DOMINGO, 03 DE NOV

La Plata vibró al ritmo de una inolvidable noche Stone

Dos horas y media de show y más de 19 temas interpretados son el saldo de una noche que, con el tiempo, será recordada como mítica, por la intensidad y calidad del show y por la comunión lograda con el público. 

La legendaria banda británica The Rolling Stones renovó anoche su idilio con el público argentino con un  contundente show en un colmado Estadio Único de La Plata, en el que el grupo dejó en claro que se trata del mayor espectáculo que pueda brindar el rock mundial.

En lo que fue el primer recital de una serie de tres que planean realizar en esta cuarta visita al país, en el marco del América Latina Olé Tour 2016, “Sus Satánicas Majestades” desplegaron 19 canciones, a los largo de casi dos horas y media, en una verdadera seguidilla de clásicos que se resignificaron a partir de vibrantes interpretaciones.

Ocurre que el combo integrado por Mick Jagger, en voz; Keith Richards, en guitarra; Ron Wood, en guitarra; y Charlie Watts, en batería; se mostró en un nivel superlativo en el aspecto musical, no sólo por su potente y aceitado sonido, sino también por los riesgos asumidos sobre todo a la hora de incursionar en largas zapadas, como sucedió por ejemplo a la hora de interpretar “Midnight Rambler”.

En este sentido, el grupo reposó sobre el bajo de Darryl Jones, mezcla de contundencia y sutileza; los teclados del virtuoso Chuck Leavell y Matt Clifford; los vientos de Tim Ries y Karl Denson; y los coros de Bernard Fowler y Sasha Allen.

Además de echar mano a un repertorio que mantuvo a la audiencia en un estado de euforia permanente, la mítica banda acompañó su show con una impactante puesta de luces y una escenografía más sobria que la presentada en sus anteriores visitas pero igualmente impactante, con pantallas gigantes en el centro y a ambos lados del escenario.

A las 21.10 y luego de que se proyectaran imágenes que aludían a esta nueva gira encarada por el grupo, Keith Richards, vestido de negro, disparó los primeros acordes de la introducción de “Start me up” y desató una fiesta que podía ser palpada desde muy temprano, tanto dentro como en los alrededores del estadio.

El gran maestro de ceremonias, como de costumbre, fue Jagger, muy comunicativo con el público, quien, desde su ingreso a escena vestido de negro con un saco verde brillante, inició sus típicas performances, con sus tradicionales pasos de baile.

En un esfuerzo por hablar en castellano, el vocalista destacó que era su “primera vez” en La Plata, bromeó sobre lo lejos que quedaba de la Ciudad de Buenos Aires, contó que disfrutó de un show de tango y festejó que Watts “paseó por la Costanera y comió un choripán con chimichurri”.

La seguidilla inicial fue demoledora con “It’s only rock and roll”, “Tumbling Dice” y la misteriosa e intensa “Out of control” en donde la banda se olvidó por un rato de toda la parafernalia que rodea a sus shows y se concentró en brindar una de las más brillantes interpretaciones de la noche.

Para esa altura ya resultaba casi imposible contabilizar los diferentes cambios de vestuario de prácticamente todos los miembros del grupo, excepto el sobrio Watts, quien permaneció todo el show con una remera blanca.

“And the winner is…”, dijo Jagger antes de interpretar “Street fighting man”, la canción votada por el público a través de las redes sociales (entre las opciones estaban “Let it bleed”, “Live with me” y “Doom & gloom”) y pareciera haber sido una elección adecuada, sobre todo al escuchar los intercambios de ráfagas de guitarra entre Richards y Wood.

La imagen de una joven Angelina Jolie apareció en la pantalla para indicar que era la hora de “Anybody seen my baby” y todo pareció retrotraerse a 1998, cuando se produjo el segundo desembarco Stone en el país y esta canción sonaba en la radios a modo de promoción de “Bridges to Babylon”, el nuevo lanzamiento discográfico de entonces.

