiento global en Buenos Aires, con una marca porteña”, opinó Martínez, quien señaló a la “bohemia de la calle Corrientes” que él solía frecuentar y a los intelectuales convocados por el sello Mandioca como “el caldo de cultivo” de los seguidores del grupo.
Además de la rapidez con que se dieron las sesiones de grabación, los integrantes de Manal remarcan la seriedad con la que se trabajó en los estudios TNT, en una fundamental comunión con los ingenieros.
“Los técnicos y los dueños del estudio se mostraron muy respetuosos desde el primer momento. Nuestra actitud era muy seria, muy profesional y convincente en cuanto a lo que buscábamos, incluyendo la distorsión o las ideas de planos de baterías o bajos que no eran usuales”, explicó Gabis, quien también estimó que el interés mostrado por gente como Horacio Malvicino y Néstor Astarita por lo que hacían alimentó esa relación.
“Cuando grabamos ‘Informe de un día’, yo distorsioné el bajo para los solos y Malvicino y Astarita, que estaban grabando al lado, vinieron a escuchar y preguntaban interesados sobre lo que habíamos hecho”, relató Medina, quien opinó que los ingenieros “se sorprendían un poco con esas técnicas pero lo hacían porque era todo muy nuevo y nadie sabía mejor que nosotros lo que queríamos”.
Respecto al lugar preponderante que ocupan el bajo y la batería en la grabación, Martínez explicó que tanto él como Medina lograron imponer ese criterio a los técnicos, a los que convencieron luego de hacerles escuchar a referentes como Jimi Hendrix.
Más gráfico para hablar de la simbiosis entre ingenieros y músicos fue Gabis, quien contó que en el momento de la mezcla de “Informe de un día”, sobre el final, Tim Croatto se animó a meter la mano en el carretel de la cinta y provocó un efecto de ralentización.
“Sabiendo que es importantísimo ese momento, él se la juega, hace algo que en otro contexto podría desatar una disputa, e introduce su grano de arena apostando su estética sin haberlo conversado antes. Lo aceptamos y nos pareció fantástico. Eso habla de la complicidad entre los músicos y la gente del estudio”, sentenció.
Otra visita que Manal recibió en el estudio fue la de Moris, también artista de Mandioca, quien escuchó con atención lo que se estaba grabando y definió a Javier Martínez como “el hijo del tango”.
“¿No será mucho? Le pregunté cuando me definió así. Yo pensé que lo decía por la amistad que nos une, me pareció un delirio, pero él me explicó que en esta música estaba la ciudad con la Avenida Rivadavia o el puerto con ‘Avellaneda Blues’. Yo al tango lo tenía en un pedestal de oro, pero bueno, ahí entendí que sí, estábamos haciendo una música ciudadana moderna”, expresó Martínez.