SáBADO, 16 DE NOV

La muerte de Gilda, el fenómeno Damas Gratis y una vida dedicada a la música

Danny De La Cruz es trompetista y músico por vocación. Fue integrante de la orquesta de Gilda y estuvo en el accidente trágico que produjo su fallecimiento. También pasó por La Nueva Luna y actualmente es músico estable de Pablo Lescano, en Damas Gratis. Lejos del país que lo vio nacer, una extensa entrevista para una historia digna de contar.

 

El trompetista y tecladista de Damas Gratis, el peruano Danny de la Cruz, quien fuera integrante de la banda de Gilda al momento del accidente que sufrió la mítica cantante, brindó una entrevista a Conclusión donde habló sobre su trayectoria, el momento que está viviendo en cuarentena y la importancia del acompañamiento de su familia.

En los años ’90, la cumbia en nuestro país fue evolucionando de una manera muy particular, como género musical pero especialmente en el crecimiento artístico de la industria, en la cual se destacaron muchas bandas, algunas de las cuales pasaron a la historia y otras siguen trabajando en la actualidad.

Una de esas «novedades» fue la utilización de los instrumentos de viento en sus melodías (trompeta y trombón), donde músicos peruanos fueron de suma importancia en el crecimiento y el aporte musical a las orquestas argentinas. Esto se debe a la preparación de estos músicos, por su historia en el género salsero del país del altiplano y la instrucción que se les brinda a los niños en los colegios públicos allí.

Es así que en el año 1993, de la Cruz llegó a la Argentina para participar de la orquesta de Gilda, la cantante «bailantera» hecha santa por sus fanáticos, tras un trágico accidente donde perdió la vida junto a parte de sus músicos, entre quienes había coterráneos trompetista.

La historia de este hombre es un tanto especial, por la forma en que las decisiones de su vida fueron marcando tanto su trayectoria artística como la conformación de su familia, en un país al que llegó por su amor y su pasión por la música. Además, detalles su paso por La Nueva Luna y su presente junto a Pablo Lescano en la banda más reconocida de Latinoamérica del género de la cumbia «villera», Damas Gratis.

¿Cómo estás sobrellevando esta etapa de cuarentena?

– Estoy grabando y tengo alumnos por suerte. Lo bueno es que Pablo (Lescano) nos está dando una mano muy grande. Hasta ahora nos está ayudando mucho, y nosotros estamos muy agradecidos con él.

¿Cuándo llegás a la Argentina?

– Llegué a la Argentina en el año 93. José “Cholo” Olaya, representante de bandas de cumbia en ese momento como Karicia, Los del Palmar, entre otros, mando a un músico a buscar pares a Perú. Habló con mi hermano que es trompetista. Él tendría que haber venido, pero como estaba por ser papá me preguntó si yo (que tenía 19 años) quería venir. Nosotros llegamos acá con cuatro músicos peruanos, un amigo mío trompetista y un percusionista que también tocó con Gilda, otro «percu» que tocó con Granizo Rojo. Yo vine en reemplazo de mi hermano. Llegamos acá un 4 de febrero del ’93. A mi hermano le dije «sí, voy por tres meses y me vuelvo», pasaron 27 años y todavía estoy acá.

En el film Gilda, en el cual Natalia Oreiro protagonizó la vida de la cantante.

O sea que llegaste y comenzaste a trabajar…

– A nosotros nos trajeron para tocar directamente con Gilda. A ella le había armado el material Toti Giménez, músico y productor de ella. Era todo sintetizador nada más y había salido por el sello Magenta. Cuando nosotros llegamos en febrero, nos pusimos a sacar los temas enseguida. Al mes recién conocimos a Toti y al bajista. Ese día fuimos a esperar conocer a Gilda en la casa. Pero ese año fue todo ensayo, casi no tocamos, porque el material no pegó ese año. Entonces, a fines del ’93 se grabó otro material, que fue el disco Pasito a Pasito. Y desde ahí en el´94, con ese disco comenzamos a laburar. Nos movíamos todos los fines de semanas.

