VIERNES, 22 DE NOV

Con una trayectoria impecable, Toti Aguilar sigue marcando la huella del chamamé

Una gran cantidad de público amante del chamamé se reunió en un cálido evento para homenajear al prócer de la guitarra y disfrutar de sus composiciones. Conclusión dialogó con el músico.

Por Federico Morel

Días atrás, una gran cantidad de gente llegó hasta el espacio cultural Mística en la zona de Pichincha, debido a que se corrió la noticia de que el guitarrista y compositor rosarino Toti Aguilar se presentaba junto a su familia (tambien músicos) para ofrecer un encuentro a puro chamamé.

En el lugar se pudo disfrutar de un amplio repertorio de canciones populares y composiciones melódicas que se hicieron escuchar al son de cuatro guitarras, una cantante y artistas invitados de gran nivel.

Salvador Patricio Irrazabal, más conocido como Toti Aguilar, es un guitarrista, arpista y compositor de Rosario que comenzó su carrera desde muy pequeño haciendo presentaciones en las bailantas rosarinas, hasta que a los 11 años es convocado para formar parte del conjunto de Ramón Merlo.

En el año 1968, se suma al grupo del «Rey del Chamamé» Tarrago Ros, para permanecer allí por el período de 6 años donde realizó sus primeras grabaciones en discos de larga duración. Pero paralalemante a esto, trabajó como músico sesionista de artistas consagrado como Abelardo Dimotta, Alejandro Copello, Gregorio de la Vega, Monchito Merlo, entre otros, hasta llegar a participar como artista efectivo del Conjunto Ivoti.

Para la velada ocurrida en el reducto de calle Richieri al 300, familiares y músicos amigos le hicieron un homenaje en vida y le entregaron una placa tributo, lo cual hizo que el encuentro sea muy emocionante, y eso se sintió en cada una de las canciones que allí disfrutaron las decenas de personas que apaludieron cada canción y aplaudieron de pie al reconocido compositor.

Conclusión entrevistó a Toti Aguilar y le preguntó sobre las sensaciones de compartir el escenario con su hijo, nieto y nuera, pero tambien le consultó sobre su carrera profesional y la relevancia que tiene la música litoraleña en su vida.

– ¿Cómo te sentiste en este show homenaje que brindaste? El lugar estaba lleno de amigos.
– Me sentí muy bien. Lo que hicieron los chicos les salió bien y es lo principal. Hay que ir aprendiendo e ir haciéndose en la lucha.

– ¿Ha sido una lucha para vos tu recorrido por la música?
– Cada día se aprende algo nuevo. Esto tiene su sabor y su sin sabor. La vida del músico es así, tenés tu alegría y tenés tus amarguras. Pero la vida es así, todo en la vida se equilibra.

– Se escucharon varios «sapucay» en el concierto. ¿Eso significa que la gente la estaba pasando bien?
El sapucay nace de la alegría del músico, nace del hachero cuando voltea un árbol, es un triunfo para él. El sapucay es la alegría de la gente. Aquella gente que no esta dentro de su pago, al escuchar el chamamé revive su esencia, es como estar con la familia.

– ¿Seguís juntandote en las peñas a tocar por horas la guitarra? Pareciera que nunca se cansan de hacerlo.
– Hasta ahora sí. Dentro de los tiempos que pasamos se ha perdido un poco la juntada. Por la situación económica mas que nada. Pero por ahí, nos encontramos en alguna peña y guitarreamos y nos acordamos de nuestras andanzas.

– ¿Y en el escenario cómo te sentís?
– Yo cuando estoy en el escenario me transformo porque tengo que brindarle a la gente lo que vinieron a ver. Después, abajo soy como cualquiera. Yo siempre dije que la policía con uniforme hay que respetar por la autoridad. Lo mismo el músico cuando se sube al escenario. La música transmite a la gente y uno debe transmitir lo que le gente quiere porque paga una entrada para que nos llevemos el mango. Yo siempre dije que el 70 por ciento de la gente es la que va a bailar, a tomar, a divertirse y el otro 30 por ciento es la gente que te observa si vos haces lo mismo que una grabación. Esa es la gente que gasta en comprar la música de uno. Después tenés al que le gusta el baile, se va a tomar, y al otro día le preguntás y no se acuerda de un tema (risas).

– ¿Cómo fue tu carrera antes de llegar al Conjunto Ivoti?
– Antes de Ivoti ya había pasado por muchos grupos. Empecé a los 9 años a tocar al guitarra y a los 11 me lleva Ramón Merlo, el padre de Monchito. Ahí me fui haciendo, conociendo gente, buenos músicos y ahí empecé a observar y aprender. Un día me llega la oportunidad de irme a Buenos Aires de la mano de Marcos Villalba. Él me dijo que yo tenía que estar en Buenos Aires. El espejo es Bueno Aires. Eso fueron mis comienzos, ir a Buenos Aires y estudiar mucho, porque antes había que estudiar mucho para poder registrar los temas SADAIC, aunque sea una corchea tenía que saber para entrar.

– Despues de tantos años rindiendole culto a la música popular litoraleña, ¿cuál sería tu deseo en cuanto al chamamé?
Lo principal sería que las nuevas generaciones lo tomen y lo acepten como es. Hoy en día, sin ir mas lejos, hay cantidad de músicos. Pero no lo aceptan, lo cambian de sentido. El chamamé auténtico es acordeón y guitarra, y a lo sumo un bandoneón. El violín no queda mal, pero siente medio raro el chamamé cuando se escucha. El provinciano no acepta el violín. Pero cada uno hace a su estilo y forma lo suyo.

– Para tocar chamamé, hay que ser bastante original Toti…
– La identificación musical es parte de uno. Siempre hay que ir inventando algo que no se parezca a lo que hizo el otro.

– El chamamé es tu raíz, ¿vas a seguir tocando hasta el final de tus días?
– Yo luché y sigo luchando. He trabajado mucho. Estudié mucho. Viajé por el mundo haciendo música. En la música vale todo, es lindo hacer un poco de cada cosa. Pero a mi me identificó el chamamé desde chico por mi familia. Mi tío era cortador de paja y se iba a la isla los lunes y volvía los viernes, y el sábado y domingo se comía una cabeza de vaca y se armaba la joda. Llegaba Merlo, Tarrago Ros, venían todos a casa.

– Qué gran trayectoria musical y artística… viajaste por el mundo, grabaste, te nutriste del lenguaje musical. ¿Estás agradecido?
– Yo entre a Ivoti porque participé en la grabación del disco Como se revuelca el toro en el año 1992, ahí toqué el contrabajo. Después me hablaron para integrar el conjunto y ahí pusimos las cartas sobre la mesa, y estuve 14 años en el conjunto. Conocí el mundo con Ivoti. Yo siempre digo tantos paisajes hermosos que tiene nuestro país y la gente se quiere ir. Con Moncho grabamos con muchos artistas del mundo. Gracias a Dios tengo una linda trayectoria.

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