VIERNES, 22 DE NOV

El alma de Oriental: la historia de Juan Luis ‘Pisa’ Cipollone, el utilero que se transformó en cancha

El 12 de mayo de 2017, el club de zona sur decidió ponerle a su cancha de once el nombre de alguien que nunca pateó una pelota, pero que hace más de 38 años trabaja para la entidad aurinegra como utilero, canchero, aguatero, masajista, encargado del buffet, integrante de delegación y en un sinfín de tareas más. Un acto que habla de los valores que concibe aquella institución y de aquel hombre que con amor y dedicación se convirtió en un ícono del 'aurinegro'.

Por Santiago A. Fraga

Bautizar a una cancha de fútbol es tomar la compleja decisión de consagrar en un nombre todo lo que representa en contexto ese lugar de encuentro popular, recinto de emociones constantes y dispares que alberga las pasiones y los sueños de cientos de chicos y grandes que viven con el deporte, de una forma que al mismo tiempo debe resultar identitaria para la institución. Por esto, mundialmente, la denominación que se le da a estos templos permite conocer mucho más de lo que se cree sobre la historia del club en cuestión y, en especial, de su idiosincrasia.

Contar la historia de Juan Luis Cipollone es contar la historia del Club Infantil Oriental, y contar la historia de Oriental también es contar la historia de Cipollone, o como es más reconocido por el mundo fútbol rosarino: el viejo y querido Pisa.

Bajo la premisa de que los homenajes hay que hacerlos en vida, el 12 de mayo de 2017 el club de la zona sur de Rosario decidió ponerle a su cancha de once el nombre de alguien que nunca pateó una pelota, pero que hace más de 38 años trabaja para la entidad aurinegra como utilero, canchero, aguatero, masajista, encargado del buffet, integrante de delegación y en un sinfín de tareas más. Un acto que habla tanto de los valores que concibe aquella institución como de aquel hombre que llegó como un hincha y se irá como un estadio.

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Un lunes por la noche, en el frío del pleno invierno rosarino, ‘Pisa’ pone a calentar una pava con agua en el buffet del club de calle Buenos Aires al 5800. La pandemia y sus protocolos le impiden cebar el tradicional mate que acostumbra compartir, pero en su calidez y cordialidad se las arregla igual para ofrecer un café. «Siempre hay algo para hacer«, le cuenta a Conclusión, consultado sobre en qué ocupa sus días en este contexto donde no rueda la pelota y la vida social e institucional está paralizada.

Es que, desde marzo, ya no corretean ni juegan al fútbol ninguno de los 350 chicos y chicas que diariamente hacían uso de las instalaciones, aquellos que componen las numerosas categorías que posee el «Aurinegro» y compiten bajo la órbita de la Asociación Rosarina de Fútbol.

Los únicos que asisten en estos tiempos de coronavirus son algunos de los jóvenes integrantes de la comisión directiva, que aprovechan el tiempo y el poco movimiento para avanzar con algunas obras. Principalmente, la construcción de unas canchitas de fútbol-cinco, para que además de ser un beneficio para los socios se puedan alquilar y así generar ingresos. El presidente de la institución, Fabián Pittón; el vocal, Cristian Adrián Chaparro; y el tesorero, Mario Orué; se suman en ronda a la charla. La lejanía que impone el distanciamiento social no resulta impedimento para poder hablar de fútbol.

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Hace unos tres años, Juan Luis Cipollone pudo jubilarse de su trabajo en la Fábrica de Armas de Fray Luis Beltrán. En Oriental, su esfuerzo prácticamente es ad honorem, movilizado por el amor a la institución.

En un día de semana -en un mundo de normalidad-, ‘Pisa’ llega al club a las 10 para comenzar con su rutina. Allí prepara su mate y arranca a realizar sus tareas, que van desde el mantenimiento de las canchas hasta labores de utilería o la realización de cualquier tipo de arreglo que las instalaciones o los elementos requieran. A las 15 vuelve a su otra casa, duerme una siesta y 17.40 ya está nuevamente para las jornadas de entrenamiento que arrancan a partir de las 18, cuando los chicos y las chicas salen de la escuela. Tras el intenso día de actividad, a las 22 termina de entrenar la Primera división y a las 23 es él quien se encarga de cerrar las puertas del club. Ahora, por suerte, ya no tiene que salir más a esperar aquel colectivo de las 4 de la mañana con destino a Beltrán.