¿Cómo se mantenían económicamente en ese momento que no tocaban?

– Antes de venir para acá, el ‘Cholo’ nos dijo que nos iba a dar plata por semana, casa y comida, hasta que arranquemos a laburar y nosotros ahí nos arreglábamos. Pero para nosotros, todo esto era una experiencia nueva. Y, junto con mis compañeros, nos encerrábamos en la pieza a tocar y hacer música todo el día.

La cumbia en ese momento era un furor, ¿imaginabas lo que te ibas a encontrar?

– La verdad cuando vine para acá, no pensé que era tanto el furor y como se vivía la cumbia en Argentina. Carlos Chávez, el cantante de Karicia, nos invitó cuando llegamos a ir a unos shows con ellos. Fuimos a Terremoto Boliviano, a Metrópolis, Fantástico Bailable, Meteoro, que era un circuito que hacían ellos todas las noches y yo no lo podía creer. Tanta gente cantando los temas, saltando, prendida fuego. En Lima, la gente se dedica a bailar. Acá no, saltan, gritan, se vive de otra forma. Cuando vi como era la gente, me quedé impresionado.

¿Cómo era Gilda profesionalmente?

Gilda tenía un carácter fuerte. Era muy perfeccionista. Una vez fuimos a tocar un baile, estábamos anunciados y nos dicen que nos suspendían el show. Se baja Gilda de la camioneta, le quita el micrófono al cantante de la banda que estaba tocando en ese momento y dice «No nos quieren dejar tocar«. Se volvió a la camioneta y nos fuimos. Era muy fuerte su personalidad (entre risas).

La muerte trágica de Gilda en el accidente marcó tu historia. Contame como viviste ese momento.

– Ese día de septiembre del ’96 yo venía durmiendo en el colectivo, en el medio donde estaban las cuchetas y en la parte de atrás venía el sonido. Salimos de canal América y como habíamos tocado la noche anterior yo estaba cansado, entonces me acosté. Emprendimos viaje y un momento comienzo a sentir los ruidos de los fierros retorciéndose, escucho los gritos de mis amigos y en un segundo, de los gritos y ruidos, pasas al silencio, no se escuchaba nada. Al ratito comienzan a gritar todos, a pedir auxilio. Yo estaba atrapado, porque se me que cayó el rack del sonido en el brazo. No sé cómo, pero pude salir, y cuando salí vi a mis amigos que estaban muertos, Gilda estaba respirando, pero cuando llegó la ambulancia subió sin vida, ya no respiraba. El hijo de ella, Patricio, estaba gritando pidiendo auxilio con las piernas quebradas. Fue el peor momento de mi vida.

Imagino que reponerte de semejante tragedia te costó mucho…

– Justo cuando pasa el accidente, mi hija tenía un año, pensaba en ella, así que quería salir por ella. En el hospital estuve casi un mes internado. Mi viejita vino desde Perú para cuidarme, estuvo conmigo. Estaba muy preocupada. Cuando me vio se tranquilizó, ella pensaba que mi estado de salud era peor. Las noticias llegaron hasta allá, porque Gilda era muy conocida en Perú, incluso habíamos tocado allá.

¿Fue difícil volver a los escenarios?

– Cuando salí del hospital, mi pensamiento era cómo seguir. Me daba miedo, incertidumbre y a la vez tenía la necesidad de trabajar. Así que en octubre y noviembre me puse a tocar en una banda de salsa de unos amigos. Y, en febrero del ’97, entré a tocar con la Nueva Luna.

La Nueva Luna, una banda ya reconocida en el circuito tropical. ¿Ya los conocías?

