Rusia y Ucrania en Dombás: el detrás de escena
Con el reciente acuerdo de un nuevo intercambio de prisioneros, Vladimir Putin y Volodímir Zelenski reforzaron el proceso de negociación iniciado a fines de 2014.
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- Feb 3, 2020
por Natalia Caneva
Tras casi seis años de conflicto armado entre fuerzas ucranianas y separatistas pro-rusos, se planea dar un paso más hacia la resolución pacífica de un enfrentamiento que parecía no tener fin. Para comprender la génesis del conflicto en Dombás es necesario tener presente tres puntos clave que caracterizan la política en la región. El primero es la herencia ideológica de la Unión Soviética (URSS), sea repudiada o venerada. El segundo es el antagonismo de los proyectos regionales de Rusia y la Unión Europea (UE) y el tercero, la consiguiente división política que produce esta competencia al interior de Ucrania.
La raíz del conflicto
Si bien las armas en Dombás se tomaron en respuesta al Euromaidán de 2014, protestas pro-Europeas que tuvieron lugar en Kiev, la capital ucraniana, el origen del conflicto se remonta a causas anteriores. El deseo de Donetsk y Luhansk de separarse del territorio de Ucrania se debe a una división al interior del país que importa la defensa de dos proyectos de organización nacional contrarios.
A mitad de camino entre dos opuestos, la política ucraniana históricamente penduló entre gobiernos afines a la UE y gobiernos simpatizantes a Rusia. Esta tendencia se materializa en una división territorial donde la región Oeste es pro-Bruselas y la parte Este, pro-Moscú. Por un lado, la primera es de habla ucraniana y rechaza toda influencia rusa sobre el territorio. Además, aspira a ser miembro de la UE, por lo que defiende un sistema socio-político basado en la democracia, el Estado de Derecho y el libre mercado. Para ellos, el Euromaidán fue un símbolo de libertad y dignidad.
Por el otro, el Dombás es la región pro-rusa por excelencia donde la mayoría de sus pobladores se auto-percibe como ruso. Aspirando a mantener la llama soviética viva, allí nació el partido del ex-presidente Viktor Yanukovich. Durante su mandato, centralizó el poder, encarceló algunos miembros de la oposición y fortaleció los lazos con Putin. En consecuencia, el Euromaidán, pero sobre todo, la destitución de Yanukovich y el intento de abolir el ruso como lengua co-oficial, exacerbó el anhelo de una escisión territorial que permitiera la defensa de lo propio, de su cultura.
En el ojo de la tormenta, Ucrania siempre fue un territorio en disputa por sus dos vecinos regionales más poderosos, la UE y Rusia. No podemos dejar de considerar la presión que estos actores ejercieron en el destino político del país. Los esfuerzos de Bruselas por expandirse hacia el Este y los de Moscú por evitarlo, llevaron a que en 2014 se abandonara definitivamente toda política bidireccional, una estrategia que permitía tener relaciones con ambos lados sin tener que tomar partido.
Los intereses de Putín
“La defensa de los rusos en el exterior”. Si bien esta fue la justificación pública, diversas razones florecen al tratar de explicar la jugada por parte de Rusia de intervenir en el conflicto en Dombás.
Desde un punto de vista simbólico, Ucrania fue un gran aliado durante el Imperio Ruso y el hermano menor durante la era soviética. Grandes figuras del comunismo como Nikita Krushchev y Leonid Brézhnev, comenzaron sus carreras políticas en Dombás. Perder ante Occidente un territorio que portó tan vigorosamente los ideales de la Revolución y que durante tantos años fue parte de la esfera de influencia del Este, es un golpe bajo para la política nacionalista rusa.
Es evidente también la importancia económica de Ucrania siendo uno de los canales de transporte de gas a Europa. A pesar de la construcción del TurkStream, gasoducto que transporta combustible desde Rusia a Turquía por el Mar Negro y del Nord Stream 2, que transportará desde Rusia a Alemania por el Mar Báltico, asegurar la estabilidad de las vías ucranianas es crucial para la economía de Moscú. Es una forma de consolidar su rol como proveedor de gas en el continente.
Pero por sobre todo, es la razón geoestratégica la que motiva a Putin. El enfrentamiento con Occidente es histórico, pero éste se profundizó con la expansión hacia el Este de la UE y la OTAN tras la caída de la URSS. Habiendo llegado hasta los países Bálticos, resulta imprescindible que Rusia resguarde el resto de sus fronteras de la invasión rival. Ucrania funcionaría como una barrera de defensa, una buffer zone, o zona de amortiguamiento, que separa al territorio ruso de las amenazas materiales del Oeste. La anexión de Crimea respondería a este afán de aumentar su seguridad. En el puerto de Sebastopol, Crimea, se encuentra estacionada la Flota rusa del Mar Negro, por lo que tras la erupción del conflicto armado y el posible despliegue de tropas rivales, la anexión parecía la única forma de resguardar las puertas marítimas y su fuerza naval. Con sus intervenciones, Putin dejó en claro que Ucrania es línea roja.
La solución diplomática: la autonomía
Desde que el conflicto erupcionó en 2014, el Grupo de Contacto Trilateral, formado por Rusia, Ucrania y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), al igual que el Cuarteto de Normandía, liderado por Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, han estado trabajando para lograr una resolución pacífica del conflicto siguiendo los postulados del Acuerdo de Paz de Minsk de 2014. El intercambio de prisioneros es una de las condiciones pactadas para desescalar las tensiones.
La solución al conflicto propuesta fue la autonomía de Donetsk y Luhansk. A pesar de que para Zelenski no es la solución ideal, le permitiría evitar la escisión territorial definitiva y recobrar el control sobre la frontera. Además, podría reducir la presión económica de seis años de enfrentamiento y recuperar la estabilidad política en el país. Todos pasos necesarios si desea tener el visto bueno de la UE.
Por su parte, a Putin le permitiría mantener la influencia política rusa en la región. Al ser un territorio autónomo, Dombás seguiría siendo parte de Ucrania pero tendría mayor libertad para decidir cuestiones inherentes a su política. En consecuencia, podrían establecerse en su Constitución vestigios de la herencia soviética, como declarar al ruso idioma oficial de la región, formar nuevos partidos políticos pro-Putin o establecer acuerdos bilaterales. Estas fuerzas afines a Moscú luego podrían recuperar su rol en el escenario político ucraniano reforzando la presión doméstica. En este contexto, no sería extraño ver nuevamente a estas facciones representadas en el Parlamento asegurando que, cualquiera sea la ideología del gobierno de turno, Rusia viera sus intereses defendidos vía Dombás. Adicionalmente, todas las decisiones que se tomen en el marco del Ejecutivo o el Parlamento, contarían con la legitimidad política suficiente como para derribar las conjeturas de una injerencia rusa. La autonomía sería un mecanismo para perpetuar los intereses rusos en el exterior.
El conflicto en Dombás es mucho más complejo que una respuesta a protestas pro-Europeas: es signo de un territorio dividido que responde a dos proyectos regionales diferentes y del deterioro de una política bidireccional que, desde el 2014, dejó de ser una estrategia viable de Política Exterior.