A veces, los fines de semana se queda a dormir en el club para cuidarlo. «Ahora que me jubilé y no trabajo, vivo prácticamente acá”, dice.

Por otro lado, si es domingo y hay partidos es el primero en llegar y abrir el portón -si es que no se quedó la noche anterior-. A las 8 se pone a regar y a marcar las líneas de las canchas de once y siete, coloca las redes en los arcos, infla las pelotas y desde las 8.30 cambia su rol por el de aguatero, masajista o cualquier necesidad que pueda surgir durante los encuentros. Acomoda las camisetas de los jugadores del 1 al 16 en los banquitos y empieza a hacer masajes a quienes lo solicitan previo al juego, con un aceite que él mismo prepara. Apenas termina el primer tiempo, va y prende el termotanque para que los futbolistas tengan agua caliente para poder bañarse, y en el mientras tanto alienta y se pone nervioso cuando no patean al arco. Al finalizar el partido, alcanza agua, junta las camisetas y se prepara para repetir la labor.

La primera vez que fue a ver a Oriental ocurrió en 1982. Vecino del barrio, vivía entonces a seis cuadras y desde aquel debut detrás del alambrado se transformó definitivamente en hincha. Un año más tarde, el ‘Aurinegro’ saldría campeón y lograría por primera vez en su historia el ascenso a la máxima categoría del fútbol rosarino: el Torneo Gobernador Molinas. De tanto pasar por el club y ver gente trabajando, un día se sumó a dar una mano: «Ahí ya me quedé, y no me fui más«, cuenta entre risas.

Equipo de Primera División de Oriental, año 1983. Foto extraída del Facebook de Tonino Aquino.

Una de sus primeras tareas fue, precisamente, en el rearmado de la cancha de once que hoy lleva su nombre: «Tuvimos que correr la cancha que se usaba, porque de aquel lado había un campo y tenían que construir esas casas que están ahora. Entonces tuvimos que mover todo, los arcos, el tejido que después lo hicimos tapial. Era como si estuvieras armando tu hogar«.

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Cipollone tiene 67 años. Oriental, 56. Fundado el viernes 1 de mayo de 1964 con Don Luis Hasen como gran hacedor, el club es hoy un histórico en el fútbol local y principalmente en la zona sur de la ciudad. Si bien originalmente el equipo de «Luisito» fue creado bajo el nombre de La Criolla, una unión con el entonces técnico de Arijón, Edmundo Flores, y una gira de amistosos por la República Oriental del Uruguay terminaría haciendo que la novel institución adoptáse la denominación y los colores (negro y amarillo, en homenaje a Peñarol) que desde allí la representarían por siempre.

Más allá de lo futbolístico, donde permanentemente alterna buenas y malas, habiendo sabido disputar campeonatos regionales, festejar títulos y sufrir descensos, una de las facetas más importantes del club es el rol social que cumple. Por su ubicación, históricamente recibe a jóvenes de barrios populares de la zona como Tablada, Las Heras, Las Flores, Saladillo o Tiro Suizo, que encuentran en la pelota la manera de salir de las complicadas calles y mantener su tiempo ocupado, entrenando y jugando con amigos.

Un ejemplo de esto es que la cuota societaria de Oriental es de las más baratas de la Rosarina, prácticamente al 50% de otros clubes semejantes, y que de todos los y las futbolistas (dos líneas de Baby, seis categorías de inferiores, Primera división, fútbol femenino y veteranos) un 20% de los jóvenes están becados (exentos de pagar) y otro gran porcentaje, aún así, no pueden afrontar el gasto. Para la institución, no obstante, la prioridad siempre será que jueguen. Cuando inició la pandemia, la entidad organizó una olla popular y repartió bolsones con alimentos para las familias. «El club tiene una mirada social, porque sino sería injusto para el barrio«, acota Chaparro.

Un histórico de la institución que también da fe de ello es Rodolfo ‘el Chino’ Aquino, jugador que dio sus primeros pasos en Oriental y luego tendría una gran carrera profesional jugando en clubes de Primera como Newell’s Old Boys, Estudiantes de La Plata o Colón de Santa Fe, entre otros.

