MARTES, 26 DE NOV

Néstor Kirchner inédito: la historia relatada por su amigo de toda la vida, José Salvini

A diez años de la muerte del presidente que asumió el 25 de mayo de 2003, Conclusión dialogó con quien se conocía desde tercer grado de la escuela primaria y compartió toda su vida política. Un intercolegial de básquet, andar con gomas lisas en la nieve y el día que le presentó a Cristina pintan su temperamento.

Por Marcelo Chibotta

Transitaba la mañana de 27 de octubre y tanto en los diarios del día como en los noticieros de radios y canales de televisión de toda Argentina, el tema excluyente era la realización del Censo Nacional que se hace cada diez años.

Pero, como retratando su huella en la historia y sin andar con chiquitas, Néstor Kirchner también se las ingenió para ofrecer una nueva sorpresa, la más dramática de su existencia… había muerto.

Mucho se contó y se contará de su historia, pero muy pocas veces desde una voz tan cercana como la de su amigo de toda la vida, José “Pepe” Salvini, quien dialogó con Conclusión y relató anécdotas de diferentes momentos de la relación que comenzó cuando cursaban el tercer grado en la Escuela Nacional de Guatemala de Río Gallegos.

Tras un cambio de escuela de Salvini durante los tres últimos años del primer ciclo lectivo, volvieron a compartir el aula en el primer año de la secundaria: “Volvimos a frecuentarnos y empezamos a participar en el Club Colegial cuando constituimos el primer grupo del mismo”, recuerda Pepe.

Enseguida, y como resonando fresco en su memoria, contó cuando pasada la primera mitad de la década del 60 decidieron organizar “huelgas y movilizaciones”, entre las cuales hubo una marcha al aeropuerto, previa a la llegada del entonces presidente de facto, Juan Carlos Onganía, quien iba a inaugurar la ampliación de la pista de aterrizaje: “Nos fuimos caminando porque nos querían echar a la rectora del colegio debido a que la querían reemplazar por la mujer de un brigadier”.

“Hicimos un petitorio, y de los seis chicos malos que lo firmábamos estábamos Néstor y yo”, recuerda Salvini, para enseguida estimar que “ahí empezó la historia”.

Entre alguna otra anécdota fuera de la política, José Salvini recordó la ocasión en la que por celebrarse “La semana de la Patagonia”, se organizaron torneos de fútbol, básquet y vóley de los cuales ambos participaron aunque en distintos deportes.

“Él jugaba básquet y yo jugaba fútbol y vóley”, retrata, para enseguida acordarse: “Los de la escuela estábamos jugando un partido intercolegial y él estaba en el banco de suplentes. Íbamos perdiendo por un single, estaba por terminar el partido y viene un contragolpe del equipo contrario con el que seguro iban a convertir y ganarnos el partido. Ahí el loco salió del banco y agarró al rival que se iba derecho al aro y le hizo una especie de tackle de rugby”.

“Se armó un desastre porque faltaban segundos y al final terminó todo en un lío”, redondeó.

Más adelante, repasó cuando en los años 1969 y 1970 vivieron juntos en La Plata: “Estuvimos juntos unos meses en calle 1 entre 41 y 42 hasta que él se fue a vivir con otros compañeros. Ahí vimos que éramos muchos santacruceños y nos censamos en el comedor universitario”.

“Éramos unos 80, armamos el centro, él fue el vicepresidente, yo el presidente y lo destacado es que a mayoría de ese grupo participó en política como por ejemplo Freddy Martínez que fue senador nacional por el radicalismo e intendente de Río Gallegos, o Flores que fue diputado nacional”, describió.

Asimismo, expuso: “Empezamos a militar en la JUP en el Centro de Estudiantes, estábamos en plena época del ‘Perón vuelve’, nosotros éramos peronistas de familia, en fin, eso hizo que termináramos militando en plena etapa de la década del 70 hasta que empezamos a notar y a sufrir la situación que se iba comentando en los subterráneos de los compañeros militantes en cuanto a la represión”.

