Santo Chango puso a mover el Club 1518 con su rudo ska
El último sábado se presentó una de las bandas referentes del género en Rosario con un verdadero reventón para moverse y para los oídos. Conclusión charló con la voz del grupo, Gabriel Martelón.
- Espectáculos
- Jul 5, 2016
Por Santiago Fraga
En el culturalmente histórico barrio de Pichincha, el pasado sábado hay quienes aseguran que por la noche las paredes se largaron a temblar, aunque muchos sostienen que, en verdad, estaban bailando. El Club 1518 en Salta y Ovidio Lagos recibió a los muchachos de Santo Chango, que devolvieron las gentilezas con un extenso show en el que mostraron su trayectoria y evolución musical y que dejó satisfechos a todos los asistentes.
Con un comienzo tan puntual como inusual, el grupo de ska rosarino se despachó con un repertorio de dieciseis temas, entre los que incluyeron nuevas canciones pertenecientes a lo que será su segundo material, temas de su disco El Circo Brujo y algunas versiones rememorando a artistas como Bob Marley o The Skatalites que fueron más que bien recibidas.
Conclusión dialogó post-show con Gabriel Martelón, guitarra y la voz líder de Santo Chango, quien contó un poco sobre el estilo de la banda que está cerca de cumplir diez años de trayectoria; sobre el ska y la movida en Rosario; y otorgó además una mirada muy crítica a la realidad cultural de la ciudad, en donde los artistas y los espacios parecen tener que estar inmersos en una batalla por mejores condiciones para trabajar.
La banda compuesta por Gabi, Gaspar Paternostro (batería), Leo Basabe (trombón), Amadeo Fiorotto (trompeta), Ignacio Bresciani (saxo) y Sebastián Selva (bajo) viene sonando en Rosario desde 2008 y rescata la esencia más tradicional del viejo ska jamaiquino, agregándole también fusiones más propias que vienen desde el funk hasta el punk, el rock, el reggae, el rocksteady y hasta una milonga. Una receta infalible.
— Yendo a lo musical, ¿su búsqueda siempre va al ska más tradicional o por ahí experimentan por otros lados?
— Respecto del género y la búsqueda hay una cuestión ahí que tiene que ver no con recuperar, porque el ska es un género que se escucha, pero sí ir más al fundamento, a la tradición. De poder tocar ska, vieja escuela jamaiquina, ska clásico, tradicional, ya que el ska a nivel mundial por ahí se dio a conocer más por Europa y es otro tipo, es ska europeo, y un poco la búsqueda es eso y también hay una búsqueda desde la fusión, porque dentro de ese horizonte que nos planteamos también se fue plasmando lo nuestro, nuestra forma de hacer las cosas, y ahí creo que está un poco la esencia de la banda. Hemos fusionado ritmos latinos, caribeños, en nuestros primer disco se puede encontrar funk, algo más tirado para el punk rock quizás, hay varias canciones en las que se funciona un poco más el rock… La búsqueda de la banda es producir algo original, pero cuando vamos al fundamento tratamos de hacerlo como lo hacían los maestros.
— ¿Existe una cultura de ska en Rosario? ¿Sentís que hay una aceptación del público rosarino?
— Yo creo que siempre es algo que está en crecimiento. Tanto acá como en todo el mundo te diría. La otra vez Hugo Lobo, un referente acá del género, lo definió en una nota como que es un género bastante marginal, bastante del under, no es algo tan de elite, y creo que es un poco a nivel mundial que funciona así. Después, a nivel ciudad, más micro hablando, me parece que siempre está en crecimiento. Uno ve que cada vez hay más bandas de ska, que cada vez hay más pibes que tocan vientos, por ejemplo. Eso también es un poco más gracias al reggae, que quizás el reggae, que es hijo del ska porque viene de él, sí se posicionó a nivel mundial como menos marginal y más comercial, con más producción. Eso quizás ayudó a que mucha gente se acerque también al ska, al rock steady, más a la tradición. El que le gustó el reggae y no se conformó con eso, quizás un poco mi caso, incursionó un poco más, investigó y se encontró con Rico Rodríguez, con Don Drummond, con Tommy McCook y con referentes quizás más activos de Jamaica.
– Hugo Lobo en esa misma nota a la que hacías referencia también los mencionó a ustedes como un poco los encargados en Rosario de abrir un poco la cancha y no pretender solamente tocar para la gente que le guste el género, sino expandirlo para que le guste a gente que le gusta la música en general. ¿Ustedes lo consideran así? ¿Qué sienten de que alguien como Hugo tenga esas palabras para con ustedes?
— La verdad que para nosotros es una gran satisfacción que nos vea como una referencia en la ciudad. Quizás nosotros como banda no nos propusimos esa misión de decir “nosotros somos los encargados de que el ska acá tome repercusión”, sino que nosotros como banda apuntamos a tocar y a lograr un sonido y ese es el horizonte. Vamos a tocar y vamos a tratar de que suene lo mejor que pueda y que luego el que lo escuche si le gusta, le gusta, pero bueno, es lo que nosotros hacemos, y es ska. Lo que ha sucedido mucho es que hemos acercado a personas que no habían escuchado nunca el género al ska quizás. No todo el mundo lo tiene registrado. Si decis que tocás ska te preguntan “¿y qué es eso?”, y si se nombra un artista te mencionan Los Fabulosos Cadillacs o Dancing Mood, que a pesar de su repercusión todavía muchos no lo conocen. En ese sentido creo que uno busca sonar bien para también hacer escuela, ¿no? Decir “esto es lo que nosotros brindamos” y que la gente que lo escuche lo pueda disfrutar, que se enganche una señora grande a bailar, porque es un poco la esencia del ska. El ska es música bailable de salón de Jamaica donde el fin de semana los chicos rudos se ponían el traje e iban a sacudir, a bailar. Eso es lo que nosotros queremos recuperar, y en ese nivel no sé si lo veo como una misión, pero sí como una misión te diría hacer bailar a la gente.