«Soy un total convencido de que los chicos sí o sí tienen que ir a un club, porque es donde hacen las amistades, donde tienen la contención y porque es donde se van a divertir y a su vez a aprender. Hoy al chico tenemos que matarle el ‘tiempo ocio’, porque eso es lo que estamos viviendo. Mucho tiempo libre, mucho tiempo fuera de la casa, y lo mejor que hay es estar en un club con amigos. Eso es lo que hace el club Oriental, tiene un montón de chicos que los están conteniendo. También están haciendo comidas para gente de ahí de alrededores, y eso la verdad es que se hace todo a pulmón, nadie ayuda sino que es todo esfuerzo del club y de la gente que está trabajando con ellos«, destacó a Conclusión el ‘Chino’, quien hoy es director técnico de la séptima división de Newell’s, tras haber pasado también por las inferiores de Independiente.

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Cuando ‘Pisa’ responde, lo hace con algo de seriedad y algo de timidez. Cuando son sus compañeros quienes hablan de él, no puede evitar bajar la cabeza, emocionarse y desprender un lagrimeo. Ellos lo adoran, como lo adora cada uno de los actuales y ex jugadores, técnicos y dirigentes que han pasado por alguna de las categorías de Oriental y mantienen vivo su recuerdo por el club, que es ni más ni menos que la memoria acerca de sus raíces.

«Es una persona muy querida. La otra vez estábamos trabajando, pasaba uno en camión y le gritaba ‘Pisa, Pisa’ y este ni sabía quién era. Lo saludan mucho, siempre. Los chicos le traen facturas. En otra oportunidad también pasó un ex jugador de Primera que vino a hacer un flete, se paró con la chata y vino directamente a abrazarlo a él. Todo el mundo lo conoce y los más chicos también lo quieren«, describe el presidente Pittón. Hay jugadores grandes que vienen a jugar a la pelota y se cansan de abrazarlo porque toda la vida la han pasado con él. Esa gente no se lo va a olvidar más, y a nosotros nos va a pasar lo mismo de acá a cinco o seis años más. Vas a venir, lo vas a ver y lo vas a querer abrazar”, agrega Chaparro, quien llegó a Oriental con cuatro años y vivió cada aspecto del trabajo de Cipollone a través de sus propias etapas en el club: durante las infantiles, en inferiores, como jugador de Primera, como director técnico y, ahora, como dirigente.

Foto conservada por 'Pisa' en el club.

Foto conservada por ‘Pisa’ en el club.

Si algo caracteriza a ‘Pisa’ es su esfuerzo constante y la eficacia en su trabajo, conservando siempre la misma forma de hacer las cosas. Un ejemplo de esto es que sus compañeros en el club en reiteradas oportunidades quisieron comprarle uno de los carritos que se suelen usar actualmente para pintar las líneas de cal de las canchas, pero él se rehúsa y prefiere seguir marcándolas a la vieja usanza: con un balde y un palo.

«Él marca la cancha con ese cosito y no es para nada fácil. Nosotros hemos probado incluso, pero la rapidez que él tiene es inigualable”, describe Mario Orué. Chaparro, por su parte, brinda un ejemplo que no solamente ratifica esos dichos, sino que, con gracia, muestra la fidelidad y el cariño de Cipollone para con el club.

La historia se remonta a un partido de Primera División de Rosarina entre Oriental y Rosario Central. Una gran lluvia ponía en duda la realización del partido, por lo que el árbitro tuvo que recorrer la cancha para dar su veredicto a poco de la hora de arranque del encuentro. Tras una inspección, y casi inesperadamente, decide que el césped sí está apto para jugar, pero nota que la cancha todavía no está ni siquiera marcada, lo que lo hace dudar en su decisión.

Árbitro – «Jugar se puede jugar, ¿pero cuánto van a tardar para marcar la cancha? Es un montón«.

Cipollone – «Nah, 20 minutos, en 20 minutos ya está«.

Árbitro – «¿Vos decís que 20 minutos? Es imposible«.

Cipollone – «Sí sí, 20 minutos«.

Controlado por reloj, ‘Pisa’ agarró sus elementos y en tiempo récord dejó la cancha en condiciones para que se dispute el partido, con las líneas marcadas y las redes puestas. Un integrante de la delegación canalla se acercó a los representantes de Oriental: «Gente, ¿cuánto vale el muchacho ese? Lo queremos llevar al club«.

«Nah, yo de acá no me voy«, respondió ‘Pisa’.

Foto conservada por 'Pisa' en el club.

