MARTES, 19 DE NOV

El Festival Bandera: una apuesta consagrada que pisa más que fuerte en el circuito nacional

La tercera edición del megaevento rosarino fue, sin dudas, consagratoria, con muchas mejoras en el aspecto organizativo y una bien curada grilla de artistas de la escena local y nacional que lo dieron todo para las 20 mil almas que se acercaron al Hipódromo.

 

Por Santiago A. Fraga

Para una ciudad siempre prolífica en artistas y cada vez más cercenada en espacios, que haya eventos masivos en donde se pondere la música y encima dentro de ello se dé un merecido lugar a bandas locales a la par de otras de prestigio nacional resulta de fundamental importancia.

La edición 2022 del Festival Bandera sin dudas fue consagratoria, agotando entradas con 20 mil personas gozando desde temprano en el Hipódromo rosarino, lugar que desde los viejos Quilmes Rock había quedado huérfano de este tipo de eventos hasta que esta propuesta surgió en 2018 (con 15 mil asistentes) y se repitió en 2019 (con 16 mil).

Este año, además, las productoras encargadas de la organización (las rosarinas Asfalto y All Press y la porteña Produce Crack) redoblaron la apuesta, con lo que fue el exitoso Festival Feliz el fin de semana anterior, más apuntado a la cumbia; y con lo que será el Festival +B el viernes 4 de noviembre, con un importante componente de conciencia ambiental. Una trilogía de eventos para reunir tanto al público casual como a aquellos más habitués a consumir las propuestas culturales que surgen o tienen lugar en Rosario.

La Groovin’ Bohemia ocupando un lugar central en el Escenario Oeste, los Killer Burritos y Broda (Chulimane, Mutu y Joako22 junto a invitados) haciendo lo propio en el Cynar, con Bad abriendo esas mismas tablas y Brunella haciéndolo en el Escenario Este fueron las propuestas artísticas rosarinas en una grilla que contó con la presencia estelar de Babasónicos, Dillom, Las Pelotas, Guasones, Él Mató Un Policía Motorizado y El Kuelgue, entre otros.

La mañana del sábado recibió a los rosarinos con una lluvia que generó alguna que otra incertidumbre (vale recordar que lo mismo ocurrió en el Feliz y en 2018, y que en 2019 hasta obligó a hacer modificaciones en los horarios, con lo cual también ya surgía el interrogante de si se trataba de alguna maldición como la de Colectividades), pero para el mediodía el sol marcó su presencia y terminó por dejar en condiciones más que propicias el predio armado dentro del Hipódromo.

En una época donde los megafestivales (aquellos que se compran con un año de anticipación a precio de un alquiler) se preocupan por tener 2, 3 o 4 artistas principales que garanticen la venta de entradas y arrojan a otras decenas a que completen grilla al rayo del sol, a veces hasta sin seguir una lógica demasiado clara, en el Festival Bandera la diversidad de bandas y estilos generó que la expectativa del público esté más que repartida.

Una forma de percibir esto fue que cerca de las 4 de la tarde ya había una considerable cantidad de gente instalada en el predio, sumado a que al hacer un ligero repaso entre los asistentes sobre cuál banda tenían más ganas de ver, la respuesta era variada entre al menos siete grupos distintos.

La diferencia en cantidad de público entre los escenarios principales y el alternativo fue notoria, tanto en el Feliz como en el Bandera, pero no faltaron espectadores para ambos y estratégicamente se ubicó la mayoría de las variedades gastronómicas y acciones de marketing cerca del Cynar, logrando que el público que había ido por algunas de las bandas estelares del lineup pueda encontrarse también con esos artistas.

Apuntes

Uno de esos artistas, por ejemplo, fue Coki Debernardi, que lejos de seguir cualquier lógica festivalera, aprovechó su espacio con los Killer Burritos para presentar completo su disco “Fugitivo”, cerrando con una fulminante versión de “No toquen” de Charly García. Casi en simultáneo, la Groovin’ Bohemia brillaba como uno de los headliners en el Escenario Este, con una energía y ritmo a la altura, reafirmando el gran presente que demuestran también en sus rituales Groove, pero sorprendiendo a colegas de otras bandas foráneas (como El Kuelgue) e incluso a muchos rosarinos que todavía no los conocían, a pesar de ya andar dando vueltas por la ciudad y el país desde 2015. Su cierre también fue con un clásico reversionado: una potente ejecución de “Nextweek” de Sumo.

La dinámica lógica de que en los escenarios principales una banda arranque inmediatamente después de que termina la otra hizo que la Groovin’ fuera encargada de darle paso a Dillom, por lejos una de las propuestas musicales y audiovisuales más interesantes del último año en la escena argentina.

Las palabras que recita Mario Pergolini en “Demian” fueron la introducción para uno de los shows que, quizás junto con el de Guasones y Saramalacara, más hicieron poguear y agitar al público. «Post Mortem» y «Pelotuda» fueron los primeros temas del recital, que se basó en un repaso de su disco «Post Mortem» junto con el single «Sauce» y dos interesantes adiciones al setlist habitual: una versión de «Una Vela» de Intoxicados y la canción «1312», de las Pussy Riot en donde participan a modo de featuring Dillom y Muerejoven.

La cuota de rocanrol de la noche fue copada por la banda de Facundo Soto, que reunió a un buen número de seguidores que especialmente esperaban verlos, pero además hicieron cantar a los demás presentes que miraban de costado con algunos hits más radiales como “Pobre tipo”, “Como un lobo” o “Gracias”.

