SáBADO, 16 DE NOV

La CGT no pudo evitar el quiebre y para el 2019 asoma una central paralela

Si se concreta la nueva conducción estaría respaldada por los grandes gremios industriales, el moyanismo y la Corriente Federal. Algunos ya lo llaman Frente Sindical para el Modelo Nacional.

 

La CGT concluye 2018 con en el dilema central que le presenta la propia supervivencia de su menguada conducción, y con el desafío que implicaría -si se concreta-, la conformación de una central sindical paralela, respaldada por los grandes gremios industriales, el moyanismo y la Corriente Federal (CFT), que algunos llaman ya Frente Sindical para el Modelo Nacional.

Este que se va fue un año amargo para la dirigencia gremial, que, pese a todo, se mostró compacta en los dos paros generales que realizó este año, con pleno acatamiento, y con el respaldo estratégico de los gremios del transporte.

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Pero el triunvirato que gobernaba la CGT, que hasta el 30 de septiembre último integró Juan Carlos Schmid, comenzó a tambalear, a partir de la profunda fractura que generó la independencia del accionar del sector moyanista.

Apenas iniciado el año, la CGT tembló literalmente ante la masiva convocatoria camionera desplegada sobre la Avenida 9 de Julio, a la que adhirieron gremios de la Corriente Federal, independientes y ambas CTA, entre otros.

Esa nutrida movilización, teñida con el verde que identifica a los camioneros, comenzó a desdibujar la presencia e influencia de un triunvirato desgastado por las internas, las diferentes posiciones generadas por la realidad nacional y las propias estrategias personales.

Hugo Moyano recibió aquel 21 de febrero el respaldo total de su gremio y de sindicatos opuestos a las políticas oficiales, y se preocupó también por salir a negar las acusaciones judiciales que pesaban en su contra, y de desafiar al Gobierno; poco después, su hijo Pablo abandonó el sillón de secretario Gremial de la CGT.

No fue el único: lo siguieron su hermano Facundo (peajes), Omar Plaini (canillitas), Juan Pablo Brey (Aeronavegantes), y representantes de otras organizaciones, fatigadas de las idas y vueltas de una conducción vacilante.

El lunes 25 de junio y el martes 25 de septiembre, la CGT paralizó el país con dos huelgas generales; y otras tantas protestas protagonizaron antes y después los poderosos gremios del transporte, nucleados en la Confederación que dirige Schmid.

El dirigente marítimo abandonó el triunvirato que compartía con Héctor Daer y Carlos Acuña el 30 de septiembre, luego de un «extenso período de reflexión y de angustia» (según el propio Schmid ha dicho a sus íntimos) por la ausencia de rumbo de sus pares.

El moyanismo comenzó otra vez a desplegar su influencia en el mapa sindical y atrajo nuevas voluntades para conformar el «Frente Sindical para el Modelo Nacional», en el que confluyen camioneros, los gremios de la Corriente Federal que lidera el bancario Sergio Palazzo, los mecánicos de Ricardo Pignanelli y varios de los movimientos sociales con los que marcharon en masa a una misa en Luján.

De forma paralela, Hugo y Pablo Moyano y otros sectores sindicales iniciaron un proceso de reconciliación con sindicalistas kirchneristas y con la propia ex presidente Cristina Fernández, en el convencimiento de que «la unidad integral con todos o con la mayoría de esos espacios es la única posibilidad de evitar una nueva diáspora peronista».

Según la mayoría de los hombres del movimiento obrero, no habrá posibilidad alguna de garantizar la victoria sobre el oficialismo «con divisiones y listas paralelas» en las presidenciales del año que viene.

El resurgimiento del moyanismo y su enfrentamiento total al Gobierno, el hastío que lo llevó a renunciar a Schmid, más el lanzamiento del Frente Sindical, determinaron que el peso de la institucionalidad de la CGT recayera exclusivamente sobre los «gordos» (los grandes gremios de servicios) y otras organizaciones de menor entidad, que optaron por el diálogo y los acuerdos paritarios sectoriales para «sobrellevar la realidad», según afirman de manera recurrente sus principales protagonistas.

En cualquier caso, en julio de este año se produjo el quiebre definitivo de la CGT, luego de que los principales referentes optaron por postergar sin fecha un Congreso de renovación de autoridades, ante la debilidad del triunvirato y «los embates oficiales, que hacen imposible entretenerse en cuestiones electorales», dijeron.

Ello provocó disgustos y resquemores, y envalentonó al Frente Sindical y a otros núcleos de poder gremial a abandonar la central para conformar un espacio que, como muchos ya sostienen, es la antesala de una CGT paralela.

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