Foto conservada por ‘Pisa’ en el club.

Otra anécdota que se recuerda entre risas en la ronda es de un día en que el ‘Aurinegro’ recibía a Newell’s Old Boys. En aquella oportunidad, Cipollone en un descuido se olvidó la manguera para regar el césped, lo que hizo retrasar sus tareas para poner a punto el terreno de juego. Sin embargo, el encuentro no se demoró y el resultado de todo eso fue que, insólitamente, ‘Pisa’ se encontraría marcando las líneas adentro de la cancha con el partido en plena disputa. Aquel día, Oriental terminaría ganando 3 a 0.

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Su perseverancia, su empeño, es algo que identifica a Juan Luis Cipollone no sólo en su forma de trabajo, sino en su mismísima identidad. El origen de su apodo, ‘Pisa’, se remonta a una anécdota de su infancia que algo de ello refleja: «Una vez habían hecho una comida a la canasta y cada chico tenía que llevar su vianda. Entonces él llevó como un kilo de papa hervida y la tuvo que pisar toda con un pisón de esos en forma de triangulito. Imaginate que estuvo un buen rato pisando, con fuerza, y los demás pibes lo cargaban y le decían ‘Pisapapa, pisapapa’. Ahí le quedó el nombre de Pisa«.

Para Rodolfo Aquino, Cipollone «es una reliquia«. Luego de aquel mencionado título en la Copa Pinasco de 1983, Oriental volvería a salir campeón de la segunda categoría local en 2008. En aquel campeonato, el técnico fue precisamente Aquino, quien ya habiendo tenido una importante carrera en el fútbol de Primera, debutaba en el campo de la conducción técnica en el club que lo vio nacer.

De aquel grito de campeón, el ‘Chino’ atesora especialmente las escenas que vivió junto a ‘Pisa’ en el día consagratorio: «El único recuerdo que tengo puntual es el día en que ascendimos, en cancha de Argentino de Rosario, que fue un abrazo interminable para con él. Después, volver al club y festejar, y verlo a él en una cena en el club primero y después en una fiesta que hicimos en un salón de eventos. Verlo a él feliz, verlo a él llorando de alegría, para mí era ver a toda mi familia, el sacrificio y el esfuerzo que habían hecho, por tal motivo de ser mi primer año y por salir campeón en la institución que uno ama y siente«.

En lo que refiere al transcurso de aquella campaña, que sería la última vez que Oriental ganase la Pinasco (luego, en 2011, saldría campeón del torneo Ivancich y del simple afiliación del Molinas, ambos de Primera División), Aquino recuerda haber tenido «un grupo de chicos excelente, todos de ahí del club, de las inferiores» y hasta haber «llegado en las últimas fechas a poder concentrar, en un hotelcito ahí cerca del club, a un par de cuadras«, pero por sobretodo, que «Luisito siempre estuvo a la par» de ellos.

«Nos hacía la comida al mediodía cuando nosotros estábamos concentrados junto con el presidente de turno (David Carrizo). Él era nuestro masajista, utilero, el que llevaba los carnets, el que iba en la combi con los jugadores, era todo. Yo no sé si no lavaba hasta las camisetas y los pantaloncitos«, recordó el ex jugador de Newell’s y Colón (donde tiene una peña con su nombre), enmarcado en la memoria de lo que fue «un año espectacular«.

«Yo siempre digo que como nació el club también nació ‘Pisa’. Por eso para nosotros es un ícono ahí. Si no está él, no es el club. Hoy es todo en base a él, está todos los días. Regando la cancha, pintándola, marcando, poniendo las redes, y no es de ahora sino desde hace ya años. Y siempre está con todos: con los veteranos, con la Primera, con los chicos de infantiles. Luis es todo, es el alma del club«, aseguró en una charla telefónica, en la que no pudo evitar emocionarse al hablar de Oriental.

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Si uno camina por el club, notará que prácticamente cada espacio se identifica con un nombre propio. De esta forma, con lo primero que alguien se topa al momento de ingresar a la institución es con un mural que da cuenta de que se está entrando a la sede «Don Luis Hasen» del Club Infantil Oriental. A la izquierda, se divisarán los vestuarios de fútbol infantil «Omar ‘Yoyo’ Ojeda» y, más allá, las canchitas de baby fútbol «Juan Guillermo Voguet«. A la derecha está el buffet, y justo en frente se ubican los vestidores de la Primera división y la cancha «Juan Luis Cipollone«.