– Nosotros cuando salimos de gira con Gilda, nos cruzábamos muchos con la Nueva Luna en el interior. Después del ´95, cuando estábamos promocionando sus discos, nos cruzábamos bastante. Sebastián Toledo, el timbalero de La Nueva, es mi vecino. Entonces, hablando conmigo un día me pregunta que tocaba aparte de la trompeta, y cuando nos encontrábamos en las giras nos poníamos a zapar con el Chino y con el Mago, hacíamos ruido, una zapadita (risas). Y ahí empezó la amistad con la banda. Cuando pasó el accidente, Sebastián me fue a visitar y me dijo que el Chino (cantante de La Nueva Luna) me mandó un mensaje diciendo «cuando te recuperes te venís a tocar con nosotros» porque el tecladista se iba. Así que en febrero del ´97 entré, pero a tocar las tumbas por 7 meses hasta que volvió el percu. Cuando vuelve, el tecladista de la Nueva avisó que se iba porque tenía su proyecto. Así que ahí nomás, de las tumbas pasé al teclado.

¿Te gustó vivir esa experiencia con semejante banda?

– Fueron tiempos muy lindos. Estuve desde el ´97 hasta el 2005. Con los chicos la pasamos muy bien. Era todo el tiempo divirtiéndonos entre nosotros. Yo la pasé bien, fue una hermosa experiencia.

Después entrás en Damas Gratis…

– No. En febrero de ese año me voy a tocar con La Rosa y fuimos a tocar a Tucumán. Ahí me crucé con Oscar Belondi de La Repandilla. Nos conocimos y estuvimos hablando. En ese momento, yo le pasé mi teléfono y a la semana me llamó para hacer un reemplazo, porque su trompetista se había enfermado, así que fui de reemplazo y me quedé con Oscar hasta septiembre del 2007.

Ese dato no lo tenía. Entonces, después de compartir escenarios con Oscarcito Belondi, llegó Damas Gratis…

Sí, a Damas Gratis entro en septiembre del 2007. Pablo una vez vino a casa a buscar un material donde yo participé con la trompeta en unos temas estilo colombiano. Y él me dijo «si no tenés nada (trabajo pactado) con la banda, venite conmigo y hacemos los temas colombianos«, los que estaba haciendo él en ese momento. Y un día hablando en el estudio de él, le conté que estaba buscando un grupo fijo y, automáticamente, me dijo «venite con nosotros, avisale al Chino (representante artístico de Damas Gratis) y te quedás con nosotros«, y ahí me quedé con Damas Gratis hasta el día de hoy. Si hoy en día me invitan a tocar una salsa, ya me olvidé como se hace, ya soy cumbiero (risas)«.

¿Qué sentís de formar parte de una banda que recorre todo el continente llenando estadios, festivales y boliches?

Damas Gratis es algo impresionante, es un fenómeno, se escucha en todos lados. La cantidad de gente que va a vernos es mucha. Te soy sincero, la verdad que es lindo sentir la energía de tanta gente. Y nosotros, le damos una alegría a la gente. Por mi parte, doy lo mejor para que la gente se pueda divertir. Tocamos en con muchas bandas, hasta tocamos previo a los Guns N’ Roses. Es impresionante, para mí es una locura. Uno se siente bien de poder transmitir una buena energía a la gente con las canciones.

Tantos años en la música, calculo que ya tocás de memoria el instrumento…

– No, al contrario. Siempre estoy tocando, siempre estoy manteniéndome. La trompeta es un instrumento muy complicado. Todavía creo que me falta mucho. Ojalá pueda seguir aprendiendo muchos más. Yo siento que a mi instrumento no lo conozco tanto. Todos los días sigo estudiando. Técnicas, improvisación. Es un instrumento que me demanda. Tocas una hora y no tenés más aire.

¿Te arrepentiste en algún momento de haber venido a la Argentina?

– Voy a serte sincero… no me arrepiento de nada. Hice lo que me gusta hacer que es la música. Más allá del estilo. Me encanta lo que hago y estoy muy contento. Por sobre todo por mi familia. Tengo mi esposa con la cual compartimos todo, madre de mis 3 hijos y tengo 2 nietos. Y eso me hace muy feliz.

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