La emotividad se apropió del estadio con la bella y bucólica “Wild Horses”, mientras los coristas Bernard Fowler y Sasha Allen bailaban un lento; aunque el relax duró poco porque, acto seguido, unas pocas notas con aires orientales y el beat furioso de Watts anunciaron que era el turno de la hiperfestejada “Paint it black”, para luego dejar paso a “Honky Town women” y su clásico riff inicial que podría ser presentado como el ejemplo más acabado de cómo debe sonar un buen rock.

Tras esta andanada de hits, Jagger presentó a los miembros de la banda, que de a uno iban desfilando por la pasarela que trasladaba al centro del estadio, salvo Watts que, entre el vértigo y la timidez, apenas avanzó uno pasos desde su batería, sin que eso le impidiera ganarse una ovación.

En tanto, Wood se divertía paseando por el escenario esa imagen que lo convirtió desde su ingreso a la banda en 1975 en la quintaesencia de cómo debe ser el look stone.

Párrafo aparte merece Richards, sin duda uno de los íconos vivientes más grandes que dio la historia del rock mundial, quien debajo de esa coraza de viejo pirata que lleva implícita largas noches de rock y vicios, deja traslucir una dulzura irresistible.

El legendario guitarrista, unas de las figuras más queridas y queribles del mundo del rock, tuvo su momento cuando, luego de la ovación más larga que uno pudiera imaginar y casi al borde del ataque de risa por la felicidad que le esto le provocó, se apropió del centro de la escena para interpretar “Can’t be seen with you” y “Happy”.

“Los amo de verdad. Son realmente una gran audiencia”, dijo un Richards feliz, que le dio un tono especial a estas frases, como para evitar que por sencillas y trilladas estas palabras perdieran su sentido real.

La armónica de Jagger, el “Dorian Gray” del rock, indicó el comienzo de la citada “Midnight rambler”, en donde el grupo se reconectó con su esencia blusera, en una larga versión que pasó por diversas rítmicas y contó con largas improvisaciones en las guitarras.

Con “Miss you”, el estadio se convirtió en una gran pista de baile y con la intensa “Gimme shelter” el espíritu de los convulsionados últimos años de la década del ’60 se hizo presente.

Para el final, la fiesta stone fue llevada al extremo en una sucesión de éxitos que dejaron sin respiro al público. El inicio del fin lo marcó la festejada “Brown Sugar” y luego, todo se tiñó de rojo y las pantallas comenzaron a mostrar mandalas, cruces y hasta la cara del mismísimo Lucifer, para darle paso a “Sympathy for the devil”.

“Jumping Jack Flash” ofició de falsa despedida, y un coro marcó el regreso al escenario para los bises con las estrofas de “You can’t always get what you want”, tema que fue ganando en intensidad hacia el final, lo cual dejó el terreno listo para que “Satisfaction” pusiera el broche de oro.

Un concierto de luces y el despliegue de pirotecnia mientras la banda saludaba abrazada en el centro del escenario fue el punto final de una velada en donde el público local volvió a conectarse con una de sus tradiciones roqueras más arraigadas.

Acaso por las advertencias previas y algunas malas experiencias en conciertos realizados hace poco en el país, el público se acercó desde muy temprano al estadio y para las 18, a dos horas de abiertas las puertas y al iniciarse el show de La Beriso, ya había ocupado la mitad de su capacidad.

El grupo oriundo de Avellaneda ratificó su buen momento y brindó un set de 40 minutos, en donde interpretó canciones de “Historias”, su más reciente y exitoso disco.

A las 19.25 fue el turno de Ciro y los Persas, ya ante un estadio casi lleno, quien sacudió al público con algunos clásicos de Los Piojos como “Ruleta”, “Tan lejos” y “Como Alí”, además de “Zapatos de gamuza azul”, de Carl Perkins, en un homenaje a la versión que hizo Moris.

Los Rolling Stones volverán a tocar en el Estadio Único de La Plata el próximo miércoles 10 y el sábado 13. El América Latina Olé Tour 2016 comenzó la semana pasada en Santiago de Chile y, luego de su paso por Argentina, continuará por Montevideo, varias ciudades de Brasil, Lima, Bogotá y el Distrito Federal mexicano.

Foto: Telam

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