Esta práctica de denominar a los espacios comunes del club va de la mano con la generación de una identidad en la que se pondera el esfuerzo, el trabajo y los valores por sobre la trascendencia futbolística. Homenajear a las personas en vida y reconocerles todos los años que dedicaron a Oriental sin perseguir un rédito económico.

«Son gente que uno decidió darles los nombres porque dejaron la vida directamente acá«, asegura el actual presidente. Juan Voguet, por ejemplo, fue quien, entre muchas otras obras, prácticamente hizo «por su cuenta» las canchas de siete, y por eso en 2001 las mismas fueron bautizadas con su nombre. Él hoy sigue vivo, tiene 92 años y continúa yendo a ver al equipo (o lo hacía, cuando era posible).

Omar ‘Yoyo’ Ojeda es otro de los ilustres personajes de la historia aurinegra que tuvo el honor de quedar inmortalizado en algún espacio de las instalaciones. El 24 de octubre de 2014 fue declarado Deportista Distinguido de Rosario por «su incansable labor en la disciplina del fútbol infantil», y en 2009 se le puso su nombre a los vestuarios destinados al baby fútbol, que se dividen entre equipo local, visitante y árbitros.

‘Yoyo’ llegó a Oriental en 1975, siendo el padre de tres niños que jugaban en las infantiles del club. Con el tiempo comenzó a trabajar en la institución, dirigiendo y colaborando ya desde hace 45 años, con especial dedicación a las categorías más chicas, a quienes recién comienzan a aprender los fundamentos básicos del fútbol.

Omar ‘Yoyo’ Ojeda junto a Juan Luis ‘Pisa’ Cipollone. Foto extraída del video homenaje a Ojeda como Deportista Distinguido.

Sobre él, todos recuerdan verlo siempre andar en bicicleta, la misma con la que iba al club tras salir de su trabajo y la misma con la que se encargaba a veces de pasar a buscar jugadores para que no se pierdan las prácticas, al tiempo que a otros hasta llegaba a invitarlos a su casa para que coman. Alguien que pasó por su aprendizaje y bondad fue, por ejemplo, Éver Banega, hoy en Europa y jugador de la Selección Argentina. Para Rodolfo Aquino, «Yoyo es un segundo padre«.

«Es el que tiene la labor más grande en el club, que son los chiquititos, las inferiores, los que juegan en cancha de siete. Yo me acuerdo de él, de haberlo tenido de chiquitito, de tener 7 u 8 años y verlo en la cancha, cómo te grita, cómo te enseña, y todo a pulmón. Verlo venir en bicicleta después de salir del trabajo y que te enseñe, que te trate como a un hijo. Son cosas inolvidables que uno, después de haber pasado tanto tiempo en Primera División, recuerda en este momento y las revive del corazón puro«, recordó quien también jugara en Tiro Federal y Atlético Tucumán.

A la hora del reconocimiento por parte del Concejo Municipal, se lo recordó por su vasta trayectoria, pero principalmente por ser «un formador de jóvenes y de niños».

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El ‘Chino’ Aquino es uno de los tantos jugadores que tras pasar por las filas de Oriental tuvieron una buena carrera en el fútbol, como ocurrió también con otros como el mencionado Banega, Damián Manso, Marcelo Alegre, Pedro Aguírrez, Sebastián Flores Coronel, Ricardo Melli, Felipe Ojeda o Marcelo Maidana. Sin embargo, en su caso, el lazo que lo une al club es sumamente más estrecho.

Un joven ‘Pisa’ acompaña la foto de un plantel campeón de Veteranos. Foto extraída del Facebook del Chavo Aquino.

El antecedente máximo se sitúa en la mismísima fundación del club, siendo los nombrados fundadores amigos de su padre y los seis hermanos de éste, quienes se involucraron también con la institución. Con el correr de los años, Oriental se transformó en el lugar de crianza y aprendizaje sobre el fútbol y la vida de casi todos los Aquino. Incluso, cerca de los 90′, a Rodolfo le tocó debutar con la camiseta aurinegra jugando junto a varios de sus tíos en el equipo y con otros en el cuerpo técnico. Su abuela vivía a media cuadra de la sede y tanto su familia directa como sus tíos vivían en una casilla atrás del hogar de ella, por lo que pasaban todos los días yendo y viniendo al club.

