MARTES, 26 DE NOV

El Vaticano y China, frente a un 2020 clave para su histórico acercamiento

El gran objetivo que este año tienen por delante los dos Estados es la renovación o confirmación del acuerdo que fue firmado como "provisorio" y por un término inicial de dos años.

El Vaticano y China tendrán en 2020 un año clave para confirmar el firme acercamiento que han sostenido desde la llegada al poder del papa Francisco y Xi Jinping en marzo de 2013, con la esperada renovación del acuerdo para la designación conjunta de obispos firmado en 2018 y la continuación de otros pasos que acercan día a día a Roma y Beijing.

El último paso del camino común de acercamientos fue la reunión a mitad de febrero de los cancilleres de la Santa Sede, Paul Gallagher, y de China, Wang Yi, que constituyó el encuentro de más alto nivel desde la proclamación de la República Popular China en 1949, ya que el Vaticano cortó entonces los vínculos con el gigante asiático tras el ascenso de Mao Tse Tsung al poder y estableció relaciones bilaterales con Taiwán.

Pese a que con más de 1.300 millones de habitantes en China hay «apenas» unos 10 millones de católicos, según las estimaciones más favorables de la prensa oficial, el Papa argentino no ha ahorrado gestos hacia Beijing y ha reiterado en más de una oportunidad su intención de visitar el país.

Desde el lado chino, la aparición de Bergoglio fue vista como una señal positiva desde su primer comunicado saludando la elección del entonces cardenal como Papa, hace casi siete años, el 13 de marzo de 2013. Apenas horas después, Xi Jinping se convertía el 14 de marzo en el Presidente de China.

Los constantes acercamientos en el primer lustro de convivencia entre Francisco y Xi incluyeron puntos altos como que Bergoglio obtuviera en 2014 el permiso de sobrevuelo que le había sido negado a Juan Pablo II en 1989, o que tanto el Papa como su secretario de Estado concedieran en 2016 y 2018 entrevistas a medios de comunicación del gigante asiático.

Pero el gran hito bilateral fue la firma, el 22 de septiembre de 2018, de un acuerdo para la designación conjunta de obispos, que permitiría poner fin a más de 50 años de divisiones en una Iglesia en la que por medio siglo convivieron obispos leales a Roma y obispos leales a Beijing. 

En ese sentido, no sin críticas de sectores conservadores, la firma del acuerdo puso bajo órbita de Francisco a los últimos siete prelados que quedaban fuera del radar vaticano, y sentó las bases para que las futuras designaciones fueran concordadas entre ambas partes.

El más firme crítico del acercamiento mutuo, el cardenal y obispo emérito de Hong Kong Joseph Zen, renovó a inicios de año su ataque al acuerdo, aseguró que Bergoglio «no sabe mucho» sobre China y, de gira en Estados Unidos, culpó al secretario de Estado Pietro Parolin de ser el origen de «todas las cosas malas» del vínculo pro-chino de la Santa Sede.

El gran objetivo que este año tienen por delante los dos Estados es la renovación o confirmación del acuerdo que fue firmado como «provisorio» y por un término inicial de dos años.

Es en ese marco que se tornó histórico el encuentro de mediados de febrero entre los dos cancilleres que, según relató luego la versión en inglés del diario oficial del Partido Comunista, el Global Times, «abrirá más espacio para los futuros intercambios entre las dos partes».

Según fuentes al tanto de las relaciones, es de esperar que antes del vencimiento del acuerdo provisorio se produzcan nuevas designaciones de obispos bajo el sistema puesto en práctica en 2018 y por el que por ahora solo se ha nombrado a Stefano Xu Hongwei como coauditor de Hanzhong y a Antonio Yao Shun titular en Jining/Wulanchabu.

Otro de los puntos pendientes es que las dos partes se pongan de acuerdo en la cantidad de diócesis en la que dividir al territorio chino: según el mapa propuesto por el Vaticano, son 143 diócesis, mientras que para Beijing son 104, siempre sin contar las de Macao y Hong Kong, los dos territorios con un estatus político especial.

Con otros ejes que aparecen como oportunidad del vínculo bilateral, como puede ser el lazo humanitario a partir de la epidemia del Coronavirus o la llegada de un ex vicemnistro chino a la cabeza del organismo de Naciones Unidas con sede en Roma dedicado a la Alimentación y la Agricultura (FAO), la relación bilteral deberá tene en cuenta otro aspecto no menor: la presencia de Taiwán.

Taiwán, que en Europa solo mantiene relaciones diplomáticas con la Santa Sede, sigue de cerca el lazo entre Roma y Beijing, con la preocupación centrada en el posible impacto de que el Vaticano decida cortar relaciones con Taipei si continúa su acercamiento a China.

Esa preocupación del gobierno de Taipei tuvo dos puntos concretos recientemente: en noviembre, Francisco llamó «Nación» a China, apenas «territorio» a Hong Kong y solo habló de «pueblo» en Taiwán, pese a que la isla asiática es la única de los tres que mantiene relaciones diplomáticas con la Santa Sede.

Un mes antes, la foto del vicepresidente taiwanés junto a Bergoglio en ocasión de una ceremonia de canonizaciones, nunca fue subida al sitio oficial de la Santa Sede, donde sí aparecen las imágenes del pontífice con otros jefes de delegación. Delegaciones que, según aclaran algunos, no son molestas para China y su permanente seducción desde Roma.

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