Preocupante

El Canalla apenas empató con el peor rival del torneo en Arroyito. Tuvo su actuación más floja del año, hizo todo mal y casi hace un papelón en casa. Agustín Módica por las ganas y Facundo Mallo por ser el bombero salvador, los únicos que zafaron.

POR PAULO VIGLIERCHIO

Fotos: Sebastián Granata

Rosario Central transita un andar preocupante por donde se lo mire este 2024. No hace pie en ninguna faceta, siendo la futbolística la más preocupante, porque es la que determina el porvenir de acciones en el futuro. Cuando la mano viene torcida y ni siquiera la suerte acompaña, como el año pasado, la realidad queda a la vista, saliendo a a luz las falencias que siempre estuvieron pero antes se pudieron disimular bajo la alfombra del éxito en 2023.

El Canalla anda de capa caída, no hay respuestas acordes desde el banco de suplentes ni mucho menos desde lo que se percibe en el campo de juego. La actuación de esta noche en el Gigante de Arroyito ante su gente sin dudas quedará marcada como un antes y un después en el trato de ambas partes. El público auriazul hizo sentir el justificado enojo, ante un presente que empieza a llenarse de nubarrores.

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Como hacía mucho tiempo, el pueblo auriazul expresó disconformidad, hartazgo y fastidio inocultable ante una producción futbolística que sin dudas fue la peor de este ciclo de Miguel Ángel Russo al mando. Estuvo a un minuto de ser un papelón, dada la pobreza del rival de turno y las circunstancias. Solo Facundo Mallo determinó que esa bronca entrara en estado de ebullición cuando el árbitro Andrés Merlos pitó el final del encuentro.

Hubo un «partido» en el medio que Central padeció en todo momento. El primer tiempo llamó mucho la atención la poca capacidad de reacción que esbozó el equipo a nivel general; no presionó en ningún sector, jamás ganó una pelota dividida ni el segundo rebote, se vio a jugadores totalmente parados en el césped, como dormidos y anestesiados, la actitud distó de ser la de un conjunto profesional.

 

Con todo este combo, imposible rescatar algo positivo. Como habrá sido de pésimo lo del Canalla que hizo parecer a Tigre, por lejos el peor conjunto de la Liga Profesional, un equipo virtuoso. Los de Victoria jugaron como si fueran locales, manejaron el balón con comodidad, se asociaron en 3/4 sin oposición, triangularon a placer, y encontraron justicia en el desarrollo con un buen derechazo de Gonzalo Maroni de media distancia que venció la resistencia de Jorge Broun.

¿Central? Nada de nada, nunca tuvo la más mínima idea de que hacer, que camino transitar para poder amigarse con el fútbol -algo que está ausente hace rato- y mostrar algo de lo que lo llevó a coronarse el año pasado. El doble cinco conformado por Mauricio Martínez y Jonathan Gómez vio pasar la pelota, no cortó una bocha ni generó juego, y el triángulo de ataque Lovera-Malcorra-Campaz estuvo ausente en la generación. La primera etapa, como lógica consecuencia, cerró con cero remates al algo. Indefendible.

En el complemento, las variantes ensayadas por Russo tampoco dieron rédito alguno. Kevin Ortíz, Tomás O’Connor y Lautaro Giaccone se acoplaron al bajón colectivo y tampoco ofrecieron alternativas para ensayar algo distinto. Todo se hizo cuesta arriba, los minutos pasaban y el descontento crecía. Las respuestas no llegaban, mientras el reloj corría, contexto difícil.

Cualquier otro equipo hubiera aprovechado el desconcierto canalla y hecho valer la confusión total. Solo por las limitaciones de Tigre, que eligió tirarse demasiado atrás, Central siguió en partido hasta el final, pese a que las formas para llegar al objetivo escaseaban, dadas los bajísimos rendimientos individuales de la gran mayoría, sobre todo los que se deben hacer cargo de elaborar, como Jaminton Campaz, que se retiró silbado.

El Canalla solo fue por inercia, pero la hoja de ruta a seguir era borrosa, carecía de sustento. A puro centro, trató de por lo menos llevarse algo en una noche olvidable, con una actuación pálida, digna de un lunes frío de otoño. Solo Agustín Módica le puso ganas, a diferencia de sus compañeros, demostrando vergüenza deportiva al menos, yendo a trabar y disputando cada acción.

A él se le sumó Facundo Mallo en los minutos finales, que empujo como pudo. El defensor uruguayo se lo había perdido increíblemente abajo del arco matador, pero tuvo su premio en la última jugada, cuando su testazo tras un córner de Lovera se metió besando el palo izquierdo del arquero Zenobio. Cabezazo salvador nada más que para salvar la ropa de lo que hubiera sido un cierre bochornoso.

Central apenas tuvo que conformarse con el empate ante un adversario débil, pero que casi mete una hazaña tremenda, lo que tampoco hubiera merecido por lo amarrete de la segunda mitad. Dicho esto, la mayor responsabilidad y trabajo recae en el conjunto de Russo, que deberá dar con las causas de este estancamiento sostenido, en el juego y resultados. ¿Habrá respuestas posibles? ¿El equipo perdió poder de fuego? ¿Queda hambre de gloria?

 

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