Fumigar y fusilar, la peligrosa demostración de poder del agronegocio de Pergamino
Días atrás en la capital de la soja una escuela fue fumigada mientras se dictaban clases, por otro lado, un productor agrícola ganadero no dudó en sostener que habría que fusilar a la vicepresidenta y sus hijos. La opulencia de un sector que sigue exigiendo una Argentina para pocos, sigue jugando políticamente utilizando sus rancias herramientas.
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- Sep 25, 2022
Por Alejandro Maidana
Con la prepotencia que los caracteriza, el campo que no alimenta pero que claramente concentra, envenena, especula y empuja sistemática devaluaciones y desestabilizaciones, volvió a pasear impúdicamente su falta de prejuicios en el corazón sojero del país. Si bien no es novedad que aquellos que ostentan el poder económico manifiesten su violencia sin prejuicio alguno, preocupa la ausencia de límites del sector.
Las últimas semanas, álgidas, por cierto, no hicieron otra cosa que profundizas la disputa cultural imperante en nuestro país. Un enfrentamiento en carne viva donde las ideas sobre qué país necesitamos, siguen chocando de frente mientras la realidad escabrosa que transita el laburante, continua su rumbo frenético hacia el cadalso de los sueños rotos. El modelo productivo y su paquete tecnológico, los commodities y la tierra concentrada en pocas manos, un combo explosivo que busca ponerle fecha de caducidad a la agricultura familiar.
Si bien los encontronazos dialecticos e ideológicos en la República de la soja suelen darse con asiduidad, el intento fallido de asesinato a la vicepresidenta de la Nación Cristina Fernández de Kirchner, le abrió las puertas a viejos fantasmas que no dudaron en poner nuevamente en jaque a una democracia que sigue en deuda con los de abajo, pero que ha sabido hacer buenas migas con los de arriba. Mientras que la población consciente no dudó en salir a repudiar el deleznable suceso, una porción minoritaria y reaccionaria, celebró la manifestación de odio visceral que se gestó desde los medios dominantes y caló hondo en las subjetividades permeables de quiénes consideran que los enemigos visten el uniforme de los partidos populares.
Envenenar el presente para condicionar el futuro
La batalla sin dudas es cultural, y allí las herramientas exhibidas demuestran a las claras una desigual correlación de fuerzas que obliga al sector menos beneficiado a rever de manera sistemáticas las estrategias. En esta oportunidad, y si bien el recorrido de Conclusión ha sido amplio en torno a visibilizar los impactos del modelo, la desidia nos lleva nuevamente a la ciudad bonaerense de Pergamino, núcleo duro del agronegocio. Allí días atrás una fumigación terrestre atropelló nuevamente los derechos básicos que rigen en la Constitución Nacional, con el agravante de que los damnificados han sido las y los niños.
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“En Pergamino volvieron a fumigar a nuestros chicos, volvieron a violentar sus cuerpos con veneno. Estando presentes como bandera cómplice la autoridad de control de aplicaciones de agrotóxicos, ingeniera del municipio, cuidando a los envenenadores en pleno horario escolar y con viento a favor de la escuela. Cabe destacar que sin barreras forestales que amortiguaran el impacto, sin ningún escrúpulo, con la impunidad de siempre avalados por el intendente Javier Martínez”, le dijo a Conclusión Sabrina Ortiz, vecina e integrante de Naturaleza de Derechos.
A Sabrina Ortiz las enfermedades catapultadas por el modelo productivo actual, han atravesado de manera constante a su familia, impulsada por la imperiosa necesidad de enfrentar la desidia, decidió continuar con la carrera de derecho y hoy es abogada. “Una vez más nos envenenaron a todas y todos, eso es lo que siento, mataron nuestro derecho a ser sanos, a respirar aire limpio, nuestro derecho a vivir. Porque así es, nos enferman y nos matan haciendo convenios con el agronegocio, protegiendo todo tipo de acto que atente contra nuestra salud, a cambio del sucio dinero. Se siente otra vez ese dolor de la indiferencia, la ignorancia, la corrupción, la avaricia, la complicidad y la desvaloración de la vida de otros”.