— ¿Cómo sentís toda la evolución que han tenido desde que empezaron a tocar en 2008?
— Empezamos como un trío. Quizás no nos imaginamos esto, que en algún momento que íbamos a ser tantos músicos. Como que recién estábamos arrancando y era agarrar unos temas para darle forma; después se sumó Leo con un trombón y así nos fuimos encontrando y dijimos: “Loco, queremos hacer esto nosotros, vamos a darle para adelante”. Lo que sí yo más veo es una evolución en mis colegas. Yo los observo mucho y los veo evolucionar más allá de Santo Chango, cada uno en su proyecto musical individual. Eso me causa gran satisfacción porque a la hora de nosotros pensarnos como banda, como un colectivo, incluso autogestionado porque siempre nos manejamos independientemente, nunca firmamos con una productora (nunca nos vinieron a ofrecer tampoco *risas*). En ese sentido me parece que como el objetivo es laburar y que sea musicalmente uno ve un progreso. A nivel colectivo y a nivel individual. Estamos cerca de estar 10 años tocando y no es poco. Con sus idas y venidas, quizás de músicos que fueron rotando, pero la base se mantiene y ahí focalizo un poco la historia de la banda que estamos camino a los 10 años. Eso yo hoy lo pienso y me impacta, como diciendo: “Che, hay un trayecto acá recorrido”.
— ¿Hay lugares para las bandas de ska en Rosario? ¿Cómo sentís que está la escena rosarina en ese sentido?
— Yo veo la escena rosarina en una constante batalla cultural por conquistar espacios. Quizás sí el formato que nosotros manejamos como banda es algo exigente, porque requerimos de una técnica mínima para que la banda suene (por ejemplo, si hay un tema cantado contra tres vientos necesitamos una microfonía para que se escuche la voz). En ese sentido somos exigentes y siempre va a ser más complicado que si vos laburas con un formato como un trío o algo más acústico, que quizás si no tenés batería ya es un golazo porque te metes en cualquier chiringuito y suena, y está bárbaro también. Pero el formato de banda es exigente incluso en cuanto al tamaño del escenario, por la cantidad de músicos. Por un lado hay espacios que también están en crecimiento, pero también es una batalla cultural porque faltan espacios. Si bien los espacios que existen están y se tratan de manejar, hay mucha traba burocrática, en cuanto a lo que es habilitaciones, permisos, control, y con eso no me refiero a que no piense que tiene que estar regulado, sino que uno tira sobre la mesa y hace una evaluación, y estamos en una ciudad donde en los boliches realmente pasan cosas y pasan cosas realmente graves. Te estoy hablando de desaparición forzada de personas y esas cuestiones y que quizás hay sobrecontrol sobre un bolichito que quiere hacer un show para que labure gente, un grupo de folklore o algo, y le ponen las mil trabas, y por otro lado hay un montón de lugares en donde pasa cualquiera y no sé porque razón no le ejercen ni le bajan el control así como se lo bajan a otros espacios quizás menos involucrados con el ámbito bolichero.
— Es una constante que viene hace varios años y afecta a todos los artistas.
— Hay una cuestión con el artista, que viene durante mucho tiempo y de muchas personas, que hay un paradigma que es que no se lo considera un laburante en muchos términos, o sino no “al artista lo considero laburante sólo si estudiaste en tal o cual conservatorio o te recibiste en la academia de carrera de licenciado de allá”. Me parece bárbaro, yo no desmerezco a la gente que estudia y se mata estudiando, pero el que labura con el arte es el que va y toca y la gente se para a verlo y quiere pagar para ver eso; es un artista también. El artista callejero, el que toca en el colectivo, el que toca en los trenes, el que pinta en la calle, todos somos artistas, y quizás a veces no está considerado del todo. Después hay otra cuestión que tiene que ver con la situación actual, no todo el mundo contempla la cultura como algo necesario. Vos tenés que tomar la sopa porque tenés que alimentarte y tenés que sobrevivir, sí, ¿pero tenés que ir a ver un show el fin de semana? ¿o prefiero juntarme con mis amigos y tomarme una birra? Quizás ahora en esta situación que estamos viviendo a nivel nacional está más dura la mano, porque la gente que hace un tiempo apostaba a la cultura o se daba ese gusto (porque es un gusto y un derecho poder acceder y ver a una banda que te gusta porque tenés la plata para pagarlo y lo disfrutas), quizás ese alguien que está hoy ahí luchándola porque tiene que bancar su rancho lo piensa dos veces antes de salir y ver un show. Yo mismo el año pasado me di el gusto de ir a ver la Buena Vista, que la entrada no salía dos mangos, pero quizás en otro momento no lo hacía. Hay un mercado que se activa. Si vos venís y no viene nadie, el año que viene no volvés. Si vos venís y te funciona, volvés. Ahí hablo de los músicos de afuera. Y ahí tenés otra cuestión para evaluar, porque no todo el mundo pone como prioridad la cultura.