Cuando yo empecé a jugar habré tenido unos cuatro años, más o menos, así que me he criado ahí. Fue mi casa. Pasé una infancia muy linda, donde generé amigos que hoy todavía nos seguimos juntando en el club y sobrinos míos todavía van al club hoy también», contó Aquino, para luego recordar un ejemplo de lo que representa Oriental para él y su familia: cuando ya era futbolista de Primera División, intentó hacer que su padre se mudara más cerca de donde vivía él, lejos del barrio. «Él me dijo que no, que de al lado del club no se iba nunca«, sentenció.

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En la ronda se habla de viajes y partidos de Oriental y ‘Pisa’ entonces señala algunos banderines que cuelgan de las paredes del buffet: Ben Hur de Rafaela, Belgrano de Córdoba, Banfield, Lanús, Gimnasia y Tiro de Salta y alguna que otra plaqueta conmemorativa. Acto seguido, cruza una puerta y cuando reaparece lo hace con tres fotos suyas, prolijamente conservadas. Cada una de ellas lo muestra en una actividad distinta: una colocando la red de uno de los arcos, otra cargando de a tres bidones de agua para los jugadores y la restante subido a una escalera para arreglar algo en la zona de los tanques de agua.

En el resto de la sala cuelgan decenas de cuadros con distintas formaciones del club a lo largo de la historia. En espacio central reluce un póster gigante con el equipo campeón del 2008, y dentro de la cocina se ve otro dedicado a ‘Yoyo’ Ojeda. Un pequeño cuadro dedicado a ‘Pisa’ también cuenta con su lugar preferencial, en donde se lo ve con una pelota en la mano, rodeado de elementos de entrenamiento y vestido de pies a cabeza con los colores aurinegros. De fondo, el cartel del estadio con su nombre. En su cara, una sonrisa.

Tras realizar algunas fotos allí, Cipollone corre a gran velocidad para encender algunas luces del predio y permitirnos obtener instantáneas de los dos carteles que identifican a la cancha de once, a pesar de la profunda oscuridad de la noche de Rosario.

El club está distinto, muy distinto, a lo que era cuando él llegó, 38 años atrás. «Esto acá era todo campo. No había nada, no había cancha. Acá había cosas viejas, todos escombros ahí abajo, era todo terreno«, describe. A ello, Fabián Pittón agrega: «Cuando arrancó él el club era una cancha de once y nada más. La canchita y los vestuarios esos se armaron mucho después, todo fue evolucionando poco a poco. Primero la cancha grande, luego el vestuario, años después se pudo hacer el quincho grande, se hicieron los parapelotas, después la cancha de siete en los 90′, los vestuarios de Yoyo en los 2000, y así siempre«. Si todo sale bien, para fin de año tendrán también las dos nuevas canchas de cinco, que posiblemente lleven el nombre de Ángel Ojeda, otro protagonista del club que partió a la joven edad de 46.

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«Cuando ‘Pisa’ no esté, no vamos a saber qué hacer«, es la frase que más se repite entre todos los dirigentes que trabajan para Oriental. Otra que se suelta, también, es que «Pisa resiste comisiones y resiste técnicos«, y otra confirma: «A él no le importa ni los técnicos ni las comisiones, él quiere al club. No le importa quién esté, él se va a quedar acá«. Alguno bromea con que, cuando vuelva el fútbol tras la pandemia, ya no podrá alcanzar el bidón de agua a los jugadores, sino que cada uno se tendrá que llevar su botellita. No obstante, todos saben que aún así Cipollone tendrá, como siempre, mucho por hacer.

Si algo queda claro, es el sentido de pertenencia y la dedicación que todos los involucrados ponen en el club. «Oriental es grande por la gente«, dice Pittón, y aunque sea frase hecha, en este caso es completamente válida. En todas sus áreas, el club crece únicamente por quienes desinteresadamente invierten su empeño y hasta resignan tiempo con sus familias para poder aportar a la institución. Hoy les toca a ellos y mañana les tocará a otros, pero sin ese empuje, el sostenimiento y el desarrollo sería aún mucho más difícil de lo que ya es, tirando a imposible.

Dentro del limitado presupuesto que maneja la institución, cuando terminen con la construcción de las canchitas de cinco, una idea que suena fuerte en la C.D. es la de poder construir para arriba y dejarle armada una pieza a ‘Pisa’.

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