MIéRCOLES, 11 DE DIC

The Beats en Rosario: la bienvenida a un viaje mágico por la obra de Los Beatles

La mejor banda Beatle del mundo llegó a Rosario para presentar su espectáculo “Bienvenidos”, y brindó una noche memorable, que hizo que el público baile, cante y se emocione de la mano de las canciones de los cuatro de Liverpool.

 

Sábado, 20.30 horas. La esquina de Mendoza y Laprida  –en pleno centro rosarino– estaba parcialmente a oscuras (el alumbrado público de esta última calle no funcionaba), pero la penumbra no detuvo a las cientos de personas que hacían fila, a la espera de que habiliten la entrada al teatro El Círculo, que en esta oportunidad ofició como escenario de un viaje musical, mágico y misterioso por la década de los 60’s.

Cinco minutos después, la larga hilera de personas –que arrancaba en Laprida y doblaba hacia Mendoza– comenzó a avanzar ágilmente. Una vez dentro de la imponente sala, el público era ubicado en sus butacas y recibía un folleto en donde podía verse a cuatro muchachos de flequillos largos, corte tasa, saco y corbata: “The Beats”, banda argentina que en 1996 fue designada como “la mejor banda Beatle del mundo”, volvía a Rosario después de tres años a presentar “Bienvenidos”, su nuevo espectáculo.

Para las 21.10 el teatro quedó a oscuras mientras sonaba el Himno Nacional argentino. Después de unos segundos, las luces se encendieron, para dar inicio a un viaje musical por toda la década de los 60’s, de la mano de una de las bandas más grande de la historia.

El primer bloque del espectáculo se remontó al año 1967/68 y comenzó con los “cuatro beatles” en escena: Patricio Pérez (en el papel de George Harrison), Esteban Zanardi (Ringo Starr), Eloy Fernández (Paul McCartney) y Nicolás Tomat (John Lennon). Para esta ocasión, contaron con la ayudita de su amigo Fernando Monteleone, quien ofició de tecladista.

El show inició con el himno “All you need is love”. Sobre el escenario podían verse cuatro carteles blancos, rectangulares, con inscripciones que hablaban del amor. En el piso había globos de varios colores y, en el costado izquierdo del escenario, una mesa circular de mantel rojo con candelabros y cuatro copas. El piano, colocado sobre el lateral derecho, mostraba luces psicodélicas, mientras que al lado de la batería –ubicada sobre una tarima– una figura de forma circular y terrestre giraba hipnóticamente.

Al terminar la canción con los dedos en V –icónica señal pacifista–, llegó el turno de “Magical and mistery tour” y “Across the universe”. Para este último tema sólo quedaron en escena John (Tomat) y Ringo (Zanardi), y sobre el final se sumaron George (Pérez) y Paul (Fernández) para dar pie a la movediza “Lady Madonna”, “Strawberry fields forever” y “A day in the life”. Al finalizar esta canción, las luces se fueron apagando levemente y los cuatro dejaron sus instrumentos, para levantar las copas que permanecían sobre la mesa redonda.

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Tras unos segundos de oscuridad, en donde dos pantallas ubicadas al costado del escenario mostraron un video, el espectáculo viró hacia los años 1965/66. La época los encontraba luciendo trajes oscuros. Sobre el escenario, cuatro fotos: una de cada beatle. Además, en el lateral derecho podía verse, iluminada, la parte superior del famoso submarino amarillo.

El segundo bloque del show comenzó con “Day tripper”, “She’s a woman”, “In my life” y “Yellow submarine”. Para esta última canción, entonada por Ringo (Zanardi), pidieron la ayuda del público, que no dudó en cantar los versos de esta alegre historia. Pero el asunto se puso más serio y nostálgico cuando Paul (Fernández) se adueñó del escenario y, con un ramo de flores en la mano, le cantó a la tumba de Eleanor Rigby.

Tras un breve apagón –videos mediante– el show se situó en 1969, más precisamente, en el último concierto en vivo que dieron Los Beatles. Para este fin, la escenografía simulaba ser un edificio, con el objetivo de recrear el paisaje del show que los cuatro de Liverpool dieron en la terraza de las oficinas Apple (en Londres) el 30 de enero de aquel año. Para esta etapa, The Beats no solo mostró un cambio de vestuario, sino que también se los podía ver con pelos largos. “Here comes the sun”, “Let it be”, “Don’t let me down” y “Get back” fueron las canciones elegidas para representar la última etapa del grupo.

El cuarto bloque del show propuso un salto temporal más profundo: 1963/64. Los músicos lucían trajes negros con corbatas, con una puesta en escena sobria, sólo acompañada por una especie de cortina color ocre. “All my loving”, “I Want to Hold Your Hand” y “She loves you” fueron las primeras tres piezas de esta etapa. Para esta última canción, el grupo tenía una sorpresa, para lo cual pidieron la atención del público, en especial aquellos que querían llevarse una buena foto de la noche: la canción hizo saltar a más de uno del asiento y, antes del último “yeah, yeah, yeah”, los Beats se quedaron inmóviles por varios segundos, despertando los aplausos y los flashes de los presentes. La velada prosiguió con “Yesterday”, “Twist and Shout” y “Help!”.

A continuación, tuvo lugar un homenaje a los ausentes: sonó “Imagine”, interpretada por John (Tomat) y “While my guitar gently weeps”, entonada por Harrison (Pérez).

Tras este momento emotivo, que despertó lágrimas y emociones en más de un espectador, el recital entró en su tramo final: de vuelta en el año 1969, esta etapa se centró en “Abbey Road”, el último disco grabado por Los Beatles. Con una escenografía que simulaba ser una pared de ladrillo, tuvieron lugar las canciones “Something” y la seguidilla “Golden slumbers”, “Carry that weight” y “The end”.

Y así, con la leyenda “Y al final, el amor que recibes es igual al amor que das” exhibiéndose desde una pantalla, el espectáculo llegó a su fin. Pero la culminación de tamaño show no iba a ser tan simple: el público aclamó por una canción más, y los músicos volvieron al escenario, pidiendo la ayuda de los presentes para entonar “Hey Jude”.

A las 23.10, con dos horas exactas de espectáculo, el grupo abandonó el escenario y se bajó el telón. El viaje musical llegó a su fin pero dejó en evidencia una certeza incuestionable: a sesenta años de su emergencia, Los Beatles siguen siendo una fuente inagotable de emoción, reunión e inspiración.

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