La discreta respuesta después de presentarle a Cristina

En medio del peregrinaje por esos tiempos, Pepe Salvini retrató una situación que se produjo el 24 de diciembre de 1975: “Estaba yéndome a General Madariaga para las fiestas y hacía dos meses que no lo veía. Y aparece en Diagonal 7 y 47 donde yo vivía con un amigo común de Río Grande. Nos tocan el timbre y cuando pregunto quién era me responde ‘yo Pepe’.

“Ahí noto que viene con alguien más – prosigue –  y cuando le abro la puerta de la cocina, porque era una escalera caracol y vivíamos en el primer piso, aparece el loco, con el pelo muy largo, muy flaco, con lentes y con una chica hermosa que era Cristina”.

Seguidamente, el amigo de Néstor Kirchner rememora: “Ahí me la presenta, ahí la conozco, yo me iba a Madariaga, él estaba engripado, con fiebre y le dejo la casa porque andaba medio fugado porque había algunos compañeros de él a los que habían detenido”.

“Ahí les dejo la llave y le digo a Cristina: ‘Tomá esta habitación flaca, dejá el bolso’. Y entonces en ese momento aproveché para preguntarle a él ‘¿Cómo hiciste?’. Ahí me miró, me sonrió y no me dijo nada”.

Inmediatamente completa: “Así fue que me fui, pasaron unos meses, yo me volví a Río Gallegos a principios del 76 preocupado porque estaba todo muy feo y justo antes del golpe pido el pase y me voy a trabajar al Banco de Santa Cruz”.

“En ese tiempo se casa, se recibe y en esa época nos dejamos de ver hasta que nos volvimos a encontrar en Gallegos, cada uno haciendo su vida, yo en el banco y él en el estudio. Ahí nos veíamos permanentemente, hablando de política, tomando mate hasta que viene la apertura democrática en 1983”, redondeó.

¿Cómo empezaron a transitar la etapa política a partir de ese tiempo?

— Él crea el Ateneo Juan Domingo Perón y yo creo la Unidad Básica Juan Perón con otros compañeros. Ahí arrancamos, juego muy fuerte con Arturo Puricelli como candidato a gobernador, él con su agrupación pone un candidato a intendente que es un tío y con mi grupo ponemos otro candidato. Ganamos nosotros la intendencia con el hijo de Jorge Cepernic y la gobernación con Puricelli. Ahí hacemos la renovación, teníamos un promedio de 31 años, llevamos a todos y desde ahí el peronismo no perdió nunca más una elección. Fui secretario general de la cámara de diputados en el 83 y después fui secretario del interior mientras él fue presidente de la Caja Previsional un par de meses hasta que se peleó con Puricelli y quedó afuera hasta el 1987, cuando se presentó como candidato a intendente y gana, con muy pocos votos pero gana.

¿Qué lo caracterizaba a la hora de hacer campañas?

— La polenta, la polenta… militaba todo el día y a pesar de que estábamos en distintas agrupaciones seguíamos charlando de política. Era una máquina, máquina, máquina, máquina… Cuando él empezó la intendencia fui diputado provincial con Cristina y después, en 1989, nace el Frente para la Victoria, que fue cuando creamos el espacio para disputar la gobernación con Néstor. Como yo caminé mucho el interior de la provincia de Santa Cruz, mi función en la candidatura de él fue recorrer la provincia porque él no había salido de Gallegos todavía.  No le tenía miedo a nada, andaba a cualquier hora con gomas lisas, con un Falcon con tracción trasera en plena nieve en plena escarcha. En ese tema era un irresponsable total, en esas cosas y con el afán de recorrer y andar, le ponía horas y horas.

¿Y algún recuerdo de un caso concreto?

