Buenos Aires: «Sector Vip», la película de Eduardo Pinto se entrenará mañana en Cine.ar TV
El realizador de filmes como "Buen día, día" y "Palermo Hollywood", presenta este policial negro, protagonizado por Luis Machín, Martina Krasinsky y Joaquín Berthold, con tintes de drama, suspenso y erotismo, en el que dos seres vulnerables se unen en la necesidad de sobrevivir, desde el amor y la pasión.
- Espectáculos
- Feb 3, 2021
«Sector Vip», película de Eduardo Pinto protagonizada por Luis Machín, Martina Krasinsky y Joaquín Berthold, que se entrenará mañana en Cine.ar TV, cuenta una historia de corrupción, prostitución, periodismo y amor, a través de «personajes humanos que se encuentran en la desesperación de poder trascender, de poder ser», describió el director.
El realizador de filmes como «Buen día, día» y «Palermo Hollywood», presenta este policial negro, con tintes de drama, suspenso y erotismo, en el que dos seres vulnerables se unen en la necesidad de sobrevivir, desde el amor y la pasión.
«Todos somos vulnerables en este sistema, pero más aquellos que anhelan el éxito y la fama a toda costa», expresó a Télam Pinto, en referencia a los protagonistas de la película; Ginny, una chica que llega a la ciudad para trabajar como bailarina (Krasinsky) y Santos, un periodista en descenso que busca la noticia que vuelva a resurgirlo (Machín).
«Los dos personajes son seres oprimidos –continuó el director-. El sistema te exige ser exitoso. El periodista y su necesidad de volver a su mejor momento y una joven del interior que es engañada y secuestrada con la promesa obtener fama, éxito y dinero».
Y para graficar esta idea, Pinto evocó en su película una frase que dice el personaje de Carlos Monzón en el filme de Leonardo Favio «Soñar soñar»: «Me voy a Buenos Aires a trabajar de artista» porque «resume el deseo de miles de personas y es una frase fundamental en el cine argentino».
En la trama sobre guión de Rodolfo Cella, Paul, un empresario de relaciones públicas (Joaquín Berthold) se transforma en el representante de la joven y forma parte de un triángulo amoroso. Los tres personajes confluyen en el sector vip, donde en entremezclan la trata de personas, las noticias falsas y las transgresiones.
Télam: ¿Podemos decir que en «Sector Vip» el amor y la ternura tienen un lugar importante?
Eduardo Pinto: Si, así es, el amor, la pasión une a los personajes desesperados, los une en la noche, la noche olorosa a tabaco, alcohol y cocaína, una noche donde conviven jueces, políticos y famosos, una noche con aire noventoso. «Sector Vip» es un policial pero al frente van los humanos con la desesperación de poder trascender, de poder ser. La corrupción aparece como un monstruo que avanza en la trama, la corrupción política y periodística. Alguien maneja los hilos, un gran titiritero, alguien maneja la agenda, somos víctimas de esa agenda. Pero si te metés con este monstruo, si lo enfrentás, te devora, te mata si es necesario.
T: Si bien se mueven en un ambiente oscuro, es interesante el rasgo humano que tienen los personajes, no caen en estereotipos.
EP: Para mí es fundamental la humanización de los personajes, normalmente trabajo con Oscar Luna que es un dramaturgo y psicólogo, desde esa construcción psicológica trato de conseguir personajes vivos.
T: ¿Te inspiraste en un caso particular?
EP: En este caso me entrevisté con una víctima de trata de personas y pude interiorizarme sobre las formas de sometimiento y las vejaciones que sufren. Ginny, tiene la luz de la juventud y del deseo, ese estado genera una ceguera absoluta, engañada por el falso amor de Paul, y el dinero fácil, comienza a abordar caminos impensados, imposible de salir después. El guión de Cella tiene mucha investigación, sobre todo en el mundo periodístico. Santos (Machín) tiene una vida poco feliz, problemas económicos y de pareja, su vida está enmarcada en otro tiempo, como si se hubiese estancado en los 90, su mejor momento. Su auto, su ropa pertenecen al hombre que ya no es.
Yo trabajé en canales de TV y aprendí que todo se mueve por el rating, solo se habla de eso, de lo que garpa. Traté de humanizar a los personajes, todos forman parte de un engranaje corrupto, pocos escapan; la mujer de Santos, el personaje que compone Gabriela Valenti, es una mujer que dice basta.
T: Las actuaciones del elenco son brillantes. ¿Cómo fue el rodaje?
EP: Machín es un genio, me sorprendió, me encontré en un bar y le dije, «seguime que tenemos poco tiempo y mucho por filmar» y casi terminé siguiéndolo a él. Fuimos a la par. Machín es un gran actor repleto de recursos. Tiene una combinación de barrio, calle y talento extremo. Se cargó la película. Con Joaquín Berthold ya habíamos trabajado juntos. él explota de talento. Martina compuso un personaje increíble, por momentos una niña, por momentos una mujer adulta, es una actriz con un enorme futuro.
Hay otros actores que brillaron en pocas escenas y jornadas, como Carlos Portaluppi, Pablo Pinto y Ana Calentano, estoy muy contento por las actuaciones en general.
T: ¿Cómo nace la idea de filmar una película que refleja una realidad oculta?
EP: La propuesta viene de José Campusano y Horacio Florentín, productores de la película, Campusano siempre me expresó su admiración hacia «Caño Dorado», cuando nos encontrábamos en los festivales, me decía: «Tenemos que hacer algo juntos». Un día me llamó y me entregó el guion de Rodolfo Cella, un experimentado guionista y realizador de TV. Al leerlo sentí una conexión con el cine de Abel Ferrara y el de los 80, de Adolfo Aristarain o Juan Carlos Desanzo, dos grandes de aquel cine argentino que me abrió la cabeza cuando adolescente, un cine policial, erótico, sucio y político. Le pedí a los productores poder intervenir el guion sin alterar su esencia reforzando estos matices.
T: ¿Cómo vivís el hecho de estrenarla en medio de la situación que planteó la pandemia?
EP: Con respecto al estreno, es lo que hay, como se dice en la calle. Lo positivo es que la película se lanza desde una plataforma cuando mucha gente está viendo cine desde ahí. De esta forma las películas perduran en el tiempo, como lo libros o los discos. La ausencia del cine, de la catedral, nos entristece, perdimos esa energía que se genera con el público y que circula en la sala. Pero volveremos cuando estemos seguros y sanos.