Un cometa llamado Xul Solar
Por Rubén Alejandro Fraga
- Opiniones
- Dic 14, 2015
“Qué raro que la gente piense que es mejor creer en un solo Dios. Es un error. Si Dios es bueno, conviene que haya muchos dioses. Cuantos más dioses, mejor”. La frase, dicha cierta vez a su amigo Jorge Luis Borges, es de Xul Solar, el polifacético, esotérico y autodidacta artista de cuyo nacimiento se cumplen hoy 128 años. Pintor, dibujante, astrólogo, inventor, metafísico, músico, lingüista, titiritero, arquitecto, diseñador, mago, creador de un mundo plástico inclasificable, cruzado por enigmas cabalísticos y secretos esotéricos, Xul fue un personaje clave para la cultura de Buenos Aires.
Pasó por la historia del arte argentino como un cometa. No tuvo antecesores ni dejó discípulos. “Pero limitar a Xul Solar al espacio del arte sería empobrecerlo. Xul se sale de la pintura por todos los costados”, señaló el escritor, abogado y periodista Álvaro Abós, autor de la biografía Xul Solar. Pintor del misterio (Sudamericana, 2004) en la que, haciendo eje en esa cualidad polifacética, trata de explicar la diversidad en la formación, los saberes religiosos y profanos de Xul así como en las fuentes de su fabulosa creación artística. “Múltiple fue también el ser humano Xul, un hombre a la vez carismático y reservado, universal pero inconfundiblemente argentino”, sostiene Abós.
Y el propio Xul Solar decía de sí mismo: “Soy campeón del mundo de un juego que nadie conoce todavía: el Panjuego; soy maestro de una escritura que nadie lee todavía; soy creador de una técnica, de una grafía musical que permitirá que el estudio de piano, sea posible en la tercera parte del tiempo que hoy lleva estudiarlo. Soy director de un teatro que todavía no funciona. Soy el creador de un idioma universal: la Panlengua, sobre bases numéricas y astrológicas, que contribuirá a que los pueblos se conozcan mejor. Soy creador de doce técnicas pictóricas, algunas de índole surrealista y otras que llevan al lienzo el mundo sensorio, emocional que produce la escucha de una audición musical”.
Un personaje singular
Oscar Alejandro Agustín Schulz Solari nació el miércoles 14 de diciembre de 1887 en la localidad bonaerense de San Fernando, a las 11.20 de la mañana, en un día de sol radiante. Este último detalle fue anotado por una tía en su diario en un impulso premonitorio de que los astros y ese niño estaban ya relacionados por un destino sin secretos. Era hijo del ingeniero letón de origen alemán Emilio Schulz Riga y la italiana Agustina Solari, y se rebautizó a sí mismo, en el arte, como Xul Solar, por adaptación de sus dos apellidos: el Schulz se convirtió en Xul y el Solari en Solar. Desde joven se interesó por la literatura, la música y la pintura. Estudió violín y piano y a los 22 años comenzó a escribir poesías.
Luego de cursar dos años de la carrera de arquitectura en la Universidad de Buenos Aires, e iniciarse en el arte sin maestros, Xul, a los 25 años de edad, se embarcó rumbo a Londres. Así, entre 1912 y 1924 deambuló por un viejo continente convulsionado por revoluciones, estéticas, políticas y sociales, incluida una guerra sangrienta. Se empapó de arte antiguo y nuevo, frecuentó la vanguardia parisina de Picasso, Apollinaire y Modigliani.
Xul paraba en Zoagli, un pueblito de la Riviera Lígure, pero vivió largas temporadas en París, en Florencia, en Londres, en Munich, a veces en compañía de otro joven que sería un argentino universal: Emilio Pettoruti. En 1916, durante su estadía en París, adoptó su nombre artístico y conoció a Paul Klee. Pettoruti y Xul regresaron juntos a la Argentina en 1924. A su regreso al país, Xul se relacionó con los escritores que batallaban por la revolución estética, por lo “nuevo”, entre quienes estaban Macedonio Fernández, Victoria Ocampo, Oliverio Girondo, Norah Lange y Evar Méndez. Y formó parte de la revista Martín Fierro (1924-1927) donde trabó amistad con Jorge Luis Borges y Leopoldo Marechal.
Creador de cosmogonías
Entre Borges y Xul nació de inmediato una amistad singular, plena de mutua admiración. Personaje excéntrico, versado en religiones, en astrología, ciencias ocultas, idiomas y mitologías, Borges contribuyó a que se lo conociera, exaltando su figura singular, antes que su obra. “Xul era el hombre más capaz de amistad que he conocido. Creo que le debo quizás las mejores horas de mi vida, leyendo y discutiendo, y, sobre todo, dejándome enseñar por él”, recordó Borges en la conferencia que dictó en septiembre de 1980 en la Fundación San Telmo. Y Leopoldo Marechal creó para él al personaje del astrólogo Schultze en su novela Adán Buenosayres.
