La muestra «Pichincha. Historia de la prostitución en Rosario 1914-1932» llega al Museo de La Ciudad
Basada en narraciones de María Luisa Múgica y Rafael Ielpi, entre los materiales que componen la muestra se destacan fotografías tomadas por Antonio Berni en su faceta de fotógrafo periodístico. Podrá visitarse a partir del 17 de junio en bulevar Oroño al 2300.
- Cultura
- Jun 11, 2022
La muestra “Pichincha. Historia de la prostitución en Rosario 1914-1932” quedará inaugurada este jueves 17 de junio a las 17 en el Museo de la Ciudad “Wladimir Mikielievich”, de bulevar Oroño al 2300. Se trata de una exposición que se adentra en la historia del icónico barrio rosarino.
La apertura de contará con amenización tanguera a cargo de Carla Ibáñez y Miguel Milano y la participación de la Barra Gin La Salvaje.
Narrada a través de textos de María Luisa Múgica y Rafael Ielpi, la exposición se podrá visitar del 17 de junio de 2022 al 15 de marzo de 2023, de miércoles a sábados, de 13 a 18 y los domingos de 10 a 17. Exposición sugerida para mayores de 13 años con entrada gratuita.
Entre los materiales que componen la muestra se destacan fotografías tomadas por Antonio Berni en su faceta de fotógrafo periodístico. “El hallazgo más importante de esta exposición es invalorable. Se trata de fotografías que fueron tomadas en el interior de uno de los burdeles por un joven Antonio Berni, con razón de un encargo de Rodolfo Puiggrós para el diario Rosario Gráfico.
Uno de los textos que forman parte de la narrativa de Pichincha. Historia de la prostitución en Rosario 1914-1932, de autoría de Rafael Ielpi, indica:
«Rosario Gráfico fue uno de los diarios independientes empeñado en sostener una fuerte campaña contra la prostitución en la ciudad. No fue extraño entonces que en su edición del 11 de febrero de 1932 apareciera una nota reiterando esa posición, cuyo autor –oculto tras el seudónimo de Facundo– tenía 25 años y dejaba ya en claro una impronta ideológica que sostendría toda su vida: Rosario, la ciudad de los burdeles, trata de reprimir los deseos de sus habitantes, para calmarlos y sanearlos. Rosario es una gran represa. Pichincha se llama su válvula de escape. La moral de sacristía de nuestros burgueses requiere para descubrirse esa salida de la libido colectiva. Censúrase por un lado con mueca de sacro horror. Admítese, por el otro, con calculada tolerancia (…)”.
El artículo contaba con un agregado: fotografías del interior de uno de los prostíbulos, con las mujeres y los clientes en el gran patio característico de esos lugares. Fueron las únicas imágenes que se conocen de los “quilombos” del barrio prostibulario. El anónimo fotógrafo, que las captó con una cámara Leica que ocultaba entre toma y toma debajo del sombrero, usual en los hombres de esa época, era también un muchacho de 26 años, ya conocido como pintor y que para entonces ya había estado y estudiado en Francia, había hecho amistad con Breton, Aragon y Tristán Tzara y ganado premios. Sus nombres iban a tener relevancia posterior: el de Rodolfo Puiggrós (el joven periodista de 1932) en el ámbito de la intelectualidad y la militancia política, la ensayística y la docencia universitaria. El de Antonio Berni (el joven pintor entonces) en la cronología del arte argentino como uno de sus exponentes más reconocidos a nivel internacional».
Pichincha. Historia de la prostitución en Rosario 1914-1932
Barrio alegre, ‘gangrena y ludibrio’, orilla del pecado, barrio con símbolos y signos que aludían indefectiblemente a la existencia de las casas de tolerancia, a la sexualidad, en el que la música, el consumo de alcohol, la venta de estupefacientes, la exhibición de mujeres en puertas o balcones o, en las calles, ligeras de ropas o prácticamente sin ellas, el tipo de lenguaje calificado de obsceno e impudoroso, en el que las riñas, los escándalos y la muerte eran moneda corriente.
El paulatino crecimiento demográfico fue de la mano en Rosario con el paralelo desarrollo comercial, del que la prostitución (que en definitiva no dejaba de ser, además de una lacra social, un redituable negocio) no quedaría por cierto excluida. A grado tal que en 1874 la Municipalidad (…) dictó una ordenanza, la número 32 de aquel año, en la que se reglamentaba la actividad de las tradicionalmente conocidas como “casas de tolerancia” que, por ese entonces, no muy lejos de los finales del siglo XIX, estaban instaladas sin orden ni concierto en lo que era el centro de la ciudad.
Aquella norma sería la primera en la Argentina en reglamentar, bien o mal, el comercio prostibulario, un año antes de la normativa que intentó lo mismo en Buenos Aires.