A tal punto fue así que lo primero que hizo Santiago Motorizado al salir al escenario inmediatamente a continuación fue cantar una de las estrofas de “Reyes de la noche”.

El show de Él Mató a Un Policía Motorizado fue otro de los puntos altos de la velada con una impecable performance (aunque menos extensa que la de sus predecesores y sus sucesores), pasando desde sus ambientes más emotivos como «El perro» o «El tesoro» al agite de canciones como «Chica de oro».

La de Las Pelotas quizás fue la única nota agridulce entre las bandas estelares del evento. Ubicados como segundo headliner por detrás de Babasónicos, dieron la sensación de no llegar a conectar con el público, incluso haciendo ellos mismos referencia con bastante asiduidad a la «frialdad» por parte de la gente.

Quizás desde «Cerca de las nubes» en adelante, la discografía de la banda de Germán Daffunchio y Gabriela Martínez se alejó de ese power más cercano a Sumo de la época Sokol (donde ganaron popularidad y forjaron alguno de sus temas más conocidos) por un sonido más relajado, de una búsqueda más interna y espiritual. Entonces, una setlist compuesta por mayoría de temas de su último álbum («Es así») contrastó con la expectativa de un público casual de aquellas de las canciones más recordadas de placas como «Máscaras de sal», «Corderos en la noche» o «Todo por un polvo». El cantante, incluso, se fue algo molesto con el público por la reacción final al ofrecer «una más», aunque terminó volviendo para despedirse junto al conocido rosarino Panchito.

Babasónicos se perfilaba desde el principio como el plato fuerte de la jornada, y terminaron estando a la altura de las expectativas. Si bien también apostaron por un show mayormente centrado en la presentación de los temas de su disco nuevo (“Trinchera”), los mismos se complementan de forma natural con las clásicas piezas fijas de su setlist como «Los calientes», «Putita», «Deléctrico», «Cretino», «Irresponsables» y «El colmo», entre otros.

«Bye Bye», uno de los cortes del álbum más nuevo, funciona a la perfección como canción introductoria, mientras que «Trinchera» y «Anubis» se ganaron un lugar en el cierre junto a otras piezas como «Como eran las cosas» o «Yegua».

La exigencia por una Ley de Humedales y por poner un freno al ecocidio en las islas del Delta del Paraná fue una temática presente en el festival. Algunos, como Nicolás Chiocca, cantante de la Groovin’ Bohemia, lo puso en palabras en su show ante una gran cantidad de público: «Estamos cansados de respirar humo, de que nos prendan fuego las islas. Repudiamos a los que provocan eso y se llenan los bolsillos». En otros, anduvo entre el público siempre presente una bandera reclamando “Basta”. Otra figura omnipresente, como en todo evento argentino, fue la 10 de Diego Armando Maradona y Lionel Messi, visible en la camiseta del propio Chiocca, en la chomba de Zoe Gotusso y en la vestimenta de cientos de espectadores.

Entre lo más destacado del resto del festival, se encuentran las actuaciones de cierre de Acru y Peces Raros, junto con Los Peñaloza y Cruzando el Charco ya en horas de la madrugada.

Además, tras la enérgica apertura de Brunella, en el Escenario Este se presentaron 1915 y Taichu, mientras que en el Oeste estuvieron The Colorated y Los Espíritus. En el Cynar, hubo lugar para el colectivo Broda, con Mutu, Chulimane y Joako22 a la cabeza junto a invitados de la escena como Brapis (de Caliope Family, también presente junto a la Groovin’ Bohemia); el rapero uruguayo Zeballos, Nafta, Silvestre y la Naranja, Los Pérez García, Pasado Verde, Feli Ruiz y Vale Acevedo.

Si comparamos la edición de este año con la de 2018, ha habido algunas mejoras bastante considerables en el aspecto organizativo. El primer gran acierto sin dudas fue el de modificar el trazado del evento y la ubicación de los escenarios (no tener que cruzar “el puentecito”), sumado a la mayor cantidad de oferta de comida y bebida y un buen stock (en la primera edición se había agotado la cerveza a las 21).

Un punto positivo, que no estuvo presente en la edición inaugural fue la disposición de dispensers con agua para el público, aunque los mismos resultaron escasos (se generaba mucha fila y los mismos se agotaron horas antes del final). Un aspecto quizás a reforzar para la próxima.

Al margen de ese contratiempo y de otros menores, lo cierto es que el Festival Bandera tuvo un crecimiento notable en el aspecto organizativo, lo que también se vio reflejado en el incremento del público y seguramente lo hará en el siguiente.

Es una gran noticia que estas apuestas tengan buenos resultados, ya que demuestran también la capacidad de la ciudad para organizar este tipo de eventos (dejar de tenerle miedo a la masividad) y sirven para posicionarla aún mejor como una parada de relevancia dentro del plano musical nacional (en términos de eventos de gran magnitud), generalmente relegado a los límites de la General Paz o a alguna incursión en tierras cordobesas.

Desde propuestas de semejante envergadura hasta otras igualmente ambiciosas en lo local como el Broda Festival o el Festimug, es menester que se trabaje y se invierta para el sostenimiento de eventos que acercan música, arte y cultura a una ciudad de noticias asoladas.

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