Además, sus amigos martinfierristas se encargaron de divulgar que era inventor de una panlengua, que de algún modo reflejaba todas las lenguas de la Tierra –proposición del idioma universal superior al esperanto en su estructura y musicalidad–, y del neocriollo, una lengua para América latina –con palabras, sílabas, raíces de las dos lenguas dominantes: el castellano y el portugués–. También inventó un panajedrez, en el que las casillas convencionales eran más y se relacionaban con las constelaciones y los signos zodiacales. Se trata de un ajedrez de doscientas piezas, hechas de palo de escoba y convertida en objetos bellísimos, que juegan en un tablero de doce cuadros por lado. Las piezas responden a cuerpos y seres astrológicos para que se aprenda astrología como consecuencia inevitable de la distracción. Según Borges, Xul había creado varias cosmogonías en una sola tarde.
Borges y el Panjuego de Xul Solar
El autor de El Aleph e Historia universal de la infamia escribió sobre el juego total inventado por su amigo Xul Solar: “El Panjuego, era un juego que era muchísimas cosas a la vez; años después de la muerte de Xul Solar leí un libro en el cual se juega un poco, con mucha timidez y demasiada amplitud, con demasiada extensión, con esa idea de un juego universal, pero se ve que el autor está aludiendo a la música simplemente; en cambio, el juego de Xul estaba hecho de tal modo que, al hacer una jugada, uno al mismo tiempo fijaba un horóscopo, componía un verso, decía palabras en uno de los dos idiomas inventados por él, es decir, el jugador era un dios múltiple. Ahora, yo nunca entendí ese juego, porque el pensamiento de Xul siempre iba dejando atrás la explicación del juego. Él daba una explicación, digamos, de tal regla del juego; cuando uno la había entendido, cuando yo la había entendido con mucha dificultad, porque soy de pensamiento lento, entonces ya Xul había ido más adelante y había modificado lo que acababa de enseñarme; entonces me comunicaba esa modificación, pero esa modificación la dejaba atrás también enseguida; así creo que nadie llegó a jugar al Panjuego, ni siquiera Xul, porque siempre estaba en vísperas del juego definitivo”.
Un aventurero espiritual
La pintura de Xul Solar es fantástica, antes que surrealista, como a veces se la definió. Pletórica de poesía, espiritualista, refractaria a lo racional y en la que casi nunca estaba ausente el humor. En todas sus creaciones aflora siempre una enorme frescura de espíritu, una notoria intención de asombrarse y divertirse, así como de asombrar y divertir a los otros. Cuerpos, máscaras, astros, cúpulas, ojos, banderas, escaleras, edificios, figuras precolombinas, signos de todas las religiones, flotan en el espacio, sin apoyatura. Recuerdan al arte primitivo rupestre y sugieren la realidad como una serie de visiones sin tiempo ni espacio.
Es imposible estimar cuántos cuadros pintó Xul, pero quizás rondan los mil. Sin embargo, expuso poco en vida, ya que puso toda su energía en la obra y no en la difusión. Al respecto, Abós destaca que Xul fue un aventurero espiritual: viajó por el mundo, por las religiones, el ocultismo, los lenguajes, la música y la invención.
Lo había iniciado en el esoterismo uno de los ocultistas más populares y controvertidos, el inglés Aleister Crowley (1875-1947) conocido como “la Bestia”, cuya faz ilustró a comienzos de la década de 1960 la tapa de un álbum de Los Beatles, lo que llevó a su redescubrimiento.
En esa senda, Xul Solar estudió la Cábala, el Corán, I Ching, el Tarot, las leyendas celtas y la Edda Mayor así como las fuentes del hinduismo y del budismo. Leyó a los grandes autores de la literatura mundial cuya obra se relacionaba con las enseñanzas herméticas, desde Dante Alighieri, el autor de la Divina Comedia, jefe de la asociación templaria Fede Santa, a William Blake. Pero también frecuentó a Swedenborg, Milton, Goethe, Narval, Poe, Baudelaire, Mallarmé. Además se interesó en los cultos de la América precolombina. “Cuanto más sé, más quiero saber”, confesaba.
Xul Solar murió el martes 9 de abril de 1963, en su casa del Delta del Tigre, sobre el río Luján. Se definía simplemente como “catrólico” –o sea católico y astrólogo– y dicen que no le daba mayor importancia a la muerte ya que creía en la reencarnación.
Luego del fallecimiento de su amigo, Borges se encargó de dejar en claro su admiración por Xul Solar en numerosas conferencias, reconociéndolo como un hombre de genio que llegó a dominar unos veinte idiomas. “Hombre versado en todas las disciplinas, curioso de todos los arcanos, padre de escrituras, de lenguaje, de utopías, de mitologías, huésped de infiernos y de cielos, autor panajedrecista y astrólogo, perfecto en la indulgente ironía y en la generosa amistad, Xul Solar es uno de los acontecimientos más singular de nuestra época”, sostuvo Borges. Y señaló sobre su obra pictórica: “Sus pinturas son documentos del mundo ultraterreno, del mundo metafísico en que los dioses toman las formas de la imaginación que los sueña. La apasionada arquitectura, los colores felices, los muchos pormenores circunstanciales, los laberintos, los homúnculos y los ángeles inolvidablemente definen este arte delicado y monumental”.
Preguntado una vez si tenía algún cuadro de Xul, Borges recordó: “El primer sueldo que cobré en Crítica, que era entonces de cincuenta pesos, lo destiné para comprar un cuadro de Xul. Él los vendía a cien, pero me lo rebajó a la mitad”.