MARTES, 26 DE NOV

Investigadores cuestionan que la ciencia avanza según «los deseos de los hombres blancos y ricos»

Para un grupo de científicos con base en Australia y Brasil, no se impulsa el conocimiento de los académicos, y en los hechos "el talento es casi irrelevante en comparación con otros factores, como el género, la fluidez en inglés, el acceso a buena estructura de trabajo y el adecuado presupuesto para la investigación".

 

Un grupo internacional de investigadores puso en duda que «la ciencia no está siendo impulsada por el talento de los académicos», como aseguran quienes dominan una de las plataformas científicas más usadas del mundo, sino «por los deseos de los hombres blancos y ricos, y de sus patrocinadores», según un artículo publicado en la prestigiosa revista «Nature».

Para este grupo de científicos con base en Australia y Brasil, en los hechos «el talento es casi irrelevante en comparación con otros factores, como el género, la fluidez en inglés, el acceso a buena estructura de trabajo y el adecuado presupuesto para la investigación».

«Debemos cambiar la situación», afirmó en diálogo con Télam Laura Sinay, doctora en Gestión de Sistemas Naturales, Rurales y Turísticos por la Universidad de Queensland y una de los tres autores de este trabajo.

Junto con los profesores Bill Carter y Cristina Sinay, académicos de las universidades de Sunshine Coast (USC) y de Río de Janeiro (UNIRIO), cuestionaron y rebatieron la afirmación de Clarivate Analytics, la empresa que administra la plataforma «Web of Science», que clasifica cada año a los académicos según su impacto en el desarrollo científico mundial.

Sinay explicó que en el primer párrafo del informe de 2019, esa empresa afirma que, como lo demuestra su análisis de esta clasificación, el talento es el factor principal para alcanzar el top y, por lo tanto, para dirigir el desarrollo científico.

El artículo publicado en la revista británica Nature cuestiona esta idea.

Usando la misma base de datos que Clarivate Analytics, los académicos encararon una profunda investigación que derivó en cuatro artículos -uno de ellos el publicado por Nature- y concluyeron que estas afirmaciones son «engañosas».

Para Sinay, «probar que el análisis de Clarivate está equivocado en Nature es importante porque la compañía ha desarrollado el primer algoritmo de la ciencia (que sigue siendo uno de los más utilizados en el mundo) y, por lo tanto, puede actualizarlo fácilmente, haciendo que sea el talento, y no el deseo de los hombres ricos y blancos y sus patrocinadores, el motor principal del desarrollo científico».

Este algoritmo es clave, ya que es una de las principales herramientas con las que se accede a los papers académicos a nivel internacional y por eso «dirige la evolución de la ciencia», según la investigadora.

Creado en 1955 por Eugene Garfield, el modelo que hoy usan la Web of Science y otras 145 herramientas automatizadas de búsqueda de publicaciones académicas también se usa para definir la política de compra de revistas científicas por parte de las bibliotecas, así como las decisiones de los autores sobre dónde publicar sus artículos.

«También se convirtió en un instrumento para medir la productividad de los científicos y un factor determinante en el financiamiento de la investigación y las decisiones en el dominio del conocimiento», según la catedrática de la Universidad de Queensland.

El modelo de Garfield postula que el número de trabajos que un académico publicó equivale a su productividad; que el número de veces que su obra fue citada equivale a su impacto; que el número de citaciones de una revista determina la importancia de ese medio de comunicación; y que el contexto cultural en el que se produce el conocimiento científico no influye en el desarrollo científico.

Sinay critica que todo este andamiaje excluye del universo del universo de búsqueda del algoritmo a las revistas científicas que no están entre más citadas a nivel mundial, lo que margina el conocimiento producido en idiomas que no son el inglés.

También excluye la producción de investigadores que por contar con menos estructura o tiempo de trabajo -como las mujeres o los académicos de países con menos recursos que los más desarrollados-, publican con menor frecuencia.

A finales de 2019, mientras esta investigación se encaminaba, los tres académicos lanzaron una campaña para cambiar el algoritmo de la ciencia.

«Tuvimos casi 300 adhesiones y ahora, con la publicación en Nature, seguro que llegamos a Clarivate», confió Sinay. (1,7%).

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