VIERNES, 22 DE NOV

El «agujero azul», una zona de alimentación de ballenas frente a las costas de la Patagonia

A lo largo de 68 días, los científicos pudieron seguir el recorrido de las ballenas en tiempo real y, así, descubrir su área de preferencia para el hábitat y la alimentación conocida como Agujero Azul.

El seguimiento satelital de ballenas permitió establecer una zona de alimentación para esa especie ubicada a 800 kilómetros paralelo a las costas de la Patagonia que coincide con el talud continental, al que los especialistas bautizaron como «agujero azul».

El dato surge del último informe del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) que, en conjunto con Ocean Alliance, llevan adelante el programa de Investigación «Ballena Franca Austral» que se desarrolla desde 1971.

A esta experiencia se agregó, desde hace seis años, el seguimiento satelital a través de transmisores de alta tecnología que se «implantan» en los ejemplares.

En el último informe se destacó que «a lo largo de 68 días, los científicos pudieron seguir el recorrido de (la ballena) ‘Tempranera’ en tiempo real y, así, descubrir su área de preferencia para el hábitat y la alimentación conocida como Agujero Azul, hacia donde se dirigía».

«Se destaca por ser una de las zonas de alimentación de la ballena franca así como de otras especies de aves y mamíferos marinos», indicó el último parte informativo.

Además de «Tempranera», el área fue visitada por otras ballenas identificadas por el programa de seguimiento como «Pulgarcita», «Afuerita» y «Sesenta y nueve», todos ejemplares que frecuentan la zona costera de Península Valdés donde fueron «marcadas» con los dispositivos satelitales.

«Conocer la historia previa de vida de los individuos que se siguen satelitalmente aporta información muy valiosa para su conservación, permite conocer sus rutas migratorias y contribuye a detectar ambientes claves que sustentan la importancia de las áreas marinas como Agujero Azul, que aún necesita protección». escribió en el último parte el director científico del ICB y doctor en biología, Mariano Sironi.

El «dibujo» que marcan las cuatro ballenas en los monitores satelitales sobre el océano Atlántico, frente a la Patagonia, es distinto, pero todas tienen la particularidad de que salen de Península Valdés y «tocan» el «Agujero azul» donde se alimentan.

El director del laboratorio de Mamíferos Marinos del Centro Nacional Patagónico con sede en Puerto Madryn, Enrique Crespo, explicó que «en realidad se habla del agujero azul pero debemos remarcar que es toda la zona del talud la que tiene una alta productividad primaria y secundaria de alimentación».

«Se trata de un brazo de la corriente subpolar antártica que se deriva hacia el norte viajando por el quiebre de la plataforma, levantando nutrientes con condiciones de temperatura y salinidad que derivan en una muy rica fuente alimentaria» explicó Crespo.

En esa zona existe un «precipicio submarino» que pasa de una profundidad de 200 metros a 2000 metros y ese quiebre es el que se denomina «agujero azul», alto en nutrientes y lugar de atracción.

Crespo subrayó la importancia del seguimiento satelital que se realiza a través de dispositivos implantados en la zona dorsal de los cetáceos cuya lectura se procesa en el Centro Nacional Patagónico (Cenpat), dependiente del Conicet, localizado en Puerto Madryn.

En total se colocaron 47 dispositivos desde que el sistema se puso en marcha, de los cuales 23 se «marcaron» el año pasado.

A lo largo de los 50 años de investigación de la especie se identificaron 3.800 ballenas, lo que representa la base de datos de individuos más completa que existe, a la que se incorporó desde 2014 el monitoreo satelital que aportó información en tiempo real sobre el desplazamiento hacia bancos de alimentación.

El seguimiento satelital se realiza a través de dispositivos implantados en la zona dorsal de los cetáceos.

Enrique Crespo reconoció que «la colocación es compleja porque se tienen que dar varios factores, entre ellos que la navegación no sea muy brusca».

Los especialistas denominan «marcación» al acto de colocar un dispositivo elaborado en acero quirúrgico de una sola pieza y esterilizado que aplican de tal forma que queda fijado dentro de la piel y el tejido subcutáneo del animal, sobresaliendo solamente la antena.

Los dispositivos permanecen en el cuerpo entre 3 y 4 meses, porque luego la propia anatomía de la ballena los expulsa.

Uno de los aspectos que se descubrió con el seguimiento satelital es que la ballena hembra acompañada por la cría tiene un comportamiento distinto al del macho.

Otro detalle de la especie que también se reveló gracias a la aplicación de esa tecnología es que las hembras -que quedan preñadas cada 3 o 4 años- no vuelven todas las temporadas, aunque sí los machos.

Los registros tienen gran importancia para evaluar las amenazas a las que se enfrenta esta población de ballenas, ya que la pesca a gran escala, sobre todo la de arrastre y con arpones, atenta directamente contra su supervivencia al llevarse una porción muy importante de la biomasa con la que se alimentan.

La ballena franca austral inspiró varios proyectos de investigación y programas que aportaron a la conservación de la especie.

Entre ellos está el denominado «Siguiendo ballenas» que es un proyecto colaborativo en el que participan instituciones académicas y organizaciones de la sociedad civil de tres países, la Fundación Pataonia Natural, el Instituto de Conservación de Ballenas, NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), Instituto Aqualie, Universidad de California y el Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral.

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