Nigeria más allá de Boko Haram
En la última semana, la atención de las principales agencias de noticias del mundo se volvió hacia Nigeria para dar cuanta de nuevas acciones del grupo armado Boko Haram. Sin embargo, los profundos problemas políticos y económicos del país africano preceden por décadas al surgimiento de esta organización en 2002.
- Internacionales
- Ene 9, 2021
Foto: Reuters.
Por Ángel Horacio Molina
Nigeria cerró el 2020 con una serie de nuevas acciones de Boko Haram, que van desde el secuestro de más de trescientos estudiantes al asesinato de once guardias de frontera por medio de minas terrestres. El 2021 no empezó mejor; en el primer lunes del año se dio a conocer la noticia del secuestro de un funcionario del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), por parte de la misma organización.
Pero Boko Haram no es el origen de los problemas nigerianos. Como buena parte de los grupos armados que adoptan un discurso “islámico” y antioccidental, puede ser analizado como el producto de un estado fragmentado cuyos recursos han sido saqueados durante décadas.
De colonia a Estado débil
El actual territorio nigeriano quedó, desde 1886, bajo la órbita británica a través de la Compañía Real de Níger, quien luego transfirió los territorios que controlaba directamente al gobierno de la metrópoli, convirtiendo a Nigeria, primero, en un protectorado (1901) y, posteriormente, en una colonia (1914).
Las políticas implementadas por la administración colonial sentaron las bases de toda una serie de conflictos que agobiarán al país en las décadas posteriores. Los británicos fomentaron el enfrentamiento inter-étnico y la división religiosa, introduciendo el cristianismo protestante en el sur y favoreciendo política y económicamente a una elite occidentalizada. El educador y académico nigeriano Babs Fafuna denunciaba con dureza la propuesta británica afirmando que: “Para los británicos el ‘buen ciudadano nigeriano’ era africano por sangre, cristiano en cuanto a religión y culturalmente británico”.
Los enorme recursos petroleros descubiertos en Nigeria hicieron que Gran Bretaña se aferrara a su colonia hasta 1960; para entonces se trataba ya de un territorio codiciado por las empresas petroleras occidentales, y los capitales británicos (con Shell a la cabeza) se habían garantizado, antes, posiciones de privilegio para la extracción de este recurso.
La Nigeria “independiente” era un Estado que intencionalmente nacía debilitado: a las disputas entre etnias (250 aproximadamente) se sumaron las diferencias religiosas con un sur mayoritariamente cristiano (poseedor de los mayores recursos petroleros) y un norte principalmente musulmán (relegado y empobrecido). Desde 1960 el país ha conocido cuatro golpes de Estado y un importante intento de secesión en 1967 en Biafra (región sudoriental del país) que mantuvo su proyecto de separación de Nigeria hasta 1970. El conflicto en Biafra explicitó los dos ejes problemáticos más importantes: las disputas entre etnias (fomentadas antes por el poder colonial y ahora por las apetencias comerciales extranjeras) y el control de la zona petrolera.
Manteniendo pobre a un país rico
A pesar de que Nigeria es el mayor productor de petróleo en el continente africano, y el Delta del Níger la más grande región petrolera en tierra firme, el 70% de la población nigeriana vive bajo el umbral de la pobreza y la deuda externa supera el 90% del producto interior bruto. Se calcula que el ochenta por ciento de las riquezas que provienen del petróleo queda en manos del uno por ciento de la población y las mayores ganancias salen del país hacia las arcas de las compañías petroleras extranjeras. Basta con revisar el mapa de concesiones de exploración y explotación petrolera otorgadas por el gobierno nigeriano a las empresas privadas (tanto en el Delta del Níger como en su mar territorial) para comprender la magnitud del expolio.
En este contexto, los primeros años del Siglo XXI verían el surgimiento de dos organizaciones político-militares de distinta índole: Boko Haram, en la región nor-oriental del país (que llama a combatir al Estado y la corrupción desde la recuperación de valores “islámicos”) y el Movimiento para la Emancipación del Delta del Níger (MEND) en las zonas petroleras del sur (que se opone al gobierno en ‘defensa de los derechos de las comunidades nativas’).
La espectacularidad de las acciones de Boko Haram y la adhesión del mismo al proyecto del Estado Islámico en 2015 le ha permitido al gobierno nigeriano fortalecer las medidas represivas contra la oposición política bajo la excusa de la “lucha contra el terrorismo”. Con la anuencia de sus aliados occidentales, Nigeria criminalizó especialmente a la oposición islámica no violenta encabezada por el Sheij Ibrahim Yaqub Al Zakzaky (secuestrado por el gobierno en 2015) y representada en el Movimiento Islámico de Nigeria.
Nigeria como espacio de disputa
Las noticias esporádicas sobre Boko Haram, que se concentran sólo en sus acciones delictivas, ocultan los orígenes de un conflicto cuyas raíces se remontan a la administración colonial y que se mantiene gracias a la acción de las potencias que se disputan los recursos del país.
Estados Unidos, China y Francia se enfrentan en el continente africano (especialmente en el Sahel y el África subsahariana) tanto de manera directa en términos comerciales, como militares por medio de gobiernos afines, organizaciones armadas, traficantes y mercenarios. Nigeria, la segunda economía del África Subsahariana después de Sudáfrica y con un PIB superior al de todos los países de la zona unidos, es uno de los botines más codiciados por los tres países señalados.
La debilidad del Estado nigeriano y la corrupción de su dirigencia permiten, por un lado, que sus recursos sigan siendo explotados a costa de la calidad de vida de la población local y en beneficio de los capitales extranjeros y, por el otro, convierten al país en un escenario propicio para las actividades criminales más diversas (lavado de dinero, tráfico de drogas, armas y diamantes, secuestros, etc.); mientras que las acciones de Boko Haram son utilizadas como excusa para criminalizar a la oposición y desatar contra ella toda la fuerza de un aparato represivo alimentado por los Estados Unidos y sus aliados.
En el caso de Nigeria, como se puede apreciar, lo que se debe conocer para entender el conflicto se encuentra ausente en el recorte, sin contexto alguno, que realizan las principales cadenas de noticias de esta parte del mundo.