— Una vez fuimos al cierre de campaña a El Calafate, había nevado mucho y andábamos con el Renault 12 rojo de él, y de golpe y porrazo en una subida un camión nos hace señas de luces como avisándonos de algo. No se veía en la subida y cuando llegamos arriba vimos que había quedado un zanjón importante dentro de la nieve en una bajada y entonces los tres que veníamos con él nos bajamos a inspeccionar el lugar mientras él se quedó en el auto. Veíamos de pasar por el costado, con mucho cuidado porque si no se nos iba a quedar el coche, y cuando estábamos en plena teoría de eso, escuchamos una acelerada y el loco que se mandó, nosotros estábamos a los costados y naturalmente el coche se calzó. ¿Qué se nos ocurrió con los amigos?, sacar un tramo del guardarraíl y ponerlo delante de las ruedas. Teníamos nada más que una tenaza y una pinza y no sé cómo lo sacamos, lo calzamos con las ruedas en dirección al borde de donde pasaba el viento que por eso tenía menos nieve y se podían agarrar las ruedas porque el auto tenía tracción delantera. Lo pusimos en la punta del gardarraíl a Néstor, se agarraba de nosotros y lo hacíamos saltar para que vaya calzando más adentro de la rueda y ahí pudimos seguir. Esta historia famosa muestra lo ansioso que era para llegar a algún lado.

¿Cómo concebía Néstor la construcción del poder?

— Era de todos los días, él llamaba, me llamaba, decía que había que llamar a fulano de tal, no teníamos cuestionamientos de la ideología por la ideología misma y todo lo que podíamos incluir dentro de nuestro proyecto, era bienvenido. Para nosotros era una construcción con el objetivo de mejorar la provincia. Y era todo persuasión, inclusive trajimos a un intendente radical.

Y alguna vivencia que te tocó vivir a vos con él mientras gobernaba?

Ya era presidente, yo formaba parte del equipo de asesores presidenciales y le pedía un despacho… Resulta que yo había recorrido todo el país durante la campaña y tenía que atender a tantas personas que había conocido y le pedía un despacho porque no tenía uno dentro de la Casa Rosada. Un día estaba charlando con unos compañeros en el bar Victoria que está frente al Cabildo, me suena el celular, era el Edecán y me dijo: “Doctor Salvini, el presidente quiere hablar con usted”. Ahí le contesté: “Bueno, dígale que estoy afuera y en diez minutos llego». El edecán enseguida me dijo: “No, no, quiere hablar por teléfono”. Me lo pasa y Néstor que nunca preguntaba ¿cómo andás?, me preguntó lo de siempre: “¿Qué estás haciendo?”. Entonces le dije que estaba en la confitería hablando con compañeros y me pregunta por qué estaba ahí: “¡Y!… ¡Estoy acá porque no tengo un lugar físico para atenderlos!”. “¿Y cómo no tenés un lugar físico?”, me preguntó y le contesté:  “¡Ya  te dije, no tengo lugar físico, no me asignaste una oficina y tengo que salir para atender a los compañeros!”. Enseguida, medio caliente le dije que yo parecía un estúpido y al momento me contestó: “Estúpido soy yo que soy el presidente y te estoy buscando”. Así era él, siempre embromando con aspereza.

¿Y que otra situación podés contar más allá de la política?

— Una vez fuimos, por ser los dos hinchas de Racing, a un partido contra Estudiantes. Estábamos en un grupo de varios, y en una de esas me codea y me dice: “Mirá, Chiquito Bossio está dejando el arco y va a ir a cabecear al área nuestra”. Chiquito salió corriendo y ahí me hace el comentario: “Ahora de contragolpe le hacemos el segundo”. Viene el centro, Bossio pega un salto y mete un cabezazo y nos empatan… A partir de ahí me dijo que yo era el yeta… siempre me embromaba diciendo “Salvini lo único que hizo bien fue jugar al fútbol y después nada más”.

¿Tenés algún recuerdo de cómo se manejaba con mandatarios de otros países?

— Me asombró la simpleza para atender a los reyes de España en Rosario, era muy simple, todos les hacían reverencia y él se quedó parado como un granadero.

— ¿Quien se fue aquel 27 de octubre?

— Un amigo, un hombre obsesivamente caminador, de mucha memoria, muy inteligente, que con el tiempo se hizo un gran especialista en ver los tiempos de la política, los momentos para ver hasta dónde ir, hasta dónde avanzar, hasta dónde retroceder. Eso lo fue adquiriendo en muy poco tiempo. Por eso digo que de 2003 al 2005 fue maravillosamente inteligente porque pasamos de un 22 por ciento al cincuenta y pico para poder legitimar nuestro gobierno que había nacido muy débil porque la no participación de Menem en el balotaje fue prácticamente un golpe de Estado que tuvimos que superar.

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