Cuando el estado municipal en lugar de cumplir con la obligación de velar por los derechos de los habitantes del lugar, se erige de adlátere de los productores y las corporaciones. “Que nos diga el señor intendente, cuánto vale la vida de nuestros hijos. Para ellos una hectárea vale más que cada niño enfermo, que cada persona con cáncer, vale más que todo. Es muy triste vivir en una ciudad que no se levanta ante estas cuestiones tan sensibles, donde en cada 8 manzanas hay 53 casos de cáncer, niños con malformaciones, con diálisis, infertilidad a mansalva, autismo en innumerables casos, peritos que confirman toda esta relación que existe entre la exposición a los agrotóxicos y las nombradas enfermedades. En Pergamino tenemos 19 agrotóxicos en el agua de red a cargo del municipio, daño genético producido por los mismos venenos ¿Qué más necesitamos para que paren de Fumigarnos? Estoy muy angustiada y también enojada. Nos arrebatan lo más preciado, acá, en el núcleo sojero, donde el motor de la economía es el campo, donde mueren muchos y otros enferman por la misma causa”.
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En la ciudad de Pergamino todo está concatenado, unido a través de una misma médula, allí el agronegocio es el máximo titiritero de los días de quienes resisten a duras penas, y de aquellos que aún no han tomado la verdadera dimensión de la peligrosidad de estas prácticas agrícolas y su paquete tecnológico. Este sector, a través de su conocida práctica patoteril e impiadosa, también se manifestó de una manera sumamente explícita sobre la figura de la vicepresidenta de la nación. Una relación siempre tirante que vio profundizada sus diferencias después del Proyecto de Ley de Retenciones y Creación del Fondo de Redistribución Social fue anunciado el 17 de junio de 2008 creado en aquel entonces por Martín Lousteau, un nombre que suele permanecer oculto a la hora de encontrar “responsables” de la profundización de la grieta entre el kirchnerismo y el sector más concentrado del campo.
Fusilar las ideas como «herramienta política”
Previo al atentado contra la vida de Cristina Fernández de Kirchner, un productor agrícola ganadero de Pergamino no titubeó en grabar un video que rápidamente se hizo viral. En el mismo, Román Gutiérrez en su cuenta de la red social Twitter espetó lo siguiente: “Ahí los tienen a los negros planeros hijos de mil p… defendiéndola a la cara de v…, la conch… hija de mil p…, hay que fusilarla a ella y a todos estos hijos de mil p… también”.
Acción seguida, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti, denunció penalmente al productor agropecuario y ex candidato a concejal de la ciudad bonaerense de Pergamino por Juntos x por el Cambio por publicar este video en el que llamó a «fusilar» a la vicepresidenta. Los procesos virulentos en nuestro país se manifiestan cíclicamente, pero explicitan un dato no menor, los actores se repiten de uno y otro lado abonando a una grieta que, de Rivadavia a esta parte, se vio agigantada.
La idea de una Argentina para tan solo un puñado de privilegiados, viene ocupando la agenda del poder económico, de quienes ostentan la tierra y por ende la producción. Un tire y afloje que lleva largas décadas de una disputa política que incluso, lejos estuvo de ahorrar sangre a la hora de imponer sus reglas de juego. Mientras que la descontrolada evasión impositiva sigue su curso desenfrenado, el dólar soja asomó como paliativo para que los especuladores, latifundistas, puedan desprenderse de sus cosechas, muchas veces utilizadas como ariete desestabilizador y devaluador.
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Mientras que la agricultura familiar resiste a duras penas la imposición del juego del agronegocio, quienes nunca han abandonado los privilegios que les otorga le modelo, siguen erigiéndose como los titiriteros de un teatro de operaciones cada día más complejo.
La disputa cultural debe darse en todos los planos, como la intentaron dar Rivadavia y San Martín, entre tanto otros a lo largo y ancho de una historia que, hasta el día de la fecha, sigue imponiendo la línea redactada por la clase dominante. Debemos repetir una y otra vez así nos parezca estar reproduciendo un mantra, que Argentina no produce alimento para para 400 millones de personas, produce bienes transables, commodities que se van al mercado extranjero mayoritariamente para saciar animales. Poder torcer el paradigma productivo, nos ayudaría definitivamente a torcer el paradigma cultural, para de esa manera, estar mucho mas cerca de la construcción de una república para todos en donde la felicidad sea patrimonio de todos, y no solo de unos pocos.